Cada vez más estudios científicos y médicos relacionan el ejercicio físico con una mejor salud cerebral. En el último de ellos, que se publicó el 6 de enero en la revista Neurology, se relaciones directamente la actividad física en la mediana edad con una mejor salud cerebral 25 años después.
El estudio se llevó a cabo con 1.604 voluntarios de 53 años de media, a los que se les preguntaba la cantidad de ejercicio de intensidad de media a vigorosa, que hacían a la semana, y se calificó su actividad como nula, baja, media o alta. Al mismo tiempo, durante los 25 años siguientes se les hicieron a cinco revisiones médicas pruebas. Al final del estudio se les sometió a escáneres en busca de lesiones o áreas con daños o enfermedad.
A través de estos escáneres se observó que las personas que no realizaban ejercicio de intensidad moderada a vigorosa en la mediana edad tenían un 47% más de probabilidades de desarrollar pequeñas áreas de daños en el cerebro que las personas que reportaron altos niveles de actividad física de moderada a vigorosa.
Estos daños elevan el riesgo de demencias, como el Alzheimer. Por el contrario, realizar más de dos horas y media de actividad física por semana en la mediana edad se asoció con menos signos de enfermedad cerebral.
“Nuestro estudio sugiere que realizar al menos una hora y 15 minutos de ejercicio de intensidad de moderada a vigorosa a la semana o más durante la mediana edad puede tener un importante efecto sobre la salud del cerebro y preservar su estructura”, asegura la Dr. Priya Palta, profesora asistente de ciencia médica en el Irving Medical Centre de la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York.
“Estos resultados demuestran que una vida activa durante la mediana edad tiene beneficios reales sobre la salud del cerebro. En particular, los niveles consistentemente altos de actividad física de intensidad moderada a vigorosa en la mediana edad se asociaron con menos lesiones cerebrales en la vejez”, añade.
La única limitación que los autores ven al estudio es que son los propios participantes los que reportan su actividad, lo que puede restarle exactitud. Además, los investigadores no incluyeron la actividad física aparte de la actividad de tiempo libre, como la actividad relacionada con el trabajo o la incidental. Aun así, este estudio puede servir como arranque para llevar a cabo estudios más precisos que demuestren con más datos cuál es la influencia del ejercicio físico en la prevención de enfermedades como el Alzheimer.
En este sentido, la doctora Sara Imarisio, jefa de investigación en Alzheimer's Research UK, asegura que “este estudio añade evidencias sobre el importante papel que tiene el ejercicio físico para cuidar la salud de nuestro cerebro”. Algo sobre lo que cada vez hay más evidencias, pero de lo que falta concienciar a la población.
"Solo un tercio de las personas piensa que es posible reducir su riesgo de desarrollar demencia, en comparación con el 77% que cree que puede reducir su riesgo de enfermedad cardíaca. Nuestro cerebro no actúa de manera aislada del resto de nuestro cuerpo y una buena regla general para todos es que lo que es bueno para su corazón también es bueno para su cerebro”, afirma Imarisio.
El ejercicio sería, además, solo una aparte de la ecuación, pues “la evidencia actual sugiere que, además de mantenerse activo física y mentalmente, llevar una dieta sana y equilibrada, no fumar, beber sólo dentro de los límites recomendados, mantener un peso saludable y mantener el colesterol y la presión arterial controlados son buenas formas de mantener un cerebro sano como nosotros envejecemos", añade contundente la jefa de investigación en Alzheimer's Research UK.
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