El ciclismo es uno de los deportes más golpeados en el mundo producto del Covid-19. Lo más preocupante para los pedalistas es que sus equipos dependen exclusivamente de patrocinios.
Lo que sucede en Costa Rica es un claro ejemplo. Muchos equipos nacionales arrancaron este 2020 con incertidumbre, ya que cada vez el apoyo es menor. Ahora, con el coronavirus, todo se dificultó más.
Sobre este tema el diario El Confidencia de España presentó el siguiente artículo titulado: ''Revolución o muerte: el caduco modelo de gestión del ciclismo profesional''.
"El ciclismo necesita buscar nuevas vías de financiación para no depender en exceso de los patrocinadores. El coronavirus reabre un viejo debate. Pocos deportes como el ciclismo dependen única y exclusivamente de las aportaciones económicas de las empresas privadas", dice parte de a información
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Aquí la nota completa:
Fenómeno de masas a gran nivel, con millones de aficionados repartidos por todo el ancho y largo del planeta, el ciclismo presenta un modelo de sostenibilidad caduco. "Quiero salirme porque me he dado cuenta de que nadie quiere ayudarme a cambiar este modelo de negocio”. Son palabras del indómito Oleg Tinkov, el que fuera manager del Team Tinkoff en el que Alberto Contador corrió cuatro años.
El multimillonario ruso apostó fuerte por este deporte en 2012 con la intención de modificarlo desde dentro para hacerlo más rentable, pero no lo consiguió y acabó desentendiéndose del proyecto, harto y frustrado, como él dijo, de pelear contra la UCI y contra ASO, un muro, gestora del Tour de Francia.
Como él, otros actores llevan años batallando contra el sistema. La crisis del 2008, unido a varios escándalos de dopaje previos, fue especialmente cruda para el pelotón profesional. Muchos empresarios emprendieron la huida, recortando sus partidas destinadas al marketing para protegerse. Ahora, la nueva recesión económica provocada por el coronavirus tiene visos de asestar otro golpe de gracia a esta actividad, que venía recuperándose, y por eso los actores más influyentes de la escena levantan la voz. El ciclismo no puede considerarse únicamente un tablón de anuncios. David Brailsford, manager de Ineos, una formación que maneja un presupuesto por encima de los 40 millones de euros merced al gran músculo financiero que le avala, lo tiene claro: "Modernizar el modelo de negocio sería una sabia decisión para todos".
La única vía
Modernizar, robustecer, solidificar los cimientos para evitar que todo el edificio se venga abajo de la noche a la mañana. A Brailsford le salvó el proyecto que tenía con Sky, y que cuenta con los tres últimos ganadores del Tour, la potente (y polémica) empresa petroquímica 'in extremis'. Sabe bien de lo que habla.
El ciclismo es épica y muchas personalidades confluyen sus marcas aquí por los valores que representa y las audiencias que arrastra. Sin embargo, y a diferencia de otros deportes globales como el fútbol o el baloncesto, en las grandes pruebas ciclistas no se generan ingresos por venta de entradas, 'merchandising' o derechos de imagen. Las televisiones pagan por las retransmisiones, pero todo el caudal lo acaparan los organizadores de las citas, no los equipos. Así las cosas, para sostener la estructura que implica un equipo de la máxima categría el patrocinio empresarial es la única vía.
Esto es lo que se quiere cambiar. Durante este mes y medio de confinamiento numerosos equipos ya han mostrado su vulnerabilidad con recortes de sueldo voluntarios e incluso ERTE, como es el caso del español Burgos BH. Si el problema por la pandemia persiste, muchos no tendrán asegurado su futuro. Y es que, entre las empresas que patrocinan al pelotón internacional destacan compañías de todo tipo: desde gigantes de la telefonía como Movistar, hasta seguros, fabricantes industriales, marcas de calzado o distribuidores de café. Algunas de estas firmas, como el caso de la polaca CCC, están sufriendo los envites de la crisis al pertenecer a sectores económicos más frágiles, y con el calendario parado, sus dirigentes no le ven sentido al hecho de seguir inviertiendo en el ciclismo si no hay retorno por visibilidad. Esto pone en riesgo los contratos de ciclistas, técnicos y personal que hay bajo su paraguas. Proyectos con futuro como este, de repente se ven abocados a la ruina.
Y es que el negocio en el ciclismo apenas ha sufrido modificaciones en las últimas 40 décadas, quedándose obsoleto. El espónsor principal cubre un mínimo del 70% del presupuesto del equipo a cambio de ponerle el nombre y estampar su marca en ropa, coches, soportes y eventos en los que corra. El resto del dinero también proviene de otros mecenas, menos importantes. Para las marcas invertir en el ciclismo es más beneficioso que comprar un anuncio de televisión o pagar una cuña de radio. La publicidad es constante durante todo el año, no solo durante unos segundos. Ignorar la publicidad en el ciclismo es imposible porque las empresas forman parte de su identidad.
Ahora, sin competiciones, no hay paraíso y este momento actual da para reflexión. La industria ciclista se ve en la necesidad de buscar nuevas vías para obtener ingresos. El objetivo: evitar la dependencia excesiva de los esponsors. Las dietas obtenidas por participar en las competiciones más importantes del año apenas sirve a las formaciones para sufragar una parte menor de los gastos, pero nada más. El ciclismo en ruta no se disputa en un recinto cerrado donde se pueda cobrar el acceso, por lo que esto tampoco parece una alternativa seria pese a que algunas voces reclamen que se cobre a los aficionados por acudir a las etapas reina de las grandes vueltas o a los tramos de carrera icónicos de Roubaix, Flandes o Lombardía.
El reparto del pastel
El negocio, o el cambio de, está en los derechos de televisión. Es ahí donde los equipos quieren insistir. Los organizadores de las carreras que comercializan los derechos de sus pruebas no comparten beneficios ni con las formaciones ni con las federaciones que las regulan.
He aquí la brecha de la discrepancia porque la posición de la que gozan, cabe recordar que también se benefician de sus propios patrocinadores y de la inversión que realizan los lugares por los que pasa la caravana, es envidiable a ojos del resto de actores. El pastel se lo reparten unos pocos gracias al espectáculo que ofrecen los otros. Tinkov ya intentó la revolución, junto a otros equipos, creando Velon, pero su lucha quedó en nada, marchándose por la puerta de atrás con un gran número de enemigos a sus espaldas. Mientras RCS (Giro, Lombardía, SanRemo o Tirreno) quiso escuchar y la UCI hacía de veleta, ASO (Tour, Vuelta, Roubaix o París-Niza) se mantuvo en sus trece y se negó a negociar.
"El dinero de la televisión, de los patrocinadores y de las ciudades que acogen la carrera representa grandes sumas. Hoy los equipos traen a las estrellas, como Sagan o Contador, sin recibir ninguna contrapartida, al contrario que el fútbol o la NBA", dijo, no sin razón, el ruso. "Los equipos ciclistas no pueden vivir únicamente con el dinero de los patrocinadores, eso no se aguanta. Hay que crear una liga profesional para establecer el reparto", añadió. La coyuntura actual vuelve a reabrir el debate. Quiza sea el momento de agitar el cóctel de una vez y reinventar un negocio con fines de devolverlo más independiente y menos frágil, pero también más justo para todas las partes.
Fuente: Diario El Confidencial