Angie Panduro Capillo (Depor) Ser rechazado de pequeño por un club profesional puede cambiar la vida de un jugador y puede llevarlo a la frustración. Ezequiel Lavezzi pasó por esto, pero su constancia, sus bromas, su buen humor y una pizca de suerte hicieron que se dé una oportunidad más. Y no paró hasta llegar a la selección de Argentina. Hoy se encuentra a punto de jugar una de las semifinales del Mundial Brasil 2014 y más de 380 mil mujeres están pidiendo que juegue sin camiseta. Aquí su historia.
El rechazo. A los 16 años se fue a probarse a Boca Juniors y fue rechazado. Le dijeron que no tenía condiciones. El delantero decidió colgar los chimpunes y cambiar la pelota para trabajar junto a su hermano como aprendiz de electricista. Pero ese no fue el primer golpe que había recibido el ‘Pocho’ en la vida.
La chapa. A Ezequiel todos lo llaman ‘Pocho’. ¿El motivo? El perro de su casa se llamaba ‘Pochoclo’ y era igual de jodido que él. Así lo contó el mismo delantero. “Cuando éramos niños mi hermano tenía un perro. Él era un rompebolas, al igual que yo. Por eso me quedé con el mismo apodo”.
El trabajo. Lavezzi tenía claro que ayudar a su familia era lo primordial. Su padre abandonó la casa cuando el ‘Pocho’ tenía 2 años y la situación económica en su hogar no era muy buena. En varias oportunidades no hubo dinero ni para comer. “Mate cocido y pan duro fue alguna vez nuestra dieta exclusiva”, aseguró el ‘22’ de la Selección de Argentina.
El fútbol. El delantero debutó en la Primera del Coronel Aguirre (Argentina), equipo de su localidad, cuando tenía 15 años. Ya había pasado 5 meses en el club cuando su representante lo llevó al Fermana de Italia, pero por problemas burocráticos con su pasaporte se esfumó la idea de poder jugar en Europa. Su madre Doris quería que estudiara o trabajara, pero fue su ‘brother’ Diego quien le dijo que no debía rendirse. “Mi hermano me incentivaba continuamente, insistía en que yo tenía la fuerza para convertirme en un verdadero jugador de fútbol”.
Boca. El segundo golpe en la vida de Lavezzi fue a su regreso de Italia. El ‘Pocho’ volvió a Argentina y se probó en Boca Juniors. Pero todo fue una pérdida de tiempo. El técnico Jorge Griffa no lo tomó en cuenta y en la práctica lo puso de ‘8’. Él no era recuperador, su papel era estar de cara al arco para meter los goles. Se fue de tienda amarrilla indignado y dispuesto a no jugar más el fútbol. Ya había aceptado su destino: ser un electricista.
Su primer amor. Volvió a su barrio Villa Gobernador (provincia de Santa Fe, Argentina, que conforma el Gran Rosario) para chambear junto a su hermano Diego. Se sentía a gusto trabajando en casa, pues estaba en el límite de Rosario y cerca del ‘Gigante de Arroyito’ (Estadio de su amado Rosario Central). Él es hincha acérrimo de los ‘canallas’ y ese amor lo inmortalizó con un tatuaje en su espalda.
Pero para alegría de la actual selección de Argentina y para la mayoría de mujeres en su país, el trabajo arreglando la luz y conectando cables solo duró tres meses. ‘Pocho’ había dejado la pelota a un lado, pero sus representantes no y le consiguieron un equipo. Después de la cerrada de puerta que le dio Griffa en Boca, aceptó que tenía que empezar desde abajo, desde la B Metropolitana. Pero al ‘Pocho’ no le importó y llegó a Estudiantes de Caseros.
No fue nada fácil. Sin nada de lujos se instaló en Buenos Aires. Viajaba una hora y media de ida y otra de vuelta en bus para poder entrenar. Pero al final su esfuerzo valió la pena: la rompió en la Primera de la B Metropolitana (tercera división de Argentina) y llamó la atención del Genoa de Italia. Los ‘tanos’ lo compraron por 1.200.000 dólares y de inmediato fue prestado a San Lorenzo de Almagro con apenas 17 años. Sin que nadie lo conociera, sin mayores méritos en Primera División, dejó el trabajo de electricista y comenzó su verdadera carrera en el fútbol. En 2007, en su cuarto año en ‘Los Cuervos’, salió campeón y fue transferido al recién ascendido Napoli de Italia, club con el que ganó la Copa de Italia en 2012. Llegaría entonces su consagración y su venta al París Saint-Germain, club con el que obtuvo dos veces el título en Francia. El resto ya es historia conocida
La chispa. No todos conocen la cara ‘caleta’ del argentino. La mayoría conoce a Ezequiel Lavezzi por sus goles y por las bromas que le sacan risas a sus compañeros. Una vez le agarró la nariz a Zlatan Ibrahimovic y recibió una carajeada por parte del sueco. Hasta el mismo Alejandro Sabella recibió un poco de su picardía con un chorro de agua en el rostro, durante una charla técnica durante la Copa del Mundo.
Sex Symbol. Ezequiel Lavezzi no solo la descose en la cancha. Brasil 2014 le ha servido para confirmarse su estatus de sex symbol en Argentina. Existe una página de Facebook llamada “Movimiento para que Ezequiel Lavezzi juegue sin camiseta”. Y ya le dieron ‘like’ más de 380 mil mujeres, que exigen como sea, ver el cuerpazo tatuado que se maneja el ‘Pocho’. Al enterarse de esto, sus compañeros aseguraron que harán un negocio rentable. “Lo tenemos las 24 horas en cuero como quieren las chicas, mañana vamos a cobrarles entrada”, aseguró Maxi Rodríguez. Aquí la página.
Tatuajes. A pesar de todo lo que le sucedió, Ezequiel Lavezzi sigue siendo la misma persona de siempre. El que vive haciendo bromas a sus amigos y el que se tatúa el cuerpo sin parar. Además de tener la insignia de Rosario Central, también tiene otros tatuajes. El primero fue un indio que se lo hizo cuando cumplió los 12 años, pero ya no está, se lo tapó y se puso una manga de flores con frases. Un par de máscaras, la Virgen de Lourdes, Jesucristo, un revólver, el nombre de su hijo y Doris, su mamá también conforman el cuerpo de uno de los hombres más deseados por las mujeres que aman el fútbol.
“El primer tatuaje me lo hice cuando tenía 12 años, y a partir de entonces no pude parar. Hoy en día trato de ser el mismo, en cuanto a ir a mi barrio a comer un guiso con mis amigos en la esquina. Son las cosas que hice siempre y que no voy a dejar de hacerlas, porque me gustan”.