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Aquel futbolista alto, desgarbado pero elegante, de excelente golpeo a la pelota y líder en el terreno de juego, pero aún más fuera de éste, sería un ícono para el fútbol y la sociedad brasileña de los años ochenta.

Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira abriría sus ojos por primera vez en la ciudad de Belém do Pará, Brasil; en el hogar de Raimundo de Oliveira y Guiomar de Oliveira, en el año 1954. Su padre admiraba la cultura griega, tanto que a sus otros hijos les puso de nombre Sófocles y Sóstenes. El menor de la familia se iba a llamar Jenofonte, pero la esposa de Raimundo se lo impidió y terminó llamándose Raí, también futbolista de éxito en Brasil.

Sócrates creció en un ambiente culto y con la posibilidad de estudiar, tema prioritario para sus padres que lo consideraban la mejor forma de ser libre de la esclavitud mental, social y política que el sistema suele imponer a sus ciudadanos. Desde la década de los sesenta, Brasil se sumía en una dictadura militar opresiva. 

Su juventud la combinó entre el fútbol y el estudio; cuando llegó el momento de ingresar a la universidad optó por estudiar medicina al tiempo que jugaba ya con el Botafogo de Riberao Preto, en donde debutó profesionalmente en 1973. Los técnicos del equipo no tenían mucha confianza al principio en sus cualidades: era un futbolista muy alto (1,93 m.), muy delgado y con unos pies excesivamente pequeños, algunos decían que calzaba 37. Sin embargo, logró desarrollar un magnífico toque de balón, casi como un malabarista, una visión del campo como pocas veces se ha visto y con un juego de tacón brillante. Tanto, que incluso llegó a lanzar algún penalti con esa parte del pie. Durante sus estudios de medicina declinó ofertas de los poderosos Flamengo y Fluminense para permanecer en el ambiente universitario de São Paulo. 

Mientras Sócrates crecía como futbolista, hasta llegar a ser una estrella, solo por detrás de Zico en esa década, pero también crecían sus ansiedades por hacer algo por mejorar la situación de sus compatriotas bajo el yugo de la dictadura. Así llegó el Mundial de España 82, en donde se observó un maravilloso equipo brasileño que deleitó a los aficionados de todo el mundo; esa selección cuyo capitán era el flaco de esta historia fue derrotada por una impetuosa Italia y un enrachado Paolo Rossi, quien le anotó tres goles en ese juego que millones de aficionados lloraron alrededor del mundo. La mejor Brasil de la historia, solo superada por la de 1970, dejaba su sueño mundialista, quizá de forma injusta ante el cerrojo azzurro.

Para el Mundial de México del 86, Brasil y Sócrates todavía mostraron gran fútbol pero sería el mundial de la consagración universal de Maradona y, sí, Sócrates se quedaría sin ser campeón del mundo. Para el Mundial del 90 en Italia ya no estaría pues había decidido retirarse y dedicarse a la medicina y a la escritura, apenas un año antes.

En el entretanto pasaban ambos mundiales, la labor de Sócrates para dar voz al pueblo se hacía cada vez más marcada; incluso fue el mayor impulsor de lo que se llamó la "Democracia Corinthiana" en la cual todas las decisiones se tomaban votando y todos los votos contaban lo mismo. La repercusión de las acciones que Sócrates y sus compañeros de equipo realizaban a la vista de todos los actores de la sociedad brasileña de los años ochenta ayudó definitivamente a poner fin a la dictadura en su país logrando llamar a elecciones populares.

Bajo este sistema democrático, el club logró dos títulos mostrando un exquisito fútbol porque Sócrates no concebía el fútbol de otra manera. "La belleza es lo primero, la victoria es secundaria, lo que importa es disfrutar" y "no hay que jugar para ganar, sino para que no te olviden" muestra su forma de pensar sobre el fútbol. Pero también, este hombre con nombre de filósofo y con un pensamiento socio político que no admitía contrariedades dejaba otras frases para la posteridad como "Ganar o perder, pero siempre con democracia", "Para mí, lo ideal sería un socialismo perfecto, donde todos los hombres tengan los mismos derechos y los mismos deberes. Un mundo sin poder", "La gente me dio el poder de decir las cosas, entonces yo las digo por ellos".

Pero el Sócrates humano también tenía sus problemas, especialmente con el alcohol y el cigarrillo, adicciones que lo llevarían a sufrir de cirrosis hepática. Cuentan que, en medio Mundial de España, fumaba 8 cigarrillos al día (lo normal era 25). A finales de 2011 llegaría por sus propios medios al Hospital Israelita Albert Einstein de São Paulo a consecuencia de un choque séptico de origen intestinal causado por una bacteria. Mientras agonizaba probablemente recordó sus títulos con Botafogo, Corinthians y Flamengo, su triste año en Italia con la Fiorentina o sus 23 goles con la verdeamarelha. Sin embargo, un fuera de serie como él no podía irse así sin más. La vida quiso recompensarlo de alguna forma y su sueño de "morir un domingo y con Corinthians campeón" se materializó el 4 de diciembre tal y como él lo quería.

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