En concreto, esta colección de instantáneas, obtuvo 74,4 millones de ‘corazoncitos’ en la red.
Pero ahora se ha conocido que había trampa... al menos en parte, porque ese trofeo realmente no era la Copa del Mundo buena, sino una réplica.
Según ha informado El País, lo que mostró Messi a los enloquecidos aficionados era una réplica artesanal que había encargado un matrimonio argentino y que habían llevado a Qatar como talismán.
La copa falsa pasó de mano en mano hasta acabar en el capitán argentino, que la elevó y la paseó durante minutos. Hasta que Ángel Di María, compañero de selección, le avisó de que no era la ‘buena’, que habían recibido minutos antes en la ceremonia oficial.
Realmente, la copa ‘de verdad’ solo está en el campo un rato, para la foto de familia y poco más, ya que de inmediato es llevada de vuelta a la sede de la FIFA, en Zúrich. Lo que se les da a los jugadores para los festejos es una réplica, por lo que durante unos minutos, en el estadio catarí los argentinos juguetearon y lucieron dos trofeos, ninguno oficial.
La explicación la dio el fotógrafo argentino Fernando de la Orden, quien también en Instagram publicó ese instante de conversación jocosa entre Di María y Messi con la supuesta copa falsa (llamada ‘trucha’ en argot argentino)... una publicación a la que respondió Paula Zuzulich, aficionada argentina presente en Qatar. “Fernando, los dueños de la copa trucha somos nosotros y se la pasamos a los jugadores en la cancha. Muy gracioso. Gracias”.
La propia propietaria explicó al diario argentino Clarín que la suya “Tiene el peso de la original, está hecha con resina y cuarzo en el interior y bañada con una pintura símil oro. Hay algunos detalles, marcas y relieves que no son similares, pero la diferencia es mínima”. Por ello, aunque “la idea era que los jugadores pudieran firmarla, al final la Copa entró tres veces al campo de juego”.
“La primera se la llevó un familiar de (Leandro) Paredes, y la firmó. La segunda vez nos la piden y estuvo 45 minutos, pasaba de un jugador a otro, de un familiar a otro, y se sacaban fotos. En la tribuna me decían ‘perdiste la Copa’. Nos divertíamos pero queríamos que volviera. Ahí le grité a un par de jugadores ‘si ves la Copa que tiene Paredes es la nuestra’, y al final la trajo Lautaro Martínez, que también la firmó. Ahí vino personal de la FIFA y nos la pidió para confirmar que no era la original”, recuerda Paula Zuzulich.
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