El conflicto entre Estados Unidos e Irán aumentó la tensión en el mundo.
«Las guerras mienten. Ninguna guerra tiene la honestidad de confesar: “yo mato para robar”. Las guerras siempre invocan nobles motivos: matan en nombre de la paz, en nombre de Dios, en nombre de la civilización, en nombre del progreso, en nombre de la democracia. Y si por las dudas, si tanta mentira no alcanzara, ahí están los grandes medios de comunicación dispuestos a inventar enemigos imaginarios para justificar la conversión del mundo en un gran manicomio y un inmenso matadero», expresaba hace unos años Eduardo Galeano.
Su frase adquiere plena vigencia en nuestros días. Una vez más, Estados Unidos es causante de un conflicto de carácter internacional, con incalculables consecuencias para la paz y la seguridad en el planeta. Los dardos imperiales apuntan hoy a la República Islámica de Irán. El pasado viernes, el presidente estadounidense, Donald Trump, autorizó un bombardeo en Bagdad, capital de Irak, en el que murieron el comandante de la Fuerza Quds de los Guardianes de la Revolución de Irán, Qasem Soleimani, y el subcomandante de las Unidades de Movilización Popular de Irak, Abu Mahdi al-Mohandes.
El pretexto en esta ocasión para cometer esta acción agresiva, unilateral, injustificada y violatoria del Derecho Internacional y de la soberanía irakí, fue explicado por la propia Casa Blanca a través de un mensaje en su cuenta oficial en Twitter: «Bajo la dirección del Presidente, el Ejército de EE. UU. ha tomado medidas defensivas decisivas para proteger al personal de EE.UU. en el extranjero al matar a Qasem Soleimani, jefe de la Fuerza del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní Quds», una organización que en el tuit Washington no perdió la oportunidad de calificarla de terrorista.
Irán respondió este martes con un ataque de al menos una decena de misiles contra la base aérea de Al Asad en Irak, que alberga fuerzas estadounidenses. El Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica de Irán (cgri) confirmó la autoría del ataque, mientras que la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Stephanie Grisham, aseguró que: «Somos conscientes de los informes de ataques contra instalaciones estadounidenses en Irak. El Presidente ha sido informado y está monitoreando la situación de cerca y consultando con su equipo de seguridad nacional». Donald Trump confirmó en Twitter que ofrecerá declaraciones en la mañana de hoy.
La administración Trump, con el ataque a Soleimani, pisoteó de nuevo la Carta de las Naciones Unidas e invocó la «protección de su personal en el exterior», como en otras oportunidades ha empleado artimañas para agredir a «sus anchas», sin presentar pruebas contundentes: explosión del Maine (guerra contra España e intervención en Cuba en 1898), incidente del golfo de Tonkín (Vietnam), lucha contra el terrorismo (Afganistán), supuestas armas de destrucción masiva (Irak), supuesta «democratización» (Libia) y un supuesto ataque con armas químicas (Siria), entre otros tristes episodios en el expediente bélico estadounidense.
¿Qué razones han impulsado al Gobierno de EE. UU. a desatar ahora esta grave escalada contra Irán? Sin duda alguna, las acciones recientes de la Casa Blanca están motivadas por intereses imperiales de política externa e interna.
¿Por qué Irán?
Tras la Revolución Islámica de 1979, las relaciones entre Washington y Teherán han estado caracterizadas por un dramático retroceso y por la hostilidad. En la actualidad, tanto Estados Unidos como su más importante aliado en esta área geográfica –Israel–, enfrentan un desfavorable contexto regional para sus ambiciones políticas, económicas y militares, que limita su influencia.
En el plano geopolítico, Irán es un actor clave en el Oriente Medio, cuenta con sólidas relaciones con Rusia y ostentaba el apoyo de Europa tras la retirada unilateral de Estados Unidos del acuerdo nuclear con la nación persa. Por otra parte, las prósperas relaciones entre Irak e Irán, especialmente tras el asesoramiento militar de Teherán al Ejército irakí y a las Unidades de Movilización Popular (Al-Hashad Al-Shabi) que enfrentan al Estado Islámico o Dáesh, no agradan ni a Washington ni a Tel Aviv.
De esta manera, el asesinato selectivo de Qasem Soleimani constituye una demostración de fuerza imperial, un intento desesperado por «recuperar terreno» en la estratégica zona y un mensaje en aras de «contener a Irán» y prevenir el avance de Hezbolá (importante organización de resistencia del Líbano).
No puede obviarse, ni por un instante, qué está en juego en la región: enormes reservas de petróleo y gas, y el control de puntos geográficos de gran trascendencia en el comercio mundial. Irán posee las cuartas reservas de petróleo y está en los primeros lugares de las de gas a nivel mundial. Además, la nación persa es el segundo productor de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, después de Arabia Saudita; y comparte con Catar el mayor campo de gas del mundo, South Pars-North Dome. Recientemente, el Gobierno iraní anunció el hallazgo de nuevas reservas petroleras, de gran trascendencia en el área. Estos recursos despiertan el apetito imperial.
No menos relevante resulta el papel geopolítico de Irán, al ser un importante centro de comunicación entre Oriente Medio, Asia Central y Asia del Sur. La cercanía a vías comerciales internacionales como el estrecho de Ormuz –por donde pasa casi el 20 % del petróleo del mundo y aproximadamente el 35 % comercializado por mar–, el canal de Suez, el golfo Pérsico y el golfo de Omán, entre otros, ratifican al país persa como un enclave estratégico.
En materia comercial, Teherán es un importante actor en el proyecto chino de la nueva Ruta de la Seda, de interés cardinal para Beijing, pero que generaría importantes cambios geopolíticos, si pone fin al dominio económico de Estados Unidos mediante el comercio en divisas nacionales y no en dólares.
China y los países de Asia Central tendrán acceso al Golfo Pérsico a través de los ferrocarriles iraníes. En este sentido, el recorrido de un tren en 2016 con 32 contenedores de productos comerciales tardó 14 días desde la provincia costera de Zhejiang (este de China) hasta Teherán, atravesando Kazajistán y Turkmenistán.
«Esta ruta es comparable y compatible respecto al transporte marítimo, que por lo general tarda entre 25 y 30 días hasta el puerto iraní de Bandar Abbas y otros siete días hasta Teherán, mientras que por ferrocarril ha llegado en 14 días y el costo también es eficaz en comparación con el transporte aéreo de carga», destacó Sadaf Sabaghian, directora comercial de la compañía iraní ptv.
Por tanto, el ataque de Estados Unidos a Irán es también un golpe al megaproyecto chino y a sus infraestructuras, y Washington ya ha desatado una guerra comercial y arancelaria contra el gigante asiático, en busca de la hegemonía económica planetaria.
Todos estos factores, unido a la pérdida de influencia del Gobierno de Trump en Oriente Medio tras la decisión de la evacuación de casi todas las tropas de su país de Siria, debido a la Operación Fuente de Paz (acción militar iniciada por Turquía el 9 de octubre de 2019 en el norte de Siria), excepto las localizadas cerca de los campos petroleros, confirman que ee. uu. ha cambiado su táctica para recuperar su poderío.
La jugada política al interior de la Casa Blanca
Con el bombardeo a Bagdad y el asesinato selectivo del comandante de la Fuerza Quds de los Guardianes de la Revolución de Irán, Qasem Soleimani, el Presidente estadounidense, Donald Trump, persigue dos objetivos preliminares al interior de su país.
Por un lado, en un contexto electoral marcado por un juicio político en curso en su contra, aunque incrementa las críticas de los demócratas, desvía la opinión pública de este hecho hacia una razón mayor y de seguridad nacional. Así, debilita el escándalo político de su administración.
El especialista en Geopolítica Eduardo Martínez, citado por RT, señala que «con el ataque a Soleimani, Trump quiere asegurarse la reelección». Con este conflicto bélico, Trump se muestra como un líder desafiante y con fortaleza ante su nación, y con esta estrategia busca agenciarse un nuevo triunfo electoral.
«Un Presidente en guerra jamás es cambiado en EE.UU. A Trump, un conflicto que se plantee en forma extensa, lo habilita para seguir en el poder (…). Bush [hijo] tenía severas críticas al cierre de su primer mandato, y fue reelegido a mitad de una guerra [invasiones de Irak y Afganistán]», refiere Eduardo Martínez. «La idea es “apoyar a quien nos defiende”, y eso les resultó a todos los presidentes», agrega el experto.
Varias ecuaciones, tal vez, no fueron tomadas en cuenta por los halcones imperiales: la «dura venganza» vaticinada por Irán y el Eje de la Resistencia al agresor, el Parlamento de Irak con una resolución que pone fin a la presencia de tropas extranjeras, entre ellas los militares de la coalición lidereada por EE.UU., o la reducción de Teherán de sus compromisos en el marco del acuerdo nuclear de 2015.
¿Calculó el gobierno de Trump el costo de esta nueva contienda? ¿Subestimó la respuesta? ¿Llevará la Casa Blanca a una nueva guerra en la volátil región de Oriente Medio? Quedan muchas preguntas y respuestas de un conflicto internacional que nunca debía haber comenzado.
Tomado del Granma