Había un plan ante la posesión y dinámica española, pero muy temprano era notorio que no funcionaba. Todo era de España: la pelota, la cancha y el manejo del balón; todo era de ellos.
Ver a Anthony Contreras solitario al frente sin sentido era solo la muestra de que no entendían ni lo hicieron después, cuál era el guion que mandaba el juego. Las líneas no se juntaron, el bloque no apareció.
España suelta se lució: 76% de posesión, presión para recuperación rápida, luego asociaciones correctas, duelos ganados, penetraciones y aceleración ofensiva constante.
Nuestro Keylor Navas desprotegido por un equipo abierto, partido, desordenado, al que le pintaban la cara y el marco de goles.
Desamparados y aunque pasamos de 4 a 5 en defensa, la segunda línea era un flan. Fue un desastre: el técnico no pudo recomponer, nadie surgía en el terreno para guiar en semejante tempestad. Nos arrasaban.
La bola y el juego de ellos. Nunca cambió. No hicimos un remate a marco y tampoco un saque de esquina. El portero español Unai Simón pudo haberse sentado en el campo, fue el primer espectador.
Y por qué sucedió? A los jugadores como al técnico tiene que seguirles dando vuelta esa noche de espanto en el estadio Al Thumama. Dejaron ver lo peor de un grupo de jugadores en un campo: no fueron equipo, no se juntaron, no se orientaban ni menos coordinaron. Quedaron expuestos y entregados.
El juego 19 tico en mundiales es la lección más cruel sobre lo que no puede hacerse ante un adversario muy capacitado y ambicioso. ¡Para no olvidar jamás!
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