Rodrigo Romero Saldívar vive en Puebla, México, y cuenta con un récord que es la envidia de muchos: tiene la colección de minipelotas más grande del mundo, certificada por Guinness en 2020.
A casi dos años del reconocimiento de la hazaña, habló con el diario La Nación de Argentina y contó su historia. Su amor por el fútbol, su familia y una enorme red de contactos fueron los ejes para la construcción de este logro.
Esta historia comenzó a partir de su fanatismo por el deporte. El coleccionista es hincha del Puebla en su país, pero lleva con orgullo los colores del Atlético Madrid. El amor por el Colchonero nació cuando su compatriota Luis García vistió esa camiseta entre 1992 y 1994.
Justamente en Madrid empezó la hazaña, concretamente en 2006. De cara al Mundial de Alemania, Rodrigo consiguió la posibilidad de irse de intercambio a la ciudad española y estar cerca del Atlético, pero también del país teutón, con la intención de ver a su selección en la Copa del Mundo. Gracias a la ayuda de un amigo mexicano y su papá que viajaron hasta allí, pudo presenciar los encuentros de México-Angola y Portugal-México.
Allí, él y su amigo querían matar el tiempo libre que tenían entre partidos y se les ocurrió comprar una mini pelota de Brasil para jugar. Lo que Rodrigo no sabía era que ese balón que usaron en las calles teutonas sería el primero de una colección récord que continúa creciendo casi 16 años después. “Ese es mi primer balón, yo me lo traigo de Alemania y mi amigo siempre me recriminaba que me lo quedé yo, ahí tiene el por qué”, dice entre risas.
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No fue hasta cuatro años después que se propuso comenzar seriamente con la colección. El detonante fue nuevamente el Mundial. En aquella ocasión, viajó a Sudáfrica y, en ese entonces, el recuento se encontraba en 40 balones, que fue aumentando por compras aisladas y regalos de amigos. Gracias a que recibió el set de pelotas oficial de la Copa del Mundo, comenzó su obsesión: “Me regalaron ese set y a partir de ahí empecé a buscar por todos lados”.
El camino, sin dudas, no fue fácil. En un comienzo, conseguía las mini pelotas en tiendas deportivas o mediante compras por Internet. Con el correr del tiempo y el incremento de la colección, los objetivos se volvieron cada vez más difíciles. Cuando tuvo que buscar ejemplares de ligas exóticas y lejanas a su país, necesitó de una herramienta clave para poder seguir adelante: una fuerte red de contactos.
A través de grupos de Facebook, conoció coleccionistas de todo el mundo y con muchos de ellos forjó amistades. Gracias al vínculo que construyó, pudo facilitar la compra y transporte de las pelotas. No solo el flete era el problema, ya que las tiendas de muchos clubes no hacen envíos al país norteamericano, sino también la compra en sí. En el caso de las pelotas de algunos territorios, no podía siquiera pagar estando en México, por lo que Rodrigo coordinó para que hagan la compra y el envío por él y luego transfirió el dinero correspondiente.
Con el paso de los años, la colección siguió agrandándose hasta que un día se le ocurrió investigar de cuánto era el récord. La anterior marca correspondía a un argentino, Fernando Fuglini, que tenía 861 pelotas. “Dije ‘la verdad es que le gano, solo hay que buscar qué hacer para conseguirlo’”, recuerda.
Con el objetivo en mente, comenzó un proceso arduo y tedioso: comunicarse con Guinness y certificar el récord. “Puedes hacerlo de dos maneras: pagas y Guinness manda a toda su gente para hacer el trámite, o bien lo haces paso por paso”, explica. Rodrigo optó por la segunda opción y en pleno 2020, cuando la pandemia recién había comenzado, habló con la organización y se dedicó a cumplir todos los requisitos.
El mexicano tuvo que conseguir a alguien relacionado al mundo del fútbol para que oficiara de testigo en el recuento de pelotas. En este caso, Rodrigo se contactó con Carlos “Búfalo” Poblete, delantero chileno que durante los ‘90 tuvo tres pasos por el Puebla. Ante la atenta mirada y la certificación del futbolista, el coleccionista se grabó en un video contando uno por uno todos los balones que poseía.
Sumado a esto, Guinness pedía un listado donde cada mini pelota de la colección estuviera anotada, fotos de cada una de ellas y entrevistas previas reconociendo su logro. Para juntar toda esta información, el mexicano creó su sitio web donde colocó imágenes de su museo, las charlas previas con medios y lo más importante: cada una de las pelotas separadas por confederación, torneo, país, club o jugador, según la división que corresponda.
Solamente hubo un ítem de la lista que no pudo cumplir. Guinness en un principio le solicitó facturas de todos los balones, algo que no tenía en su poder por el paso del tiempo. Esto se debió no solo a los años transcurridos, sino también a que muchos fueron regalos. Afortunadamente, la organización entendió esta situación y no supuso un obstáculo.
El conteo fue realizado el 21 de mayo de 2020 y recién fue confirmado en noviembre de 2021. A Rodrigo Romero Saldívar le entregaron el récord de 1230 mini pelotas y, hasta el momento, no fue superado por nadie. En el total, aparecen ejemplares de decenas de países y torneos.
Sorprendentemente, este no es el primer logro de ese estilo que consigue Rodrigo. Hasta 2010, cuando se propuso juntar balones, coleccionaba latas y llegó a tener unas 1400. Según comentó, la costumbre de las colecciones viene desde sus padres, que tenían este hobby.
Actualmente, el mexicano posee 1456 mini pelotas y tiene una búsqueda activa en su sitio web. Un apartado muestra una serie de balones antiguos que todavía no pudo conseguir y que espera poder encontrar.
Cómo nace el museo
Hasta que se mudó con su esposa a un departamento, Rodrigo llegó a tener casi 500 pelotas en su cuarto cuando aún vivía con sus padres. Al momento de irse, con su pareja llegaron al acuerdo de que se podía llevar las 50 que más le gustaran y guardarlas en una vitrina; el resto tenía que quedarse en la vivienda de la infancia.
Allí permanecieron hasta que ambos consiguieron un terreno y emprendieron el sueño de la casa propia. Antes de empezar a construir, se chocaron con un problema que se convirtió en oportunidad. El terreno estaba lleno de escombros y, para poder construir, hubo que rascar tres metros hacia abajo. En lugar de llenar ese espacio con tierra, con el arquitecto a cargo tuvieron la idea de aprovechar el espacio para hacer un sótano.
La pelota de la final de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, donde México se impuso 2-1 a Brasil. Una de las favoritas del coleccionista
“Pudimos poner un bar, un cuarto de juegos para mis hijos y un cuarto para mí”, detalla Rodrigo. Su espacio se convirtió en un museo de unos 30 metros cuadrados que actualmente exhibe la enorme colección que construyó a lo largo de los años. Llamado Vicente Calderón, como el antiguo estadio del Atlético Madrid, el lugar no solo tiene las mini pelotas sino muchos detalles del Colchonero que construyen un auténtico ambiente futbolero.
Luego de la demolición para construir el Wanda Metropolitano, el mexicano pudo conseguir una butaca del viejo estadio y un pedazo de red donde se marcó el último gol. Junto con esto, por debajo del piso creó una mini cancha de fútbol donde formó un once histórico de los mejores jugadores que vio en el Atlético y la camiseta de cada uno.
Su particular apodo
En su faceta de coleccionista, Rodrigo es más bien conocido como Flacao. De hecho, en sus redes sociales y en el sitio web se presenta como Flacao y su fútbol. Según contó a este medio, el apodo nació gracias a un juego de palabras que creó un amigo suyo en comparación con Radamel Falcao.
Desde su paso por el Atlético, el Tigre fue muy admirado por todos los hinchas. Consciente del cariño por el delantero colombiano, un amigo tomó el segundo nombre de Rodrigo, que es Rafael, y la contextura física del coleccionista, que siempre se caracterizó por ser muy flaco. Así es como nació el apodo “Rafael Flacao”, que el protagonista adoptó y convirtió en una marca personal.
Como una especie de nombre para su faceta de coleccionista, muchas de las personas que lo conocieron por su récord lo identifican así y no por su nombre real.
Su pelota favorita y el lugar del fútbol en su vida
Dentro de su enorme colección, Rodrigo Romero Saldívar tiene claro cuál es su pelota favorita. Lejos de cualquier competición, el balón más querido es uno que oficialmente no forma parte del récord, pero que tiene un lugar muy especial en su vida.
Cuando estaba embarazada de su primer hijo, su esposa decidió sorprenderlo de una forma especial: “Me dijo: ‘Te compré un baloncito, está en esta zona’. Lo empecé a buscar y era uno blanco, estaba pintado. Decía: ‘Vas a ser papá’”. Con su primer hijo, llamado Rodrigo al igual que él, que va a cumplir tres años y a la espera del nacimiento del segundo, Santiago, en las próximas semanas, el coleccionista encontró la manera de mantenerse ligado al fútbol a través de un segundo trabajo.
Rodrigo se dedica a la recolección de residuos orgánicos durante el día y por la noche administra junto a un primo GKombat, una cancha de fútbol 7 en la que es socio con un amigo. Según explica, él nunca contó con el capital para comenzar con el emprendimiento de una cancha. En octubre, comenzó a funcionar el establecimiento de su compañero, que no tenía tiempo para llevarlo adelante. Ante la imposibilidad del dueño, vio la oportunidad de ayudarlo y cumplir otro sueño: poder relacionar el fútbol con su vida cotidiana.
Fuente: Diario La Nación Argentina