Una costumbre de los adultos, es preguntarle a un niño que le gustaría ser cuando sea grande. Parece una pregunta inocente, pero varios expertos creen que en el futuro ese simple custionamiento podría tener efectos adversos.
"La respuesta a esa pregunta para los niños casi siempre se limita a unas pocas carreras de las que tienen algún conocimiento", dice Ryan Duffy, profesor de Psicología de la Universidad de Florida, que se especializa en el estudio de la vocación de los seres humanos.
"Creo que si los niños aspiran a esas carreras y luego la mayoría termina siguiendo otra cosa puede conducir a la insatisfacción", añade a BBC Mundo.
Existe la creencia de que encontrar la vocación puede ser una fuente de alegría y seguridad. Sin embargo, estudios muestran que buscarla -e incluso a veces encontrarla- puede hacer que los jóvenes se sientan perdidos y confundidos.
"La relación entre tener una vocación y la felicidad es básicamente nula", asegura el profesor Duffy que encabezó varias de esas investigaciones.
Incluso hay estudios que muestran que "si tienes una vocación, pero en realidad no eres capaz de llevarla a cabo, eso puede llevarte a que te sientas más insatisfecho en formas en las que sería casi mejor si no tuvieras esa vocación en absoluto. Entonces, para algunas personas, puede conducir a menos felicidad", concluye.
Para Sinead Bovell, fundadora de WAYE, una organización de brinda educación tecnológica a jóvenes emprendedores y compañías para un futuro con tecnologías avanzadas, esta pregunta puede ser una especie de trampa de identidad para los niños.
"Existe una gran probabilidad de que cualquiera de los trabajos o industrias que algunos niños menores de 5 o 10 años aspiren, se automatizarán o ni siquiera existan para cuando sean adultos", dice a BBC Mundo.
Al consultar si como adultos deberíamos dejar de preguntar a los niños qué quieren ser cuando sean grandes, el psicólogo de la Universidad de Florida responde: "Creo que deberíamos".
"Por lo general, mi consejo para los adultos es que se concentren más en preguntar a los niños qué les gusta hacer, cuáles son las actividades e intereses que tienen en el presente en lugar de enfocarse en una idea vaga de una carrera en el futuro", dice.
"No creo que los adultos hagamos un buen trabajo hablando con los niños sobre esto y creo que a menudo es porque nos volvemos un poco miopes. Queremos que nuestros hijos solo hagan tres o cuatro cosas y no piensen en otras carreras. Así podemos perpetuar ese ciclo", analiza Duffy.
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