El brasileño Adriano llegó a ser una de las grandes figuras del fútbol mundial, fue campeón de la Copa América con Brasil en 2004 con un gol agónico suyo en la final para forzar los penales ante Argentina.
El futbolista es ídolo de los dos clubes más importantes de su país, Flamengo y Corinthians, y también brilló en el Inter de Milan, donde ganó ocho títulos, entre ellos, cuatro Serie A.
En aquel entonces, Adriano era considerado el sucesor de Ronaldo Nazario, pero sus problemas personales lo llevaron a tener una depresión que lo obligó a abandonar el fútbol temporalmente.
Ahora la ex figura vive en Vila Cruzeiro, una favela de Río de Janeiro, su ciudad natal. Recientemente Adriano ha publicado una durísima carta en el sitio The Players Tribune, donde realiza varias confesiones relacionadas con su infancia, el trauma de la muerte de su padre y su adicción al alcohol.
“¿Sabes lo que se siente al ser una promesa? Lo sé. Incluso una promesa incumplida. El mayor desperdicio del fútbol: yo. Me gusta esa palabra, desperdicio. No solo por cómo suena, sino porque estoy obsesionado con desperdiciar mi vida. Estoy bien así, en un desperdicio frenético. Disfruto de este estigma”, arrancó Adriano.
Fue entonces cuando contó como inició su adicción al alcohol. “Tomé un vaso de plástico y lo llené de cerveza. Aquella espumándoos amarga y fina que bajaba por mi garganta por primera vez tenía un sabor especial. Un nuevo mundo de ‘diversión’ se abrió ante mí”.
El ex futbolista también confesó que su padre fue la persona que intentó frenarlo, pero no le hizo caso.
“Mi madre estaba en la fiesta y vio la escena. Se quedó callada, ¿no? Mi padre… Mierda. Cuando me vio con el vaso en la mano, cruzó el campo a paso apresurado de quien no puede permitirse perder el autobús. ‘Para ahí mismo’, gritó. Corto y espeso, como siempre. Dije: ‘Oh, hombre’. Mis tías y mi madre se dieron cuenta rápidamente y trataron de calmar los ánimos antes de que la situación empeorara. ‘Vamos, Mirinho, está con sus amiguitos, no va a hacer ninguna locura. Sólo está ahí riéndose, divirtiéndose, déjalo tranquilo, Adriano también está creciendo’, dijo mi madre. Pero no hubo conversación. El viejo se volvió loco. Me arrancó la taza de la mano y la tiró a la cuneta. ‘Yo no te enseñé eso, hijo’, dijo”.
Otro punto que Adriano contó y que lo marcó fue cuando se padre fue baleado. “Le dispararon en la cabeza en una fiesta en Cruzeiro. Una bala perdida. Él no tuvo nada que ver con el desastre. La bala entró por la frente y se alojó en la nuca. Los médicos no tenían forma de sacarla. Después de eso, la vida de mi familia nunca fue la misma. Mi padre empezó a tener convulsiones frecuentes. ¿Alguna vez has visto a una persona sufriendo una convulsión epiléptica frente a ti? No quieres verlo, hermano. Da miedo. Yo tenía 10 años cuando dispararon a mi padre. Crecí viviendo con sus crisis. Mirinho nunca más pudo trabajar. La responsabilidad de llevar la casa recaía enteramente sobre mi madre”.
Precisamente, el fallecimiento de Mirinho en 2006 fue un golpe del que Adriano nunca logró recuperarse.
“La muerte de mi padre cambió mi vida para siempre. Hasta el día de hoy, es un problema que todavía no he podido resolver. Toda la mierda empezó aquí, en la comunidad que tanto me importa”, explicó el ex futbolista.
Por último, Adriano habló de su vida actual en Vila Cruzeiro y cómo afronta su adicción al alcohol.
“No me drogo, como intentan demostrar. No estoy metido en el crimen, pero, por supuesto, podría haberlo hecho. No me gusta salir de fiesta. Siempre voy al mismo lugar de mi barrio, el kiosko de Naná. Si quieres conocerme, pásate. Bebo cada dos días, sí. (Y los otros días, también) ¿Cómo llega una persona como yo al punto de beber casi todos los días? No me gusta dar explicaciones a los demás. Pero aquí va una. Bebo porque no es fácil ser una promesa que sigue en deuda. Y a mi edad, la cosa empeora”, finalizó Adriano en su carta.
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