Dicen que nunca es tarde para rectificar los errores, pero puede que esta creencia no aplique para todos los ámbitos, y entre ellos está el ambiental. Se nos ha alertado durante varios años sobre los efectos nocivos que han causado las actividades, hábitos de consumo y negligencia humanos sobre el planeta, pero a pesar de ellos las acciones tomadas hasta ahora no han sido lo suficientemente contundentes para detenerlos.
Solo la pandemia de COVID-19 ha podido reducir de manera significativa las emisiones de gases contaminantes a la atmósfera, y esto debido a que muchas fábricas debieron cerrar para permitir que sus trabajadores cumplieran con el distanciamiento social. Asimismo, al no poder salir de casa, el uso del transporte se redujo considerablemente, lo cual implicó también una reducción de contaminación.
Sin embargo, aunque importante, estos cambios no han sido suficientes para mejorar el pronóstico ambiental que se venía manejando. Los niveles de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera han aumentado a un nuevo pico este año en comparación con 2019.
Punto máximo en el mes de mayo
El dióxido de carbono tiende a alcanzar su punto máximo al final de mayo de cada año, momento en el cual aún no tiene efecto la primavera del hemisferio norte. Desde 1958 se han hecho mediciones de este gas de manera remota en el observatorio Mauna Loa en Hawai, lo cual permite a los científicos mantenerse actualizados sobre su acumulación.
Según las lecturas del observatorio estadounidense, la concentración de CO2 en la atmósfera alcanzó 417.2 partes por millón (ppm) en el mes de mayo de 2020, 2.4 ppm más que el pico de 414.8 ppm registrado en el mismo mes en 2019.
Los expertos destacan que el aumento de este año es ligeramente más débil que el que se registró el año pasado, pero este sigue a tono con el aumento anual promedio de la última década.
Pero si no hubieran tenido lugar las restricciones de movimiento implementadas en gran parte del mundo para reducir la propagación de COVID-19, el aumento podría haber sido de 2.8 ppm, según Ralph Keeling, profesor de la Institución de Oceanografía Scripps. Esto nos alerta de la ineficacia de las medidas tomadas hasta ahora para reducir las emisiones contaminantes.
La acumulación de dióxido de carbono continúa
Un estudio detallado realizado el mes pasado reveló que la emisiones diarias de CO2 disminuyeron en un promedio de alrededor del 17 por ciento en todo el mundo a principios de abril, cuando se habían disparado los casos de COVID-19 y muchos países debieron implementar distanciamiento social estricto.
Pero hemos visto que, aunque la enfermedad sigue avanzando y continuará presente entre nosotros hasta que se apruebe una vacuna, algunos países ya han comenzado a flexibilizar las restricciones. Sabemos que es necesario dado que el daño a la economía ha sido importante, pero esto nos lleva a un retroceso en este mínimo avance.
Es probable que la caída de las emisiones para el 2020 en egeneral sea solo de 4 y 7 por ciento en comparación con 2019, si los bloqueos se siguen flexibilizando. El porcentaje es bastante bajo si consideramos la magnitud del problema, lo que nos sigue dejando lejos de cumplir el objetivo del Acuerdo de París de mantener el calentamiento global por debajo del umbral de 2 grado centígrados.
Pero si la reducción de las emisiones se mantuvieran entre 20 y 30 por ciento durante seis a 12 meses, entonces el efecto sí sería más significativo, según declaraciones de los científicos de Scripps.
“La gente puede sorprenderse al escuchar que la respuesta al brote de coronavirus no ha hecho más para influir en los niveles de CO2”, dijo Keeling.
Por lo que la situación con COVID-19, a pesar de haber colapsado el estilo de vida de la humanidad, podría ser una oportunidad invaluable para aplicar cambios a largo plazo, cambios que nos permitan reducir el impacto catastrófico que se avecina por el calentamiento global.
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