Gilberto Rodríguez Orejuela, quien fue el líder del Cartel de Cali, murió en un centro médico de Carolina del Norte, informó la Agencia Federal de Prisiones de EE.UU. Tenía 83 años de edad.
Aunque la agencia no especificó la causa de su muerte, la familia de Rodríguez Orejuela señaló en un comunicado que fue un "linfoma que lo aquejaba". "Nosotros, los hijos y esposa de Gilberto Rodríguez Orejuela nos permitimos informar que lamentablemente ayer, martes 31 de mayo de 2022, a las 6:54 de la tarde falleció nuestro padre y esposo a causa de un linfoma que lo aquejaba".
Rodríguez Orejuela padecía de varias enfermedades, entre ellas cáncer de colon y próstata, según argumentó su equipo legal en una moción que intentó su excarcelación en 2019. El narcotraficante cumplía una condena en una cárcel de Carolina del Norte.
Rodríguez Orejuela fue extraditado de Colombia a Estados Unidos en diciembre de 2004 y se declaró culpable de tráfico de cocaína ante una corte del sur de Florida en septiembre del 2006. Según el Departamento de Justicia de EE.UU., Rodríguez Orejuela y el Cartel de Cali exportaron más de 200 toneladas de cocaína a ese país durante dos décadas. Los cargos que reconoció en ese momento también incluyeron conspiración para cometer lavado de dinero.
A Gilberto Rodríguez Orejuela también se le conoció como "El jugador de ajedrez" porque manejó su negocio de drogas "con cálculo frío", según documentos de la DEA, que lo calificaron como el responsable de la 'planificación estratégica a largo plazo del Cartel de Cali.
El Cartel de Cali que dirigió Rodríguez Orejuela
De acuerdo a las autoridades de Estados Unidos, el Cartel de Cali "fue el mayor proveedor de cocaína Estados Unidos" durante muchos años, en cabeza de Rodríguez Orejuela. "El cartel era una empresa criminal sofisticada, que manejaba todos los aspectos del tráfico de cocaína, incluida la producción, el transporte, la distribución mayorista y el lavado de dinero", se lee en un comunicado del Departamento de Justicia.
Y añade que "en el apogeo de su reinado, el cartel usó la violencia para aterrorizar a los posibles competidores y testigos potenciales. También que "se basó en la corrupción para influir y obtener el control de muchas instituciones colombianas". La organización criminal usó diversos métodos para traficar cocaína en EE.UU., de acuerdo a las investigaciones. Desde ocultar la droga en postes de concretos que se enviaban primero a Venezuela y luego al sur de Florida, hasta esconderla en baldosas de cerámica que llegaban a Guatemala, donde se volvía a empaquetar en cajas de vegetales congelados.
MÁS INFORMACIÓN
- Ex presidente hondureño Juan Orlando Hernández extraditado a USA por narcotráfico
- Los estrechos vínculos de las barras del fútbol mexicano con el narcotráfico
- Así era el 'El Mexicano', principal socio de Pablo Escobar, jefe militar del Cártel de Medellín y con pasado oscuro en el club Millonarios
Aunque Gilberto Rodríguez Orejuela y su hermano Miguel Rodríguez Orejuela, quien también lideraba el Cartel de Cali, estuvieron detenidos en prisión en Colombia continuaron dirigiendo las operaciones de la organización "a través del hijo de Miguel, William Rodríguez-Abadía, y otros que supervisaban varios aspectos del cartel utilizando nuevas rutas y nuevos métodos". Rodríguez-Abadía se declaró culpable de conspiración de narcotráfico en Miami en 2006.
"En cierto momento, los hermanos Rodríguez Orejuela supervisaron una de las organizaciones criminales más poderosas del mundo, que se cree que es responsable de aproximadamente el 80% de la cocaína suministrada a Estados Unidos. También estuvieron detrás de un reinado de terror y corrupción que impactó a gobiernos y personas en todo el mundo", dijo en septiembre de 2006 la entonces subsecretaria de Inmigración y Control de Aduanas de EE.UU., Julie Myers.
Lavado de dinero a través de un imperio de farmacias
De acuerdo al Departamento de Justicia de EE.UU., los hermanos Rodríguez Orejuela lavaron el dinero ilícito del narcotráfico "a través de un imperio de farmacéuticas que incluía más de 400 farmacias minoristas en Colombia y laboratorios que fabricaban los medicamentos". Las autoridades señalan que se invirtieron millones de dólares provenientes del tráfico de drogas en estas compañías "aparentemente legítimas", para hacer blanqueo de capitales.
Pedido de liberación anticipada
En febrero de 2020, Rodríguez Orejuela había pedido la liberación anticipada bajo el argumento de un deteriorado estado de salud. En ese momento, un juez en Miami presidió la primera audiencia para revisar la moción que presentó el equipo legal de Rodríguez Orejuela en octubre de 2019. La solicitud argumentó que Rodríguez Orejuela, de 80 años en ese momento, padecía de varias enfermedades, entre ellas cáncer de colon y próstata, las cuales se agravaron mientras pagaba su condena. Sus abogados señalaron que bajo estas condiciones, Rodríguez Orejuela cumplía con los requisitos para obtener la libertado por el programa de “recluso anciano con afecciones médicas” y la ley de “liberación por compasión”.
Pablo Escobar, ese problema maldito
Los Rodríguez Orejuela -ya en la mira de la Agencia de Control de Drogas de los Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés)- mantenían un perfil subterráneo, muy diferente al de su alter ego antioqueño. Si bien llevaban una vida cómoda, no sentían la necesidad de cometer torpezas de lujos y ostentación. No aspiraban a levantar su propio zoológico. Querían mostrarse como empresarios exitosos gracias a las fachadas de sus múltiples empresas. Tampoco querían involucrarse en política. Sabían que era un territorio al que no podían o debían acceder.
Pero a 420 kilómetros al norte de Cali, en el centro de Colombia, otro capo del narcotráfico tenía una visión distinta del negocio y del poder. Pablo Emilio Escobar Gaviria, jefe del Cártel de Medellín, decidió filtrarse en la política. Su objetivo era ser en algún momento presidente. Pero el particular círculo público colombiano no se lo perdonaría. Tampoco los demás popes narcos, que vieron cómo el joven traficante los exponía a todos ellos.
El periódico El Espectador y el ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, revelaron al mundo la verdadera actividad de Escobar, flamante diputado suplente. El 30 de abril de 1984 fue la fecha que eligió el todopoderoso de Medellín para que la vida del funcionario llegase a su fin. Dos sicarios fueron los encargados de acribillarlo en el norte de Bogotá. Pero la ejecución fue no sólo un búmeran en la vida de "El Patrón", sino que representó un problema para los demás mafiosos.
Gilberto Rodríguez Orejuela le comunicó a una familia supuestamente ignorante de sus asuntos que se tomaría vacaciones. Serían largas y en España. Nadie en el seno familiar podía creer que el workaholic jefe decidiera descansar más de una semana. Al poco tiempo, el 15 de noviembre de ese año, fue detenido en Madrid. Estados Unidos pidió su inmediata extradición y así podría convertirse en el primer narco en enfrentar una corte norteamericana.
Miguel, conocedor de las leyes y a cargo de los negocios, construyó un plan maestro para evitarlo. Contrató a los mejores abogados madrileños. Ideó una estrategia en Colombia para que fuera el Gobierno de su país el que solicitara la repatriación, argumentando que los delitos por los cuales se lo acusaba habían sido cometidos en su territorio. Fueron casi dos años tras las rejas hasta que finalmente regresó a Cali, donde purgaría pocos meses de reclusión.
Mientras tanto, el menor de los hermanos había conseguido que los "negocios" mantuvieran su crecimiento sostenido. Fue así que pactó una sociedad con Hélmer "Pacho" Herrera, el más grande distribuidor de cocaína en Nueva York. También se deshizo de empresas que no tenían futuro y se concentró en aquellas que daban rédito económico y que servían de fachada para la golpeada familia.
Cuando Gilberto regresó de su prisión en España, Miguel hizo su última jugada maestra en su defensa. Consiguió, gracias a favores políticos y demás artes, que el presidente Belisario Betancur no firmara la orden de extradición reclamada por la Justicia norteamericana. "Rodríguez Orejuela 2; Estados Unidos 0", escribió en su libro Yo soy el hijo del Cártel de Cali William Rodríguez Abadía, hijo y sobrino de los capos. El joven abogado se convertiría, con el tiempo, en el cabecilla del grupo. Pero para eso faltaban años, balas y sangre. Mucha sangre.
Cuando las aguas se tranquilizaron y las olas comenzaban a disiparse, la leyenda cuenta que los hermanos quisieron salirse del negocio. Tenían suficiente dinero y recursos para tratar de armar una vida burguesa y travestirse en empresarios respetados. Sin embargo, el robo de un cargamento de cocaína con destino a Nueva York provocó que Escobar les declarara una guerra abierta. Para hacer frente a esa lucha, necesitarían más millones de dólares, los cuales sólo podrían ser provistos por la actividad más lucrativa.
El bautismo de fuego entre ambos fue siniestro y rompió con uno de los códigos no escritos de los mafiosos del narcotráfico. El Cártel de Cali había colocado un automóvil repleto con 80 kilogramos de explosivos, que detonó, frente al mítico Edificio Mónaco, en el exclusivo barrio de Santa María de los Ángeles, en Medellín. En el interior de la propiedad perteneciente al hijo preferido de Antioquía, los dos hijos menores de Escobar y su esposa "Tata" Henao dormían. Era la noche del 13 de enero de 1988 y esa fecha daría inicio a una batalla que estremeció a toda Colombia. El estallido provocó conmoción en cuatro cuadras a la redonda. El saldo: tres muertos y más de diez heridos.
Sobrevendrían los tiempos más oscuros de la historia reciente de Colombia. El atentado fallido –que tenía por objeto sujetar al tigre– provocó una escalada de violencia fuera de control. Nadie contenía a "El Patrón". Nadie frenaba a los hermanos caleños.
La unión contra "el tigre"
Tras el asesinato del candidato presidencial Luis Carlos Galán el 18 de agosto de 1989 en Soacha, Bogotá, los sectores políticos y empresariales del país comenzaron a sentirse cada vez más vulnerables a los ataques de Escobar, quien estaba decidido a terminar con la clase más alta de la burguesía colombiana y con sus enemigos en los negociados.
"Después de la muerte de Galán, se dio un hecho que daría un giro trascendental en la guerra contra el Cártel de Medellín. Varios de los prohombres de la patria, intentando preservar sus intereses, le pidieron a otra organización delincuencial, el Cártel de Cali, unir fuerzas para derrotar a Escobar. Aunque a muchos les duela reconocerlo, sí existió un pacto entre delincuentes y burgueses", narró William Rodríguez Abadía en su libro. Ese nuevo grupo paraoficial estaría compuesto por fuerzas de seguridad colombianas, los narcos enfrentados al "tigre" -como lo bautizaría al tiempo Miguel Rodríguez Orejuela– y grupos guerrilleros.
Rodríguez Abadía recuerda en su obra un atentado frustrado planificado durante semanas. “Se contrató a cuatro mercenarios ingleses para llevar a cabo un atentado contra Escobar en la Hacienda Nápoles. Se había logrado infiltrar a un personaje que daría aviso oportuno sobre un agasajo para celebrar la clasificación a la final de la Copa Libertadores del Nacional de Medellín. Con apoyo armado por tierra, los ingleses iban a bombardear la finca a bordo de dos helicópteros. Se presagiaba como el golpe final de esa guerra infernal”. Estaba todo preparado y planificado a la perfección. Pero una cuestión muy terrenal impidió el homicidio. “Uno de los pilotos, a causa de los nervios, se emborrachó la noche anterior y el día de la operación colisionó con el último cerro antes de llegar a su destino”.
Cercado pero con el poder de fuego intacto, Escobar decidió que lo mejor por el momento era entregarse. Lo hizo bajo unas condiciones únicas y construyó su propio centro penitenciario: la Catedral. Desde allí continuó con sus atentados, pero su logística y sus negocios comenzaban a desacelerarse. Los distribuidores preferían a los Rodríguez Orejuela por sobre el malogrado hombre de Medellín. El poder de los hermanos caleños crecía a medida que el de Escobar disminuía. Hacia 1991 el Cártel de Cali controlaba el 80 por ciento del tráfico de cocaína en los Estados Unidos. Políticos, jueces, fiscales, empresarios. Todos buscaban el calor de los popes que arrinconaron a "El Patrón".
El 22 de julio de 1992 –406 días después de que se entregara–, Escobar huyó de su propia cárcel. Durante el operativo, la mayoría de sus lugartenientes y sicarios que lo acompañaban en ese "hotel" fueron ultimados por las fuerzas de seguridad. Pablo Emilio Escobar Gaviria tenía sus días contados. Su caída parecía inminente pero pudo esquivar el cerco del Ejército, del Bloque de Búsqueda y de los Pepes durante un año y medio.
El 2 de diciembre de 1993, fue rodeado por oficiales colombianos y miembros de la DEA luego de que se le interceptara una llamada telefónica que había hecho a su hijo. Los registros oficiales indicaron que murió en medio de un tiroteo por los techos de Medellín. A su lado estaba el único hombre que aún le respondía ciego: Álvaro de Jesús Agudelo, más conocido como "Limón". El hijo del capo narco sostiene, sin embargo, otra teoría. Juan Pablo Escobar Henao dice que, rodeado su padre prefirió suicidarse antes que caer en manos de sus enemigos.
Fuente: Infobae