Arjen Robben sirvió la venganza en plato frío. Cuatro años después de la final del Mundial, el extremo holandés ganó por velocidad a Ramos, encaró a Casillas, le sentó y marcó un gol que sonó a revancha.
Robben lo celebró a lo grande. Era el minuto 80, el 1-5 a la postre definitivo. Y adiós a todos los fantasmas que le perseguían desde hacía cuatro años.
Salió de su propio campo, le quitó por velocidad la ventaja a Sergio Ramos y se plantó mano a mano con Casillas. Un amago, Iker en el suelo, un regate y un zapatazo para marcar el quinto tanto.
El festejo demostró las ganas que tenía de revancha.