Juan Carlos Loustau fue el central en el partido Costa Rica ante Escocia
El ex árbitro argentino Juan Carlos Loustau, quien dirigió el partido que Costa Rica le ganó 1-0 a Escocia en el Mundial de Italia 1990, brindó una amplia entrevista al diario La Nación de su país y contó varias historias que le tocó vivir con grandes protagonistas en el mundo del fútbol.
Para los ticos el duelo ante los escoceses era su debut en una Copa del Mundo mayor. La Sele triunfó con gol de Juan Cayasso.
Loustau habló sobre su recorrido, personajes con los que compartió y sobre cómo es su vida actual disfrutando de una de sus grandes pasiones: los caballos.
Aquí la nota presentada en el diario La Nación de Argentina
"Cuando dirigí Alemania-Holanda por los octavos de final de Italia 1990, antes de comenzar el partido me preguntaba qué hacía ahí. Dos años después, dirigí la final de clubes entre el Barcelona de Johan Cruyff y el San Pablo de Tele Santana en Japón. Todo eso era una película para mí, que crecí en Temperley. Pero nada igualó la alegría que tenía cuando Chupito, con el colorado Cosenza, ganó el Carlos Pellegrini de 1972 en Palermo", sorprende Juan Carlos Loustau. Fue el único árbitro argentino de aquella Copa del Mundo y hoy, a los 72 años, muestra su lado B, el de otra de sus pasiones, la de los caballos.
"Chupito era de un amigo de mi viejo, que me dijo que él no iba a ir, pero que fuera yo a verlo ganar. Fue un final tremendo; cuando estaban definiendo me acordaba de mi papá. No lo podía creer. Yo tenía 25 años. Caminé siete cuadras desde casa hasta la estación de tren, de ahí hasta Constitución, me tomé el subte hasta Retiro y otro tren, que es el que te deja enfrente del hipódromo, en la estación 3 de Febrero", recrea. Ese mismo año comenzó el curso en la escuela de árbitros. En la primera división dirigió entre 1979 y 1994. La del juez es la parte más conocida de Loustau.
"Soy admirador de los caballos porque los herraban mi abuelo y mi padre. Me crié entre las manos y las patas de los queridos caballos. Tendría 5, 6, 7 años y me la pasaba en la herrería. A mi abuelo, un vasco-francés, los entrenadores lo llamaban «el artesano de la herradura». Su padre lo había puesto en un barco a Sudamérica para que escapara de la guerra, mientras que él se quedó en Francia. No se vieron nunca más", amplía Juan Carlos, que sigue viviendo en la zona, del partido de Lomas de Zamora. Aquella herrería, a unas 10 cuadras, es hoy una gomería que conserva la estructura. "Crecí escuchando hablar de caballos en todas las comidas y la ventana de mi habitación daba al lugar en el que dejaban a los que se usaban para el reparto; los escuchaba relinchar cada madrugada", detalla. El equino era parte del equipo de trabajo, un compañero, como sigue pasando en zonas rurales.
En el ambiente del fútbol, algunos comenzaron a preguntarle por el turf. "Por ahí terminaba el partido y me cruzaba a Carlitos Fren, que estaría jugando en Argentinos o Independiente, o a Chiche Sosa, que ya era DT, y me hacían algún comentario. Ellos asociaban que mi gusto era por las carreras, pero siempre me gustaron los caballos de todo tipo", explica, y sonríe. Nunca les dio precisiones, asegura. Fren llegó a vincular a Diego Maradona con los purasangres y su hijo, Javier, es actualmente preparador en Palermo.
"Creo que a Diego Maradona lo dirigí tres veces, mucho antes de que tuviera caballos: el día en que le hizo cuatro goles a [Hugo] Gatti; en 1981, cuando estaba en Boca, y en un amistoso de la selección ante Bulgaria. ¡Mirá que dirigí a fenómenos, pero Maradona era impresionante! Es el mejor que vi. Volaba en la cancha. Tenía guapeza, destreza, habilidad, velocidad... era imparable", describe, y suma una anécdota de un gol célebre en uno de esos partidos, un tiro libre de ángulo cerrado a Boca, cuando Pelusa jugaba por Argentinos, en Vélez. "Cobro una falta cerca de la línea, casi llegando al córner, por una infracción que le habían hecho a él. Cuando estoy contando los pasos para la barrera, Diego me grita que lo deje jugar rápido y me corra porque va a hacer un golazo. Lo habilité con las manos hacia adelante y se la clavó en el segundo palo a Gatti. Todo en dos segundos. Estaba tirado en el suelo, se levantó y la puso en un ángulo". El partido terminó 5-3. El Loco había dicho en lo previo que Maradona era "un gordito".
Fútbol y carreras son pasiones unidas en el tiempo. A Loustau se le cruzaban en el camino, y disfrutaba ambas. En sus últimos años como juez, había conocido al cirujano plástico José Juri, que tenía un haras, Los Moros. "Juan Carlos Biscay, que también dirigía en esa época y aunque no éramos amigos se preocupó mucho, me lo había presentado porque Patricio, mi hijo que es árbitro ahora, había tenido un accidente al chocar el auto en el que viajaba y habían tenido que coserle la cara. Ni sé cuántos puntos le dieron. Fue la madrugada de un día en que yo tenía que dirigir un River-Boca. Es más, cuando me llamaron para decirme que había tenido un accidente, yo los insulté porque creí que era una de las llamadas típicas de los hinchas que recibía en tantos partidos", comienza el relato Juan Carlos. "Juri lo vio, le dijo que esperara tres meses y que lo iba a dejar más lindo que antes, que es lo que pasó...", ríe el ex referí.
Y continúa. "Cada vez que lo llevaba a su clínica, me ponía a hablar de caballos con José. Al tiempo, me preguntó si podía ir a dirigir un partido en Suipacha, cerca del haras. Llevó a ex jugadores reconocidos, como Gatti y [Ubaldo] Fillol, para recaudar fondos para el hospital local. Fuimos todos a pasar el día, además, porque hizo un asado en el haras. Yo quedé fascinado, estaba como un chico con zapatos nuevos. ¡Quería ver a Romance Moro!", enfatiza, nombrando al mejor caballo que nació en esa cabaña, dueño de nueve triunfos en 13 carreras y, luego, padrillo en esas praderas.
La experiencia en ambos deportes populares lo llevó a dar una charla en la escuela de aprendices de La Plata el año pasado. "Hace un tiempo, veía carreras en San Isidro y había un chico que tendría 20 años y pintaba muy bien, en mi mirada como aficionado. Se notaba que había nacido para eso, y ganó muchos grandes premios. Ahora, tras tanto tiempo, lo conozco y está al lado, dictándoles clases a ustedes", les dijo a los futuros jinetes. Fabián Rivero, aún en actividad, cuenta que la emoción lo dejó paralizado ante el sorpresivo elogio. El lazo entre ellos nació cuando los presentaron en un partido organizado por Ignacio Fernández, el mediocampista de River.
Los alumnos preguntaban mucho de fútbol y cómo soportar a la gente que desde la tribuna se enoja cuando el jockey pierde una carrera. "La relación del fútbol con el turf es comparable en la responsabilidad de un equipo, como el que el árbitro forma con sus asistentes. Ustedes trabajan con peones, cuidadores y la gente de cada stud; también van a tener que tomar decisiones rápidas y oportunas, y hacer prevalecer el instinto ante situaciones que, apresurados, puede llevarlos a un error. En mi caso, podía ser un penal que se cobraba mal o no se cobraba. En el caso de ustedes, perder una carrera o arriesgar demasiado en una maniobra", les indicó a los jockeys. Y puso el foco en la pasión: "En el turf, el fanatismo no hace perder el control, como sí pasa con los hinchas de un club que están todo el partido con la máxima tensión. Esto es más racional, la gente reacciona diferente, aunque grita en los finales. Cuando termina una carrera, hasta aplaude al caballo al que le jugaron en contra. Hay que convivir con la presión". Para Loustau, los caballos siempre fueron un cable a tierra.
Fuente: Diario La Nación Argentina