La transición energética es ya incuestionable y el avance hacia una sociedad más sostenible, una realidad. Las energías de bajas, nulas e incluso negativas emisiones serán fundamentales en el cambio de modelo energético, sobre todo en lo relacionado con la movilidad.
La electrificación ha avanzado mucho en los últimos años, sin embargo, a día de hoy, no es una opción viable para todos los sectores del transporte. Se necesitan tecnologías alternativas. Por eso, muchas miradas apuntan hacia el mismo lugar: el hidrógeno.
Desde hace meses, el hidrógeno renovable y el hidrógeno de baja o nula huella de carbono han ocupado un papel protagonista en los principales foros energéticos. Y es que la gran versatilidad del elemento más abundante del universo puede ser clave para descarbonizar la economía.
"Se estima que, una vez desplegados en todas sus posibles aplicaciones, el hidrógeno renovable y el de baja huella de carbono podrían llegar a suponer entre el 10 y el 20% del consumo energético mundial", explica Elena Verdú, científica senior de Desarrollo de Procesos de Repsol Technology Lab, el centro de investigación y tecnología que la energética tiene en Móstoles (Madrid).
Europa ha sido el primer continente en anunciar un objetivo de cero emisiones netas en el horizonte 2050. Y la Unión Europea se ha marcado quizá el objetivo más ambicioso posible: reducir todas sus emisiones en un 55% para 2030, con respecto a los niveles del año base (1990).
En el transporte, diversas instituciones se han puesto manos a la obra para reducir de forma significativa la huella de carbono de sus sectores. La Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), por ejemplo, trabaja para implementar medidas globales basadas en la compensación de emisiones (por ejemplo, reforestar), al tiempo que la Organización Marítima Internacional (IMO) ha establecido el primer compromiso vinculante para los buques, que deberán reducir un 40% sus emisiones de aquí a 2030. Para lograr esa meta, las diferentes aplicaciones del hidrógeno renovable suenan cada vez con más fuerza, gracias a sus múltiples aplicaciones tanto en la industria como, sobre todo, en el sector de la movilidad.
A día de hoy, el transporte de mercancías por carretera, el aéreo o el marítimo son sectores difíciles de descarbonizar a través de la electrificación. Sin embargo, podrían reducir su huella de carbono mediante la utilización de biocombustibles sostenibles (producidos a partir de materias primas de origen biológico y de otros tipos de residuos) o el uso del hidrógeno en dos de sus vertientes más desarrolladas.
Por un lado, la pila de combustible de hidrógeno puede contribuir a la descarbonización de la movilidad terrestre. Los vehículos eléctricos que usan esta tecnología, aún en fase de desarrollo, tendrán su espacio, junto con el vehículo eléctrico de batería, principalmente en el transporte pesado por carretera.
Por otra parte, el hidrógeno renovable, combinado con CO2 capturado, sirve como materia prima para fabricar combustibles sintéticos con cero emisiones netas. Este combustible podrá utilizarse en motores de combustión como los que se instalan actualmente en automóviles, camiones, barcos y aviones en todo el mundo, ya que es un producto químicamente idéntico a combustible convencional.
Además de ser cero emisiones netas, la principal ventaja de estos combustibles es que no haría falta realizar ningún cambio de diseño en los motores ni en los sistemas de suministro. En el caso del transporte aéreo, por ejemplo, sería totalmente compatible con las turbinas actuales.
Los combustibles sintéticos serán, por tanto, una alternativa para la movilidad por transporte aéreo y marítimo en el medio plazo. Según nos explica el ingeniero Javier Aríztegui, gerente de diseño de productos y sistemas energéticos de Repsol, “los aviones podrán cargar, con los mismos estándares de seguridad, una cantidad de energía equivalente a la que llevan ahora y eso permite hacer vuelos tan largos como los que se hacen ahora”.
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