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La semana pasada se cumplieron 58 años de una gran gesta atesorada por la afición futbolera del Alianza de El Salvador, así como por los seguidores de aquel país, y que involucra a un futbolista tico, razón por la cual quise compartir su historia con el estimable lector de everardoherrera.com.

Como es conocido por la mayoría de aficionados futboleros de nuestro país, en los años 60 los equipos de la máxima categoría costarricense no contaban con un importante apoyo económico que les permitiera brindar salario a cada uno de sus jugadores. Ante tal panorama, prácticamente todos tenían un empleo que les proveía de un salario suficiente para mantener a sus familias, así como para poder costearse los gastos que demandaba su actividad deportiva.

  

Así, muchas veces nuestros futbolistas buscaban otras opciones en el extranjero, sin embargo, la baraja de oportunidades era muy reducida con respecto a lo que había sucedido décadas antes; Estados Unidos, Cuba y Colombia habían dejado de ser mercado para los ticos, mientras que en el caso del balompié mexicano, nuestros representantes en ese destino podían contarse con los dedos de una sola mano…

De tal forma, el fútbol salvadoreño se convirtió en la solución más viable. La cercanía, el idioma, un nivel futbolístico similar al nuestro, y lo más importante, una fuerte inversión económica, dieron pie a que muchos jugadores costarricenses viajaran al ‘Pulgarcito de Centroamérica’, donde se vincularon a clubes cuscatlecos.

Reconocidos nombres como Carlos ‘Cayaca’ Marín, José Luis ‘Saningo’ Soto, Ramón ‘Mon’ Rodríguez, Fernando Jiménez, Walter Pearson, Álvaro Cascante, José Manuel ‘Pecas’ López, Raúl Lizano, Carlos ‘Cuca’ Herrera, Adonay ‘Loco’ Alfaro y Guillermo ‘Caballito’ Otárola, además de muchos otros paisanos que incluso provenían de nuestra segunda división, empezaron a derrochar calidad domingo a domingo en las calurosas tardes salvadoreñas.

Pero hubo un legionario tico en aquella nación, que aunque fue uno de los más exitosos, curiosamente no es muy conocido por la afición nacional, o por lo menos, no como merece serlo… Guido Alvarado dejó las filas de LD Alajuelense y se incorporó a un novedoso y ambicioso proyecto. Respaldado económicamente por el peruano don Alex Hochkoppler, gerente administrativo del Hotel El Salvador Intercontinental, el novel club Atlético Constancia cambió su nombre a Alianza Intercontinental, y poco después, Alianza FC, que es como se sigue llamando uno de los cuadros más fuertes de allá.

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Con aun más recursos monetarios, ahora obra de la familia Sol Meza, ‘Los Albos’ pronto armaron un elenco de respeto, en el que figuraban sudamericanos como los chilenos Ricardo ‘el Cerebral’ Sepúlveda y Miguel ‘el Chueco’ Hermosilla, y más adelante, el arquero uruguayo Alberto Fay (posteriormente nacionalizado salvadoreño), asimismo, estaba el panameño Luis Ernesto ‘Cascarita’ Tapia (mejor futbolista canalero antes de la aparición de la dinastía Dely Valdés), los cuscatlecos Raúl ‘la Araña’ Magaña, Roberto Rivas, Alberto Villalta, Mario Monge y Salvador Mariona (los cinco serían mundialistas en México 70), y liderando la zaga, el costarricense Alvarado. 

Las aspiraciones de la dirigencia aliancista eran altas, pues no solo deseaban convertir al club en protagonista en su tierra, sino en el istmo, y por qué no, de la Concacaf. ¡Y lo conseguirían! Alianza derrotó a Saprissa (4-2), Herediano (2-1), América azteca (2-0), Flamengo de Brasil (3-2), y le sacó un empate a cero al Peñarol uruguayo el mismo año en que levantó la Copa Intercontinental. Y con respecto al torneo de clubes del área, en 1967 inscribiría su nombre en los registros históricos como el primer equipo centroamericano en salir campeón; Guido Alvarado, por lo tanto, el primer tico en ganar el certamen de la Concacaf.

Pero entre todos los triunfos internacionales que cosechó ‘la Orquesta Alba’, como se le llamó entonces al cuadro salvadoreño, hubo uno que inobjetablemente se encuentra con un listón en lo más alto: la victoria 2-1 ante el Santos de Pelé en juego amistoso disputado el 16 de enero de 1966 en el Estadio Flor Blanca.

Nuestro compatriota tuvo un papel protagónico aquella vez, pues le correspondió el difícil reto de marcar a Pelé, en ese momento mejor jugador del planeta y campeón en las dos últimas ediciones de la Copa Mundial. Sin terminar de concebir completamente la tarea que tenía por delante, empezó a darse cuenta después de que su entrenador, el chileno don Hernán Carrasco Vivanco, lo designó para convertirse en la sombra de ‘O Rei’. “Cuando terminó la charla técnica, los jugadores argentinos de Estudiantes de La Plata que iban a reforzarnos, empezaron a abrazarme… Y yo, confundido, ni entendía por qué…” recordó hace unos años el nacional.

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Ya en el campo, Alvarado se jugó el partido de su vida. Contrario a los recursos antirreglamentarios de patadas, intimidación y demás artimañas que muchas veces sufrió el brasileño en su carrera profesional, en aquel encuentro en San Salvador Pelé fue superado una vez tras otra por el eficaz zaguero tico, quien echó mano de la anticipación y de su fortaleza física; así el costarricense controló a su objetivo, para colaborar a que se impusiera el elenco cuscatleco que, a la postre, le infligió al cuadro brasileño su única derrota en tres décadas de visitar nuestro istmo.

“Mi marcación hacia él fue leal, tanto que al final del partido Pelé me abrazó y me felicitó. Luego, al Alianza nos llegó un telegrama del propio presidente de la República de El Salvador, don Julio Adalberto Rivera, en el que también nos felicitaba por el gran triunfo que le dimos esa vez al país. Recuerdo además que un periodista, en son de broma, me dijo: ‘Guido, mañana los diarios dirán que irrespetaste a Pelé', y así fue”, agregó Alvarado, quien definitivamente nunca olvidará el día en que anuló al mejor futbolista del mundo. ¡Honor a quien honor merece!

* El autor es historiador de fútbol costarricense y responsable de la página de Facebook Gol de Camerino; pronto estará publicando el libro Nuestros primeros legionarios. Futbolistas ticos en el mundo 1875-1990.

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