En el sur del Caribe costarricense, donde el mar se funde con la selva y el reggae suena en cada esquina, Puerto Viejo de Talamanca se ha convertido en un refugio inesperado para cientos de afroamericanos que buscan paz, libertad y un entorno menos hostil que el de Estados Unidos.
En este pequeño enclave multicultural, el “pura vida” se mezcla con el inglés y el creole, lenguas que forman parte del legado histórico afrocaribeño que ha marcado a la provincia de Limón desde hace más de tres siglos.
Una historia que empezó con un naufragio
Según el historiador costarricense Quince Duncan, los primeros africanos llegaron a la zona en 1710, tras el naufragio de dos barcos daneses que transportaban esclavizados hacia América. Los sobrevivientes se asentaron y se mezclaron con los pueblos indígenas bribris, dando origen a una comunidad afrodescendiente con rasgos culturales únicos.
A finales del siglo XIX, con la construcción del ferrocarril al Atlántico, miles de trabajadores jamaiquinos y antillanos llegaron a Limón, consolidando el carácter afrocaribeño de la región. Sin embargo, las tensiones con el Estado y las políticas de exclusión persistieron por décadas: hasta 1950, los habitantes del Caribe no podían obtener la ciudadanía costarricense.
Del pasado colonial al presente digital
Hoy, más de 300 años después, Puerto Viejo atrae a una nueva ola migratoria: afroamericanos que llegan huyendo del racismo y la violencia sistémica en Estados Unidos.
“La discriminación en EE.UU. es agotadora. Vivir con miedo constante es insostenible”, confiesa Tony Nabors, un nómada digital de 43 años que decidió establecerse en el pueblo. Su compatriota Davia Shannon, californiana de 50 años, asegura que llegó “por unos meses” y terminó quedándose para siempre.
Ambos forman parte de una comunidad autodenominada “La Tribu”, que agrupa a más de 400 personas negras estadounidenses. Encuentran en Costa Rica un país más amable y un costo de vida atractivo: almuerzos por menos de US$15, alquileres desde US$550 y la posibilidad de invertir en propiedades a precios impensables en Estados Unidos.
Tierra de oportunidades… y conflictos
El atractivo económico, sin embargo, también ha traído tensiones. Algunas de las tierras más codiciadas de Puerto Viejo están bajo protección estatal o dentro de reservas indígenas, lo que ha generado disputas legales y reclamos históricos.
La Ley de Zona Marítimo-Terrestre de 1977 establece que los 200 metros posteriores a la costa son propiedad inalienable del Estado, lo que ha afectado a familias afrocaribeñas asentadas allí desde el siglo XIX.
“Son tierras de nuestros ancestros, pero el Estado nos trata como usurpadores”, denuncia la diputada limonense Katherine Moreira, quien exige mayor claridad legal para proteger a las comunidades locales.
A pesar de la complejidad, la inversión extranjera continúa creciendo. “Los proyectos ahora son mucho más grandes y sofisticados”, explica Marcus Brown, arquitecto descendiente de jamaiquinos. “Pero esa transformación también ha desplazado a los locales. Muchos venden sus tierras y deben irse a pueblos vecinos”.
Entre dos mundos negros
El auge afroamericano también ha expuesto una nueva forma de división: la que existe entre los afrocaribeños nativos y los recién llegados del norte.
“Algunos de los nuevos residentes hacen eventos solo para afroamericanos, replicando la segregación que dejaron atrás”, lamenta Brown.
Por su parte, Shannon reconoce la brecha cultural y económica: “Los locales no se identifican con nosotros, y nosotros, aunque queremos integrarnos, venimos de realidades muy distintas”.
El historiador Quince Duncan lo resume con claridad: “En el Caribe, la gente negra fue oprimida, pero no deshumanizada como en Estados Unidos. Aquí hubo mestizaje, no segregación total. Por eso sus perspectivas del racismo son diferentes”.
El paraíso en disputa
Mientras los visitantes bailan calipso frente al mar y los atardeceres tiñen de naranja la costa, Puerto Viejo vive una dualidad: es símbolo de diversidad y resiliencia, pero también un espejo de las desigualdades que cruzan fronteras.
Para muchos afroamericanos, este rincón del Caribe tico representa libertad, naturaleza y esperanza.
Para los habitantes de siempre, es el hogar que intentan conservar en medio del avance del turismo y la gentrificación.
Entre ambos mundos, Puerto Viejo de Talamanca sigue cantando al ritmo del reggae, entre la nostalgia del pasado y los desafíos del presente.
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