Recuerdo que cuando tenía apenas 5-6 años de vida, las tertulias en mi casa los domingos por la tarde rondaban sobre el orgullo que sentía mi padre, mi abuelo y sus amigos, después de haber visto bailar al Ballet Azul en los juegos de mediodía en el Estadio de Cantarrana… pero cuando vino la desazón, "por un punto no fuimos campeones", también vinieron las explicaciones; era un ballet sin actores suplentes, no había "banca", escuché decir categóricamente.
Ese fue el preámbulo de un sueño que, lamentablemente ha permanecido sin hacerse realidad, por más de 50 años. Hoy, donde aquella Institución que mi abuelo y sus amigos rescataron de las cenizas en 1936 para hacerlo campeón, ha reiniciado su camino, luego de que las inmanejables deudas de la estructura de una sociedad anónima deportiva, más parecida a una entusiasta asociación de buenas intenciones, abrieron las puertas para que la Sociedad Anónima 1906 Cartaginés, se hiciera responsable de toda esa debilidad que, en 2018 hacía prever que los últimos céntimos en las alicaídas arcas, se destinarían a la compra de candados para cerrar el inmueble inaugurado en 1949 y bautizado en 1973, en honor a la insignia del campeonato de hace 80 años, Fello Meza.
Para dicha de nosotros, los azules de corazón y del futbol nacional, lo que parecía también una ilusión que se desvanecía, realmente hubo una persona (no una sociedad anónima) que asumió el enorme riesgo de sacar al Cartaginés de la UCI y de darnos alegrías, como las que disfrutamos la noche de este pasado miércoles, cuando los equipos en el Nacional, se fueron a descansar. Esa ilusión, esa alegría, se debe exclusivamente a una persona, a una familia, la de Leonardo Vargas.
Tengo el gusto de conocer a Leo desde nuestra época escolar; he sido testigo del amor incondicional por el CSC durante todo nuestro peregrinar. Muchos dudaron de sus reales intenciones; a los que me enfrenté, pues sé de su autenticidad; mucho mejor aficionado azul que cualquier otro, vivo o ya fallecido.
Todos debemos seguir cerrando filas en apoyo a su gesta, libre de vanaglorias y llena de sacrificios; todos debemos ser leales y consecuentes, para que el CSC nos lleve a hacer realidad ese sueño que nos ha acompañado y que, no en pocas veces se ha tornado en pesadilla. Pero, lealtad no puede confundirse para nada con la maldecida obsecuencia. Ser leal, significa también señalar acciones y decisiones que, desde nuestra experiencia de vida, preparación y afición, llegamos a considerar erróneas.
Esa advertida peregrinar de las vacas con las que nos atormentan desde el final de la noche de miércoles, tiene sus causas y debemos señalarlas, con el único objetivo de corregir y volver a sentir ilusión. Lo importante es la capacidad de cerrar partidos, pero aún más, de cerrar segundas vueltas, para llegar fuertes a las instancias finales, donde cualquier cosa puede pasar.
Basado en las condiciones financieras, que solo Leo conoce, se puede entender la negativa en contar con un experto que planifique y actúe de acuerdo al establecimiento de metas de mediano y largo plazo, más allá del resultado del siguiente domingo, pero no se puede compartir esa obcecada decisión. Si se quiere que esa danza que vimos en el primer tiempo de este miércoles dure no solo 90 minutos, sino que también nos traiga alegrías en el final del torneo, es muy difícil que se logre, si en el plantel no hay otro arquero exigiendo titularidad; no hay suficientes centrales peleando puestos; ni siquiera hay un lateral izquierdo con ese oficio; mucho menos un 9 con sed de heredar los aportes de un excelente jugador a quien la paz le volvió a acompañar después de tres tortuosos años en nuestro territorio.
La tarea es muy grande y debe hacerse con lo que hay hoy, no hay de donde echar mano. Desde ya Leo debe poner abajo y/o buscar más recursos, para que una mano experta venga a mover las cosas desde ya, para que ese ballet del que hemos disfrutado, sea exitoso en el plazo más inmediato posible, pero que no deje a la afición con un sueño, como aquel que se quedó en eso, en 1968, porque "no había banca".
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