A diferencia de muchos alimentos o derivados, la harina de vino no cuenta con una larga historia. Los primeros registros de su existencia se remontan al año 2006, cuando una empresa decidió secar y moler el mosto, es decir, los restos de la uva luego de ser aplastada para obtener el vino. Por este motivo, además de pulpa, se puede encontrar la piel y sus semillas.
La harina de vino es muy sencilla de consumir ya que puedes mezclarla directamente con tus jugos, leches, licuados o cereales. También es ideal para condimentar y saborizar salsas, carnes, pastas y ensaladas o utilizarla como cualquier otra harina, para preparar panes o bollos. Los expertos recomiendan consumir 1 o 2 cucharaditas por día, aunque si es la primera vez que la tomas puedes comenzar con ½.
La harina de vino se caracteriza por la gran cantidad de polifenoles que posee. Estos compuestos son los responsables de otorgarle sus propiedades antioxidantes, y algunos, como el resveratrol, son fácilmente absorbidos por el organismo. Esto posibilita y potencia muchos beneficios:
Nutritiva
Diferentes investigaciones encontraron que la harina de vino no solamente es rica en antioxidante, sino que también es una gran fuente de proteínas y minerales. Esto incluye vitaminas A, B, C, D, E y K, ácidos grasos Omega 3 y 6, calcio, potasio y zinc. Además, posee mucha más fibra (47%) que otras harinas, que generalmente rondan entre los 5% y 30%.
Efecto rejuvenecedor
La salud de las células puede verse afectada por el estrés oxidativo que causan moléculas inestables llamadas radicales libres. Uno de los principales efectos de los antioxidantes de la harina de vino, es combatir estos compuestos. Además, el resveratrol estimula el funcionamiento de ciertas enzimas que retardan y prolongan la vida celular.
Mejora la circulación
Los antioxidantes también tienen un impacto positivo sobre la salud cardiovascular. Esto se debe a que mejoran la circulación de la sangre al prevenir la formación de coágulos obstructivos y fortalecer las paredes de los vasos y las arterias. Algunos especialistas incluso llegaron a reconocer que la harina de vino ofrece efectos antiinflamatorios similares al de las aspirinas.
Ideal para la piel
De manera similar que mantiene la salud celular, la harina de vino previene el envejecimiento de la piel. Esto se debe a que protege la elastina y el colágeno, compuestos esenciales para una piel saludable. Además, al estimular la circulación sanguínea mejora la salud de los capilares, y así, la del cabello.
Fortalece las articulaciones
Tenemos 360 articulaciones que permiten conectar nuestros huesos entre sí y permitir su movimiento. Los antioxidantes de la harina de vino favorecen la presencia del colágeno y el líquido sinovial, compuestos que permiten un buen funcionamiento articular. Además, también funciona como protección contra afecciones como fibromialgia o artritis.
Buena para los ojos
Los flavonoides de esta harina mejoran el flujo de los vasos sanguíneos del ojo, evitando distorsiones, fatigas visuales o malfunciones. Esto actúa como defensa contra enfermedades como las cataratas (opacidad del cristalino) o la degeneración macular (destrucción progresiva de la visión central).
¿Existe algún riesgo?
Actualmente se desconoce si este producto tiene interacciones con algún medicamento o suplemento dietético. Los profesionales recomiendan un consumo de 25 a 30 g diarios en adultos. Cómo todo producto, se recomiendan prudencia por parte de mujeres embarazadas o en período de lactancia. Para despejar toda duda, consulta a tu médico antes de incorporar este producto en tu dieta.
Fuente: Sitio web Hola Doctor