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EXPLORER 2013(Slide Title 01)

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Detrás del nombre de Cristóbal Colón, símbolo del descubrimiento del Nuevo Mundo, se esconden figuras femeninas poco mencionadas: su esposa Filipa Moniz Perestrello y su compañera Beatriz Enríquez de Arana, mujeres que marcaron distintas etapas de su vida y cuyo papel ha sido frecuentemente relegado por la historia oficial.

Filipa Moniz Perestrello: la esposa noble de Madeira

Cristóbal Colón llegó a Portugal alrededor de 1476, cuando todavía era un navegante genovés sin fortuna. Allí conoció a Filipa Moniz Perestrello, hija de una familia noble portuguesa vinculada a los primeros colonizadores de la isla de Madeira.

Su padre, Bartolomeu Perestrello, había sido uno de los capitanes favorecidos por el infante Enrique el Navegante, y su madre, Isabel Moniz, pertenecía a una de las casas más respetadas de Lisboa.

El matrimonio se celebró hacia 1479 o 1480, probablemente en el convento de Santos, donde Filipa vivía bajo tutela religiosa. De esa unión nació Diego Colón, el primogénito del navegante, quien años más tarde sería nombrado virrey y gobernador de las Indias tras la muerte de su padre.

Filipa murió joven, alrededor de 1484 o 1485, y poco se sabe de las causas de su fallecimiento. Su muerte marcó el fin de la etapa portuguesa de Colón, quien abandonó el país poco después, ya decidido a ofrecer su proyecto de viaje a los Reyes Católicos de Castilla.

Beatriz Enríquez de Arana: la mujer que amó fuera del matrimonio

Instalado en Córdoba, Colón conoció a Beatriz Enríquez de Arana, una joven cordobesa de origen humilde, hija de una familia de artesanos.

Con ella no llegó a casarse, pero mantuvo una relación estable y duradera, de la que nació Fernando Colón en 1488, quien sería su hijo menor y el más cercano durante sus últimos años de vida.

A diferencia de Filipa, Beatriz nunca fue reconocida oficialmente como esposa, aunque Colón la mencionó con respeto en su testamento, dejándole una pensión para su sustento y pidiendo a Diego, su hijo mayor, que “la amparase y tuviese como madre”.

Fernando Colón heredó la inteligencia y curiosidad de su padre: se convirtió en bibliófilo, cosmógrafo y cronista, y fue el autor de una de las biografías más importantes sobre el almirante: “Historia del Almirante Don Cristóbal Colón”, fuente clave para conocer su vida y viajes.

Dos mujeres, dos mundos

Las dos mujeres de Colón representan los dos universos entre los que se movía el navegante:

Filipa Moniz, noble portuguesa, le abrió las puertas a los círculos marítimos y al conocimiento náutico de Portugal.

• Beatriz Enríquez, mujer del pueblo, lo acompañó en la etapa más humana y terrenal de su vida, brindándole afecto en medio de su ambición y soledad.

Ambas vivieron en un mundo en el que las mujeres raramente figuraban en los relatos históricos. Ninguna lo acompañó en sus travesías, pero ambas fueron parte silenciosa de la historia que cambió el rumbo del planeta.

El legado femenino en la sombra del descubridor

Aunque los historiadores coinciden en que Colón fue un hombre obsesionado con la gloria y la navegación, las cartas y disposiciones testamentarias revelan un costado más íntimo: el de un hombre que, pese a su dureza, guardó gratitud y afecto hacia las mujeres que marcaron su vida.

Hoy, más de cinco siglos después, Filipa y Beatriz siguen siendo piezas clave para entender la humanidad del explorador y el contexto social de una época donde los mares se abrían, pero las voces femeninas permanecían en silencio.

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