Sus calles, colores, edificios, comidas, historia que cuentan sus paredes, la hacen algo formidable en el lugar más visitado del mundo.
Aquella mañana de los primeros días de junio de 1998 bajé al aeropuerto de la gran ciudad e hice como el Papá Juan Pablo II , besé el suelo francés.
Allí estábamos con todos los compañeros al frente para transmitir con Radio Monumental el Mundial de 1998 tras un trabajo enorme para lograrlo.
Con 36 años junto a mis compañeros y amigos caminamos por la ciudad y todos sus rincones posibles con nuestras alegrías e ilusiones.
Nos preparábamos comida en nuestra casa francesa para economizar viáticos y siempre andábamos con termos de alimentos y café por las vías de la gran ciudad. La Torre Eiffel , el Campo Marte, El Museo de Louvre, la Puerta de Versalles -donde estaba el centro de prensa -,Montparnasse, Boulevar Saint Michell , la iglesia de Notredame , el Trocadero y el Río Sena se hicieron familiares para nosotros .
La experiencia fue plena con aquellas caminatas por la ciudad hasta nuestro hogar temporal francés en Rue Vaneau en la zona viva de París.
Trabajamos como locos esos días y también viajamos en días libres , nos íbamos desde París en tren para conocer Bélgica , Países Bajos, Suiza y San Sebastián en España.
La experiencia de París la viví con mi espíritu abierto como llegaron a su tierra pensadores , escritores , artistas a lo largo del tiempo .
Uno no solo pasa por París , ella lo toca a uno y lo hace sentir al
máximo: es la magia de esta gran ciudad que estos días atrapó al mundo con lo mejor del deporte.
Yo estuve allí en ese Mundial 1998 y mi amor por París se mantiene vivo.