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La vida deportiva del delantero se resume en una sola cosa: el gol. Puede abrir espacios, colaborar en la marca, ser el mejor asistidor del equipo, bajar a volantear, etc, pero al final lo que de forma más certera definirá la participación de un atacante será su presencia en la red.

Tal registro es el argumento preferido de los scouts y contratistas de jugadores, así como de la afición, impaciente por ‘desgalillarse’ al gritar una anotación de su club favorito… Y ni qué decir de sus compañeros de equipo, que aun en las más adversas condiciones de un partido, siempre depositan toda su confianza en el goleador de su institución, aquel elegido por la diosa fortuna que normalmente encontrará la menor oportunidad para complacer a todos con un gol…

  

Pues bien, a mediados de 1996 el fútbol costarricense tenía varias figuras así: Paulo Wanchope, Rolando Fonseca, Froylán Ledezma, Jewisson Bennett padre, Allan Oviedo… y uno al que me voy a referir en este artículo: Ronald ‘la Bala’ Gómez. 

‘Patí’ Gómez (como lo llamaba Mario McGregor en sus inicios), acababa de coronarse campeón nacional con LD Alajuelense, así como máximo anotador de la primera división; mientras que en cuanto a su papel con las distintas selecciones ticas, acumulaba experiencia con la juvenil, sub-23 y ahora la mayor, de hecho Costa Rica había iniciado su camino a Francia 98 con una trabajosa victoria por la mínima ante Trinidad y Tobago en Puerto España, gracias a un gol de su autoría.

Así las cosas, el siguiente paso en la prometedora carrera profesional de Ronald Gómez (21 años de edad) correspondió a su traspaso al fútbol del extranjero. El Sporting de Gijón de la prestigiosa liga española se convirtió en su nuevo equipo, lo que significó un interesantísimo reto, pues se estaba vinculando a uno de los cuadros más modestos de una de las mejores competiciones del mundo, la que reunía a cracks internacionales como los locales Raúl González y Gaizka Mendieta, los brasileños Ronaldo, Rivaldo, Romario, Bebeto y Roberto Carlos, el portugués Luis Figo, los argentinos Fernando Redondo, Diego Simeone y ‘Kili’ González, el búlgaro Hristo Stoichkov, los croatas Davor Suker y Robert Prosinecki, el holandés Clarence Seedorf y el uruguayo Rubén Sosa, entre muchos otros más…

 

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Sin embargo, pronto empezarían a aparecer los imponderables del fútbol, que así como ocurre en la vida cotidiana, no perdonan ni el esfuerzo ni las mejores intenciones… Y es que ‘La Bala’ no terminaba de convencer a su técnico, el español Benito Floro, viejo conocido de los costarricenses pues cuatro años antes había dirigido a Luis Gabelo Conejo en el sorprendente Albacete de la campaña 1991-1992.

Quien años después asumiría el banquillo manudo, enviaba al campo a su nuevo discípulo tico en esporádicas oportunidades; así, Gómez debutó en Anoeta -campo de la Real Sociedad- al ingresar al minuto 88. Para la siguiente fecha, como local en El Molinón ante el Zaragoza, sumó 4 minutos; ninguno en el posterior partido, frente al Tenerife; un nuevo par de minutos en casa contra Compostela, y cero en la visita a Las Gaunas del Logroñés… Míseros 8 minutos en las primeras cinco jornadas de ‘la Bala’ fueron sus paupérrimos números hasta antes del 21 de octubre de 1996.

Y como sucede con los delanteros, lejos de darse por vencidos, lo que suelen hacer es continuar esforzándose para tratar de aprovechar la siguiente oportunidad, y esa ocasión le llegó a nuestro representante en el balompié español, justo en la fecha señalada, en el encuentro ante el Sevilla en el Estadio El Molinón.

Los visitantes andaluces, dirigidos por José Antonio Camacho (luego se haría cargo del Real Madrid y de la selección española), se presentaron con algunos futbolistas importantes como el argentino Matías Almeyda, los griegos Petros Marinakis y Vasilis Tsartas (este último sería compañero de ‘Paté’ Centeno en el AEK en la 2002-2003), y como dueño de la portería, Ramón Rodríguez ‘Monchi’, ídolo sevillista y quien hoy, al servicio del Aston Villa, se ha convertido en uno de los más eficientes directores deportivos de Europa.

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De nuevo relegado Ronald al banquillo, el tempranero tanto del artillero ‘Salva’ Ballesta, que desde el 10’ puso arriba a los visitantes, obligó a Floro a concederle más minutos al tico, pues urgía de poder ofensivo para ir a buscar la paridad en el marcador. De tal forma, el entonces seleccionado nacional ingresó diez minutos después de iniciado el segundo tiempo, y tan solo seis minutos más tarde le quedó una inmejorable opción cuando el árbitro Fernando Carmona señaló un tiro libre a 30 metros de la meta de ‘Monchi’. Gómez pidió el balón, y no hubo objeción de sus compañeros, quienes en los entrenamientos ya habían visto la potencia con que remataba el centroamericano. Silbatazo de Carmona, y se vino un descomunal trallazo de Ronald Gómez; ni la barrera sevillista ni su arquero pudieron impedir el destino que llevaba el balón… 

Seguramente ‘la Bala’ se habrá acordado de los ‘leñazos’ que descalzo convertía en goles en aquellas ‘mejengas’ que jugaba en la canchita de su natal Pilas de Canjel en Guanacaste… Lo cierto es que ese día los aficionados del Sporting de Gijón fueron testigos de un fortísimo disparo que le dio el empate a su equipo, pero aun más importante, le regaló a su autor esa sensación que solo se alcanza cuando se logra lo que con muchas ansias se ha estado buscando…

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Una vez concluido el encuentro, Ronald Gómez supo que le cumplió a Benito Floro, a sus compañeros, a su afición, y, al otro lado del Océano Atlántico, a su país, donde sus compatriotas celebraron un nuevo gol de un costarricense en la liga española tras 32 años desde el último (‘Cayaca’ Marín en 1964)… Todo gracias al balazo que salió de su pierna izquierda; aquel fue un balazo tico en España. 

* El autor es historiador de fútbol costarricense y responsable de la página de Facebook Gol de Camerino; pronto estará publicando el libro Nuestros primeros legionarios. Futbolistas ticos en el mundo 1875-1990. 

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