El fútbol es más que un juego, y en Liverpool lo entienden como pocos en el mundo.
Este viernes, el club tomó una de las decisiones más significativas y emotivas de su historia reciente: un homenaje que trasciende los goles, los títulos y los minutos jugados.
Se trata de un acto que deja claro que Diogo Jota no solo fue un gran futbolista, sino parte del alma roja que late cada semana en Anfield.
La repentina y dolorosa muerte del delantero portugués ha sacudido no solo al entorno del club, sino al mundo entero del fútbol. A sus 28 años, Jota había consolidado su lugar como uno de los favoritos de la afición, no solo por su olfato goleador o su versatilidad en ataque, sino por su entrega, humildad y conexión con el público.
Durante días, las muestras de cariño no cesaron: velas, camisetas, pancartas, cánticos espontáneos en las calles y miles de mensajes en redes sociales.
Solo un número proyectado en los muros del estadio: el 20. El mismo que vistió Jota desde su llegada al club, el mismo que celebró tantos goles, el mismo que ahora ha sido retirado, en silencio, para nunca más ser usado por otro jugador en el primer equipo ni tampoco en ligas menores.
El club no necesitó explicarlo. Los hinchas entendieron al instante. En Liverpool, cuando algo es sagrado, no se reemplaza.
El gesto del Liverpool es inusual. No es común que en el fútbol europeo se retiren dorsales. Pero hay ocasiones en las que el impacto humano supera cualquier regla o tradición. Y esta fue una de ellas.
La camiseta número 20 ya no saldrá al césped, pero su ausencia será una presencia constante. Cada vez que la hinchada cante su nombre, cada vez que un joven entre al campo soñando con jugar en Anfield, la memoria de Diogo Jota vivirá en cada rincón del estadio.
Jota se ha ido demasiado pronto. Pero el Liverpool, su club, lo ha hecho eterno.
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