En el cementerio situado en la base área Davis-Monthan, de Tucson, en Arizona, trabajan cerca de 600 personas que documentan y almacenan correctamente los «cadáveres» que llegan. También velan por los 7.000 motores que descansan allí y las más de 400.000 piezas reutilizables, muy útiles para cuando las aeronaves vivas «pasan por boxes». Porque aquí no solo hay aviones inertes, también se almacenan repuestos para alargar la vida de los que aún siguen surcando los cielos, lo que ha permitido ahorrar millones de dólares al Ejército.
Que los aviones vengan a morir a esta parte del país no es casual. El clima seco de Arizona y sus inviernos moderados frenan la degradación de las aeronaves, lo que permite que sus piezas se mantengan en buen estado y puedan ser reutilizadas. Para su mejor conservación, los motores y ventanas se cubren con cinta adhesiva que evita que la arena y la suciedad del desierto los invada y así puedan almacenarse durante años.
Antes de "su funeral" son inspeccionados y el exterior de la cabina, las tomas de aire del motor y otras aberturas se sellan con una fina capa de Spraylat, un revestimiento a base de látex para superficie no porosas y fácil de retirar, que actúa como protector temporal. La fina capa de color blanco refleja el calor solar permitiendo que el avión se mantenga a casi la misma temperatura que el exterior.
Fuente: Diario La Razón España