Para ratificar que no fue un lapsus, de esos que tienen las personas cuando están confundidas, ratificó su declaración cuando dijo: “no voy a engañar a la gente, no puedo decir que soy liguista en diez días o cuatro semanas que llevo de estar acá”.
Las imágenes enfocaron al director deportivo Alajuelense Javier Santamaría, que levantó la vista, abrió los ojos como espantado, tragó posiblemente un salivazo extra y guardó cualquier palabra de asombro.
En las redes sociales se habló mucho. Unos resaltando la valentía del jugador al declarar su pasión por Saprissa y otros espantados porque interpretaron que Alajuelense tenía un caballo de Troya dentro del equipo.
En Alajuelense, a veces, todo parece tan distinto. Un día se comporta como un club de canchas abiertas de pueblo, y otros demuestra jerarquía, o al menos se viste con traje de frac.
Muchos hechos lo confirman. Hace 28 años inició una seguidilla de siete campeonatos consecutivos, con tres tricampeonatos y un tetracampeonato, ganó la Copa de Campeones de Concacaf en 2004 y remató en el 2020 su título 30 frente al Club Sport Herediano.
Un proceso confuso que no lo dejaron avanzar, ni siquiera dar tres pasos al frente y dos hacia atrás en un camino de vacilaciones.
Durante todo ese periodo al no ganar nada se dedicaron a lo más fácil: vender humo que no cuesta nada, pero que confunde a muchos abriendo siempre una puerta de esperanza hacia el próximo torneo anunciado que será mejor.
Cuando repaso, releo, vuelvo a ver las imágenes y trato de interpretar, por si hay alguna duda la confesión de Michael Barrantes, pienso no sé porqué, en River Plate y Boca Junior en Argentina, Real Madrid y Barcelona en España, en América de Cali y Deportivo Cali en Colombia o incluso en Alajuelense y Saprissa.
¿Cómo imaginamos que un jugador proveniente del Barcelona, por más profesional que se declare, cuando lo presenten a la afición del Real Madrid le diga a sus aficionados que es barcelonista?
O un jugador del River Plate que lo contraten en Boca Junior declare que es incha de River. O que un jugador liguista contratado por Saprissa, en su presentación le diga a la Ultra que es Alajuelense.
El futbolista es un profesional, eso es muy cierto, y en el mundo futbolero está expuesto a defender su futuro donde mejor le paguen, incluso besar el escudo de la camiseta o darse palmadas en el pecho, golpes en las muñecas cuando anota un gol, pero otra es decirle a las barras bravas que es incha del archirrival.
Imagino, solo imagino la reacción de la Doce, esa barra bravísima dueña del equipo liguista, y de los fanáticos rojinegros, cuando Michael Barrantes falle un gol en un partido frente a Saprissa, pierda una bola en zonas propicias para el contraataque, o incluso se equivoque en un pase.
Cada día el control de la comunicación, de lo que se dice en una industria como el futbol, antes o después de un partido por los jugadores, cuerpo técnico y dirigentes es parte del éxito.
¿Tienen nuestros equipos, los seleccionados nacionales y los dirigentes alguna orientación sobre cómo deben comportarse los voceros en un club, o todo es a la libre?
Es cierto que en algunos equipos hay dos o tres que disparan palabras como sicarios en ajuste de cuentas, pero esa es la esencia que les funciona a nivel nacional, hasta que algún día fuera del país en una competencia donde no toleran ningún abrupto se lo cobren
No lo sabemos: solo sabemos lo que vemos y escuchamos. Es brutal como el futbol costarricense se degrada imitando lo que escuchamos y vemos de los mejicanos. Vienen nuevos dirigentes en la Federación, bueno en realidad son los mismos aunque ahora mejor empotrados, y ojalá no sigan el mismo camino andado.
Escrito por Erwin Wino Knohr: Máster en Comunicación. Lic. en Periodismo. Lic. en Educación Física. Entrenador de fútbol y baloncesto