En un capítulo vergonzoso del sector público, tras hacer ese escenario, años después el estadio se deterioró y fue objeto de vandalismo.
Ni el Icoder y el Ministerio de Educación se pusieron de acuerdo en administrarlo y protegerlo. Ninguno de los dos asumió la responsabilidad completa y quedó al garete y sin vigilancia para favor de los actos vandálicos que se dieron.
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