Sólo hay un líder mundial que ha ganado estatura con la pandemia y se llama Fidel Castro.
La mala noticia es que no puede disfrutar de esta apoteosis póstuma (falleció en el 2016): las brigadas médicas internacionales –su hijo predilecto– socorren a dos países de Europa cuya renta per cápita es cuatro veces (Italia) o cinco mayor (Andorra), Washington se enerva y el negocio aumenta (la cooperación sanitaria reporta la mayor fuente de divisas para Cuba, muy por delante del turismo).
El Gobierno de Andorra se alarmó ante la que le venía encima el fin de semana del 22 de marzo. El lunes 23 hizo la primera gestión ante Cuba. “Siete días después, un tiempo récord, llegaba a Andorra una brigada médica”, observa una fuente diplomática europea. España no retrasó la maniobra y expidió con urgencia los visados de tránsito para los 12 médicos, 26 enfermeros y un especialista de logística.
Las paradojas de la vida. Sendos equipos médicos –92 profesionales en total– cuya eficacia en el primer mundo está por demostrar otorgan más reconocimiento a Cuba que los 600.000 sanitarios que han socorrido con eficacia a numerosos estados del tercer mundo desde el bautismo “internacionalista” en 1960...
Fidel Castro tenía sus manías. O su visión. El triunfo de la revolución en enero de 1959 supuso una estampida de médicos. La mitad de los 6.000 doctores abandonaron la isla. Aún y así, Fidel Castro envió a centenares de sanitarios a la región chilena de Valdivia en 1960, sacudida por un gran terremoto. La asistencia cubana fue coordinada por un doctor que alcanzaría La Moneda y la posteridad: Salvador Allende.
Y después de Chile, Argelia. De nuevo, un contingente de médicos cubanos desembarca –mayo de 1963– en un país desasistido: sus médicos y enfermeras se habían largado a Francia tras la independencia de julio de 1962.
Fidel siempre presumió de su “ejército de batas blancas”. El último impulso del Comandante tuvo un punto retador. Castro ofrece enviar ipso facto a Nueva Orleans a más de mil profesionales para paliar los daños del huracán Katrina en el 2005. El presidente Bush se negó, claro. Para más regodeo, Castro bautiza al equipo para emergencias –y lega una marca– con el nombre de Henry Reeve, un neoyorquino de acción que pisó Cuba con 19 años, sobrevivió a un fusilamiento y terminó por pegarse un tiro en 1876, con 26 años, antes de caer prisionero de los españoles.
“Raúl Castro marcó distancias con estas brigadas sanitarias internacionales por cuestiones de pragmatismo económico”, señala el profesor Philip Brenner, de la American University y autor del libro Cuba libre: A 500 years quest for independence , muy alejado del académico anticastrista.
Las misiones eran heroicas, altruistas. Heridos de la explosión de Chernobil atendidos en la isla, parias del ébola en Sierra Leona, infectados de sida en Angola, la asistencia abnegada en el Haití pulverizado tras el seísmo.
Será Venezuela quien abra un modelo de negocio para la el brazo internacional de la sanidad de la isla. Le sobra petróleo y necesita médicos para los barrios pobres, el sosten del chavismo. Cuba necesita energía y excede en personal sanitario: trece facultades de Medicina en la isla “producen” cada año miles de licenciados que ya no pueden ser absorbidos interiormente. Cuba ya tiene –y presume– unas de las tasas más elevadas de médicos por habitante (11,8 por cada 1000, el triple que España).
Un recurso indispensable
Cerca de 30.000 médicos y enfermeros trabajan en Venezuela, lo que reporta a Cuba el equivalente a 3.000 millones de dólares en divisas. El trato fue reproducido en una coyuntura propicia –ya revertida en las urnas – por el Ecuador de Correa, la Bolivia de Morales y el Brasil de Lula.
“La gran mayoría de misiones cubanas desde los 60 han sido altruistas. No han cobrado ni un centavo”, defiende John Kirk, profesor canadiense de la Universidad de Dalhouise y estudioso del modelo sanitario cubano. Y apoya el argumento de La Habana: gracias a los acuerdos exteriores, los cubanos se benefician de un sistema de salud “muy superior al de los vecinos”.
“La sanidad cubana ha conocido tiempos mejores, sobre todo los hospitales, pero en comparación con la región...”, afirma una fuente diplomática europea.
Filantropía y negocio. Cuba ingresa una cifra anual de divisas de entre 6.500 millones y 8.000 millones de dólares, muy por delante del turismo (no hay una cifra oficial pero el baremo es aceptado por las autoridades cubanas).
Primeras misiones en europa
Venezuela ha supuesto un antes y un después. Las reticencias iniciales de Raúl Castro en un discurso en el 2010 dan validez a la idea –tan aceptable en el mundo capitalista– de que hay que cobrar y rentabilizar esos servicios en países que se lo pueden permitir. Es el caso de Qatar, uno de cuyos principales hospitales públicos emplea 500 médicos y enfermeras cubanas. “Es una opción bastante más económica para Qatar que contratar especialistas europeos o norteamericanos”, observa el profesor Kirk. O los cheques de Noruega y la OMS a Cuba por muchas de sus misiones en países del tercer mundo.
Resulta significativo que el Gobierno de Andorra aún no haya cerrado el convenio sobre la estancia de la brigada. La negociación económica es la clave, admiten fuentes del Govern. De momento, permanecen en cuaren-tena en un hotel porque uno de los sanitarios dio positivo de la Covid-19.
El caso de Venezuela suscita otro dilema, sintetizado con humor caribeño. Los venezolanos llaman “el doctor aspirina” a los sanitarios cubanos. Una forma de decir que todo lo arreglan con fafármacos elementales. Con Italia y Andorra, las brigadas Henry Reeve pasan a jugar la Liga de Campeones: el primer mundo. Hay dudas sobre su preparación. “La sanidad cubana tiene dos debilidades ligadas al embargo: no tienen acceso a la tecnología y material sanitario occidental ni a las últimas generaciones de medicamentos, el 95% de las cuales tiene algún componente o patente que infringe el embargo de EE.UU.”, señala el profesor Philip Brenner.
El Departamento de Estado en Washington apeló el miércoles en un comunicado a la comunidad internacional a no contratar brigadas sanitarias porque se trata de “programas abusivos”. El Estado de Cuba se queda con el 75% de lo que percibe por médico. “EE.UU. recurre al argumento laboral para evitar los acuerdos”, señala una fuente diplomática. Aun así, los números salen a los médicos: en un mes ganan lo que en un año en Cuba.
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