El pintor frustrado y la mujer artista
A principios de los años sesenta, las pinturas de Walter Keane se vendían como churros. Esos niños y niñas de escasa estatura, cabeza grande y que miraban al espectador con enormes ojos tristes, no pasaban desapercibidos para la crítica. No había almacén en Estados Unidos que no vendiera sus reproducciones.
Todo marchaba a la perfección para los Keane hasta que su mujer hizo saltar la banca. Denunció que ella era la autora de los cuadros que se atribuían a su galardonado marido. Walter era solo un pintor frustrado con un gran ojo para el marketing y con el carisma suficiente para embaucar a todo un país. Y es que Walter tenía a su mujer oculta casi en la esclavitud durante ocho de los diez años que estuvieron casados. El dinero y las celebrities fluían sin cesar por la nueva mansión de Walter, pero Margaret apenas se enteraba ya que su marido la obligaba a pintar durante dieciséis horas al día y no la dejaba salir de casa, mientras el disfrutaba de una vida de lujo. La película recientemente estrenada “Big eyes” de Tim Burton retrata la vida que ambos llevaban.