La mano de hierro con la que se impone a sus rivales hace incontestable cualquier debate; esta generación de jugadores ya puede considerarse en las dinastías de leyenda del futbol morado pues un tetracampeonato es algo al alcance de muy pocas generaciones y más aún con la solvencia con la que se ha impuesto en estos cuatro semestres frente a sus rivales.
Nunca se deja a un monstruo con sangre en el ojo. Los clásicos de fútbol siempre se definen por pequeños detalles, y más aun en series de ida y vuelta. El peor error que cometió la Liga Deportiva Alajuelense fue sacar una pírrica ventaja de apenas una anotación frente a un Saprissa que quedó con ocho jugadores. No aprovechar la localía y dejar vivo a un equipo tibaseño que se sintió agraviado por el arbitraje fue un pecado mayúsculo. Los morados salieron a jugar el partido de vuelta con el cuchillo en los dientes con verdadero fuego en los ojos y con una afición completamente entregada cuyo aliento los hacía ir en volandas; tanto fue así que en los primeros quince minutos ya se había nivelado la serie en anotaciones ante la prodigiosa acción individual de Ariel Rodríguez quien de puntera envió el balón al fondo de las piolas.
Pandemonio total. La segunda mitad arrancó con variantes visitantes que desconcertaron al Deportivo Saprissa, sin embargo, el cuerpo técnico morado supo interpretar de manera magistral estos movimientos y con los ingresos de Luis Díaz y Yoserth Hernández maniató por completo al rival y lo posterior simplemente fue una locura. Las anotaciones de Luis Javier Paradela (MVP de la serie y la temporada) y de Orlando Sinclair desataron una algarabía descomunal, un manicomio por doquier; la remontada había sido consumada y el monstruo morado una vez mas ejercía de dictador incontestable frente a un rival que cada vez se ve mas chico y disminuido. La afición morada coreaba “SOMOS CAMPEONES OTRA VEZ”.
Equipo de Leyenda. Hablar de nombres propios en un deporte colectivo es sumamente complicado, sin embargo, vamos a enumerar algunos de ellos. El primero desde el cuerpo técnico es a Don Vladimir Quesada Araya, un estratega que le ha costado ganarse el beneplácito de su feligresía, pero ayer se consagró a la altura de los más grandes, una lectura de juego impecable y una inmejorable gestión de camerino a lo largo de su estadía al frente del navío morado lo han llevado a su cuarto cetro como timonel y ya se encuentra a solo dos títulos de ser el máximo ganador de la historia. Hablando de los jugadores una vez el papel del capitán Mariano Nestor Torres, una leyenda viviente, un jugador irrepetible, la estadía del argentino en la casa tibaseña es como haberse pegado el mayor de la lotería, su liderazgo en el terreno de juego y su aporte en el colectivo futbolístico son verdaderamente únicos. Luis Javier Paradela, es otro jugador que abrazó ese ADN ganador, la imagen de “Cuba” sangrando por la ceja con una mirada asesina esperando la vuelta tuvieron premio pues de sus botas nace la segunda anotación que volcaba la serie a favor saprissista, ojalá y se quede muchos años más en la casa morada. Y por último Esteban Alvarado, el imponente cancerbero y canterano morado mucho esperó pacientemente, sin hacer un mal gesto su oportunidad y por cosas de la vida fue en un clásico donde le llegó su redención, con una espectacular actuación en el partido de ida donde mantuvo a flote el trasatlántico tibaseño; su baile ayer al son del canto de la barra sur es la postal perfecta Alvarado.
Que la racha no se termine. Desde los altos estamentos de la institución la toma de decisiones ha sido más que impecable, la línea de trabajo está bien definida y solo toca seguir trabajando con el mismo ahínco y dedicación. Hace cuatro meses desde esta columna hablábamos de que se iniciaba el camino del Tetra y la 40; hoy ya se debe empezar a visualizar el Penta y la 41, porque esta institución es insaciable y su ADN es ganador y es lo que los ha convertido en el equipo más grande de toda Costa Rica y Centroamérica. SALUD CAMPEONES.