Yupa, de 70 años, dijo que, cuando era una niña, los monos eran menos, más grandes y más saludables, su pelaje era brillante y grueso. Permanecían en los templos, así como en las ruinas de la antigua civilización jemer que alguna vez tuvo poder sobre esta parte de Tailandia central.
No obstante, con la afluencia de visitantes, algunos extranjeros, encantados con los monos, llegó una fuente fácil y a menudo poco saludable de alimento. Además de plátanos y cítricos, los macacos se dieron un festín con comida chatarra. Su pelaje se hizo más delgado. Algunos se volvieron calvos. Sin tener que preocuparse por su siguiente comida, los monos, que pueden dar a luz dos veces al año, tuvieron más tiempo para otras actividades. Hubo una explosión demográfica.
En comparación con los monos del bosque, sus equivalentes urbanos tienen menos músculo y son más susceptibles a la hipertensión y a las enfermedades hematológicas, dijo Narongporn Doodduem, director de una oficina regional del Departamento de Conservación de la Vida Salvaje.