El segundo lugar es para los Poodle. Estos perros durante el siglo XVII y XVIII se convirtieron en los perros preferidos de la nobleza. Su nombre proviene del alemán “pudel”, que significa “chapotear”, ya que su versión grande era un cazador de agua muy apreciado.
Son alegres y cariñosos y pueden convertirse en los mejores compañeros, pero a la vez son guardianes y anunciarán visitas. Se adiestran con facilidad pero, los más pequeños, suelen ser muy delicados, por lo que no se deben dejar con niños bruscos o inquietos.