Aunque no era de esos jugadores que se ganaban los elogios de la prensa, su fútbol cautivaba a los diferentes técnicos por sus condiciones envidiables para jugar cualquier posición con toda propiedad.
Podía ser alineado como defensa, volante o delantero, cumplía en cualquier puesto como si hubiera jugado en él toda la vida. No era un ídolo, era un peón que trabajaba de lleno por el éxito de su equipo.
Hernández llegó al Saprissa procedente del Club Sport La Libertad en 1950 con apenas 16 años y poco más de un año después ya entrenaba con la primera división.
Fue campeón en 1952, 1953, 1957, 1962 y 1964, año en que decide retirarse del balompié activo para dedicarse a su otra gran pasión, la formación de nuevos valores.
La vela tendrá lugar en la Funeraria Vida, en La Sabana, a partir de esta tarde.
Paz a sus familiares y allegados.
Texto del historiador José Pastor