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Los momentos de gloria del atletismo en Tokio 2020

Puede ser una imagen de 1 persona, practicando un deporte y estadio

Tras el retiro de Usain Bolt y después del antecedente de los mundiales de Catar, existía el temor de que el vacío que dejó el jamaiquino no fuera llenado y que el atletismo de los Juegos Olímpicos de Tokio terminara en decpción. Sin embargo, fue todo lo contrario y los protagonistas se encargaron de dejar claro que el futuro de estas disciplinas está en excelentes manos.

El atletismo se reafirmó a base de actuaciones espléndidas. Se batieron un puñado de récords olímpicos, como los del 1.500 en ambas categorías (Ingebrigtsen, Kipsang y Kipyegon), el lanzamiento de peso (Ryan Crouser), el decatlón (Damian Warner), y los 100 metros femeninos (Elaine Thompson-Hera); y se batieron récords mundiales en triple salto y 400 vallas en ambas categorías. Una sucesión de relámpagos que evocaron a 1968.

“Las marcas, la revolución tecnológica en las zapatillas, en los materiales sintéticos de la pista, el calor, la humedad, el ambiente tormentoso, la ambición de una nueva generación de atletas, su juventud, que no temen medirse con los récords históricos… todo está aquí en Tokio”, dijo Sebastián Coe, que ahora es el presidente de World Athletics, la federación internacional de atletismo.

Atletas jóvenes. El relevo para el mundo. Tres plusmarquistas mundiales: Yulimar Rojas, Karsten Warholm, Sydney McLaughlin. 

Otra joven revelación la de Athing Mu de Estados Unidos (oro en los 800m y en el relevo largo, 1m 55,21s a los 19 años). La confirmación olímpica del pertiguista Armand Duplantis de Suecia, nacido para volar. Los dos oros y el bronce de Sifan Hassan de Países Bajos en los 5.000m, los 10.000m y los 1.500m, seis carreras en seis días. Y Eliud Kipchoge alcanzando a Abebe Bikila en el paraíso de los inmortales del maratón.

Imposible olvidar el segundo récord del mundo en Tokio, el de los 400m vallas del noruego Karsten Warholm quien compitió en el mismo heat clasificatorio del costarricense Gerlad Drummond, supuso el minuto más vivido en el estadio. Todos los planetas se alinearon, un mediodía de sol y calor; una pista de una calidad nunca vista, buena para fondistas y para velocistas, la cuadratura del círculo; unas zapatillas de fórmula 1; un norteamericano en busca de un récord, Rai Benjamin, que empuja más que nunca al recordman, el noruego sentimental; la decisión de ir más lejos, el coraje para intentarlo; la perfección del gesto. Son 45,94s para la historia.

Las mujeres estadounidenses nacidas con el cambio de siglo decidieron tomar el poder del atletismo de su país. Son su voz y Sydney McLaughlin canta mejor que ninguna y, persiguiendo a su amiga Dalilah Muhammad, que quiere recuperar su récord mundial, vuelve a batir el récord de los 400m vallas, 51,46s.

Y por supuesto no podía quedar de lado Elaine Thompson-Herah de Jamaica,  ganó de nuevo, como en Río, las finales de 100m y 200m, y añadió, novedad, la victoria en el relevo corto. Sus marcas, extraordinarias (10,61s y 21,53s), ambas, las segundas de la historia, son las que la progresión lógica, no excepcional, habría fijado como récords mundiales. Ese es el valor, tremendo, de la reina de la noche en Tokio.

 

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