Un gol, un gran triunfo, y el fútbol cuenta mucho y ahora marca a Vinicius, que se convierte en la esperanza del Real Madrid para elevar el juego ofensivo y convertir anotaciones.
Ni su primera noche de gloria, con gol y triunfo ante el Barcelona, le hicieron acomodarse en la satisfacción. En el vestuario, los mayores pidieron calma a los más animosos y en su casa, tras el abrazo, los matices técnicos. «Es una esponja», definen en el club, donde su éxito es de los más celebrados, por ser el rostro bandera de la nueva filosofía deportiva de la entidad: la apuesta por talentos prometedores.
Reconocen todavía hoy los que le captaron en Brasil que aquella operación (45 millones por un chico de 16 años) fue muy valiente por parte del Madrid. Ni los más avezados ojeadores puede garantizar que un fenómeno adolescente, con piernas imparables, vaya luego a cuajar bajo la camiseta de más peso del mundo. El proceso, repetido después con Rodrygo Goes, tenía sus plazos, desde el año de cesión en su propio equipo (Flamengo) hasta el aterrizaje en España vestido primero del Castilla.
Después, las curvas del Madrid post Cristiano aceleraron su integración la pasada temporada. En la actual, le ha costado convencer a Zinedine Zidane, su primer profesor en Valdebebas. Si con su círculo más cercano comenta los partidos, los errores y aciertos (ese desmarque a destiempo o ese remate pifiado) con el entrenador, cara a cara, acomoda el cuerpo como él le dice, pone el empeine duro o levanta la cabeza cuando se lo pide. Clases prácticas para afinar su naturaleza de potro salvaje.
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Las ayudas que recibe
En el Madrid señalan al «buen entorno» que le rodea a la hora de analizar su consolidación en la elite. Vinicius vive en La Moraleja acompañado de amigos, sus padres y otros familiares. Sus íntimos son Felipe, Menegate y Wesley, tres colegas de Brasil que le ayudan en el día a día. Son su núcleo duro. Con alguno de ellos coincidió en la cantera del Flamengo. También cerca, aquí en Madrid, están junto a él Frederico Pena y Tatá Soares, dos de sus representantes (de la potente agencia TFM), y su tío Ulysses. Con ellos monta comidas en casa, más del gusto de hacer planes hogareños que de salir fuera. Si acaso, alguna cena esporádica en fogones brasileños de nivel en la capital. Por ejemplo, Rubaiyat.
Para el menú casero ha pedido al Madrid que le recomiende un nutricionista. En su agenda, más de una tarde, hay actividades con la Fundación del club, visitando proyectos sociales. «No olvida de dónde viene», recuerdan desde el Santiago Bernabéu, con la imagen de la fachada de su humilde casa en la memoria. En una de las favelas más peligrosas de Río de Janeiro. Todavía, cuando viaja a su país, visita la zona, regalando tiempo, balones y camisetas a los chavales del barrio.
ORIGEN HUMILDE
Hasta allí fue, en su momento, Juni Calafat, mano derecha del director general, José Ángel Sánchez, y responsable de la captación en Brasil. Él es el enlace de Vinicius con el club. Su nombre brota detrás de las últimos fichajes de jóvenes valores. El método se repite: detección en origen, supervisión personal en el año de cesión que suelen tener y después, mimos en el aterrizaje madrileño, tanto al chico como a su familia. Ayuda integral: futbolística y de adaptación a la nueva ciudad.
«Las críticas le hicieron más fuerte», creen en su entorno, donde reconocen que el ruido también llega al jugador. La mala puntería, sus apagones en el área, los problemas de definición... Pasó sus malos días, sin entrar en las convocatorias de Zidane, hasta que poco a poco fue creciendo en el equipo. Eso sí, según dicen, no perdió nunca la sonrisa que ha convertido en imagen de marca.
El domingo, en la segunda parte, cuando las piernas del Barça empezaron a flaquear, las suyas brillaron por encima del resto. Que Kroos y Benzema, dos de los compañeros más clarividentes sobre el césped, le buscaran constantemente no era casualidad. Al marcar, quedó una foto alejada de la celebración del 1-0. El grito solitario de Casemiro, el hermano mayor de Vinicius en el vestuario. Su tutoría también aparece a la hora de dibujar el manto protector del delantero.