
La Navidad de 1950 quedó marcada para siempre en la historia de Liga Deportiva Alajuelense como el día en que Carlos Alvarado, “El Aguilucho”, trascendió la categoría de gran arquero para convertirse en leyenda rojinegra.
En una jornada inolvidable, el conjunto manudo se midió en un partido de exhibición ante el Club Atlético Boca Juniors, uno de los equipos más poderosos y prestigiosos del continente, en un duelo que superó el carácter amistoso y se transformó en una auténtica prueba de carácter, orgullo y calidad futbolística.
Aquel encuentro, disputado en Costa Rica, tuvo un contexto especial no solo por la fecha navideña, sino también por la presencia de figuras de talla internacional en el conjunto xeneize y por el ambiente que rodeó el espectáculo.
Boca Juniors impuso desde el inicio su estilo y jerarquía, y apenas al minuto 2 se puso en ventaja con anotación de José Manuel Moreno, uno de los grandes ídolos de la historia xeneize y del fútbol sudamericano. Lejos de venirse abajo, Alajuelense respondió con orden, coraje y una actitud competitiva que sorprendió a propios y extraños.
La crónica de aquel partido, recogida años después por Armando Mórux Sancho en su libro Memorias de Liga Deportiva Alajuelense (1995), describe con precisión el impacto que tuvo la actuación del guardameta manudo: “El público dio su fallo: Alvarado ganó el cielo”, escribió Mórux, reflejando el sentir unánime de la afición, desde los hinchas apostados en los muros hasta el entonces presidente de la República, Otilio Ulate Blanco, quien realizó el saque de honor.
Ante el andar preciso y elegante de Boca, la Liga respondió de igual a igual y encontró su recompensa al minuto 30, cuando Miguel Ángel “Chumpis” Zeledón anotó el gol del empate que desató la euforia en las gradas.
El partido avanzó con intensidad y dramatismo, con un Alajuelense sostenido por la seguridad de su arquero y un Boca Juniors que buscó el triunfo con insistencia. El momento culminante llegó en los instantes finales, cuando una mano de José Luis “Vivó” Quesada dentro del área fue sancionada como penal por el árbitro Alvar Macís.
La responsabilidad recayó en Búdico, pero frente a él emergió la figura gigantesca de Carlos Alvarado. El disparo fue potente, y la respuesta aún más memorable: con los puños, “El Aguilucho” envió el balón al tiro de esquina, sellando el empate y desatando una ovación que quedó grabada en la memoria colectiva del liguismo.
El reconocimiento no tardó en llegar. Al finalizar el encuentro, el pueblo rojinegro levantó en hombros al héroe de la jornada, mientras el presidente Ulate Blanco, contagiado por el júbilo popular, se quitó su reloj de su muñeca y se lo entregó a Alvarado como símbolo de admiración y gratitud.
Según relata Mórux, el arquero, visiblemente emocionado y al borde de las lágrimas, apenas pudo pronunciar un sencillo y profundo “gracias”, gesto que engrandeció aún más su figura.
Las alineaciones de aquel histórico partido reflejan la magnitud del acontecimiento. Alajuelense formó con Carlos Alvarado en el arco; Nelson Morera, José Luis “Vivó” Quesada, Mario “Catato” Cordero y Elías Valenciano en defensa; Héctor Julio González y Miguel Ángel “Chumpis” Zeledón en la media; y José Manuel “Indio” Retana, Óscar Mórux, Álvaro Murillo y Edgar “Farachín” Alvarado en ataque.
Boca Juniors, por su parte, presentó a Obdulio Diano; Juan Carlos Colman, Héctor Arturo Otero, Carlos Adolfo Sosa y Pedro Jacobo Nardelli; Natalio Agustín Pescia, Norberto Castro y José Manuel Moreno; acompañados por Juan José Ferraro, Duilio Jorge Benítez y Marcos Ricardo Busico.
El empate 1-1, con goles de Moreno y Zeledón, fue apenas una anécdota frente al peso simbólico de lo ocurrido esa tarde. La Liga y Boca Juniors dividieron honores en el marcador, pero el verdadero vencedor fue Carlos Alvarado, cuya actuación monumental lo elevó para siempre al panteón de las leyendas rojinegras.
Después de dicho partido, Boca Juniors intentó cerrar el fichaje del gran arquero Carlos Alvarado pero este se negó a la posibilidad de dejar el país.
Aquella Navidad de 1950 no solo dejó un partido memorable, sino que consolidó una historia que, décadas después, sigue siendo contada como uno de los capítulos más gloriosos en la rica tradición de Liga Deportiva Alajuelense, respaldada por testimonios históricos y obras como Memorias de LDA de Armando Mórux Sancho (1995) y Historia de LDA de José Antonio Pastor Pacheco (2014).
Fuente de información: Jugadores históricos de LDA
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