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El ciclista Egan Bernal brindó una amplia entrevista a la Revista Semana de Colombia sobre el accidente que sufrió el pasado 24 de enero, cuando chocó contra un bus mientras realizaba un entrenamiento. 

Bernal pasó por el quirófano en cinco ocasiones y ahora se recupera en su casa con sesiones de rehabilitación acompañado por el grupo multidisciplinario.

   

Aquí la nota completa:

VICKY DÁVILA: Por el supercampeón Egan Bernal hemos suspirado, reído, llorado, nos hemos pegado a Dios y en los últimos días hemos estado en medio de tragos amargos y de felicidad. Déjeme empezar por decirle que estoy feliz porque está vivo.

EGAN BERNAL: Muchas gracias, yo también, de verdad. Últimamente es en lo que más pienso. Estoy vivo, es como una segunda oportunidad. Es como volver a nacer y ya disfruto cada cosita que me pasa.

 

V.D.: Por el lado de los periodistas, cuando nos dijeron que usted se accidentó, parecía algo menor. Pero cuando se empezó a conocer más información quedó claro que era algo muy grave. Lo que nos decían era que usted estaba prácticamente muerto…

E.B.: De nuestra parte, creo que fue algo parecido. Me caigo y todo el rato estuve consciente hasta que llegué al hospital. Ahí me durmieron porque tenía mucho dolor. Nunca pensé que fuera tan grave. Obviamente tenía un dolor insoportable, ha sido el dolor más grande de mi vida. Me aguanté como unos 30 o 40 minutos desde que me caí hasta que llegué al hospital. Cuando me desperté de la cirugía me dijeron: “Usted pudo haber muerto”.

V.D.: ¿Qué reacción tuvo cuando el médico le dijo eso?

E.B.: Ya me habían quitado el tubo de la boca para poder respirar y me estaban llamando. Me desperté, y dijeron: “Mueva las piernas”. En ese momento dije: fue grave. Fue un instinto. Me dijeron eso y fue porque tal vez pude perder la movilidad de las piernas. Las moví y me empezaron a preguntar: “¿Siente acá?”, “¿Siente allá?”. Menos mal sentía todo. Ahí fue cuando me empezaron a contar, porque no me contaron de una. En ese momento no entendía la gravedad del asunto, hasta que fue el neurocirujano y me explicó con porcentajes y todo.

V.D.: ¿Qué porcentaje le dieron?

E.B.: Que 95 por ciento hubiera podido morir o quedar parapléjico. Que fue una cirugía muy grave y que en su carrera había operado cientos de columnas y que, de esta magnitud, solo dos habían salido bien. Yo era la segunda. Imagínese. Es un neurocirujano muy bueno y cuando me dice eso yo dije: pucha, fue algo muy grave. Entre cientos, salí bien yo.

V.D.: Déjeme volver a esos momentos. Usted estaba en su entrenamiento. ¿Qué estaba haciendo? Volvamos a esa escena, ¿qué pasó ese día?

E.B.: Salimos a entrenar común y corriente con el equipo. Unos iban en bicicleta de ruta normal, yo iba en bicicleta de crono. Éramos dos compañeros en bicicleta de crono. Salimos de Tocancipá, fuimos hasta el peaje El Roble, que es yendo a Sesquilé. Nos devolvimos en el peaje, vía Gachancipá, Tocancipá y Briceño. Unos compañeros pararon y dije: no, no quiero parar por el dolor de piernas para arrancar, qué pereza. Yo arranco mi serie de una vez. Tenía que hacer una serie muy dura, entonces arranqué. La posición de crono es muy agresiva, tienes que ir lo más aerodinámico posible.

V.D.: ¿Qué quiere decir aerodinámico en este caso? Para que podamos entenderlo mejor…

E.B.: Es difícil de explicar. Básicamente, tienes que ir cortando el viento. Encorvado. En una posición en la que rompes el viento tienes que ir con la cabeza agachada y los brazos bien pegados, es una posición bastante agresiva. Yo hice mi serie. Llegando a Gachancipá, antes de unos reductores, miro hacia adelante y no había nada. Había un carro atrás que me estaba escoltando. Sigo haciendo mi serie y me acuerdo de que iba a 58 kilómetros por hora. Eso es como tirando a bajar y hay viento a favor. Iba a 58. Empecé a mirar y marcaba 59, 60, 61, 62 y cuando vi esa velocidad fue que me estrellé contra el bus.

V.D.: ¿Había visto el bus?

E.B.: No. Me estrellé contra el bus a 62 kilómetros por hora. El bus estaba quieto. En ese momento imagínese el dolor. Caí y dije: me di muy duro. Fue un golpe en seco. Pensé que no había sido una persona, porque hubiera salido resbalado. Que no había sido una moto o un carro, porque habría salido volando. Pensaba que había sido una mula o un bus. Tenía tanto dolor que lo que hacía era mirar hacia abajo, estaba tendido en la vía. En ese momento se bajó la persona que me estaba acompañando.

V.D.: ¿Y qué le dijo?

E.B.: Empezó a tranquilizarme, pero yo no podía respirar. Es un momento en el que a uno se le va el aire. No podía respirar y decía: bueno, en cierto punto tendrá que volver la respiración. A uno siempre le pasa, cuando uno se pega se le va el aire y al rato vuelve, pero nada que volvía. Me empecé a desesperar, pero dentro de mí decía que tenía que tranquilizarme, porque si no iba a ser peor. Cuando sentí que me estaba desmayando, volvió el aire y fue cuando alcé la mirada y vi el bus. Dije: me di muy duro.

V.D.: Tan pronto ocurrió el accidente, ¿qué hicieron sus compañeros, su entrenador y las personas que lo acompañaban?

E.B.: En ese momento, el único que me estaba acompañando era un mecánico que iba manejando en el carro de atrás, escoltándome. Lo primero que hizo fue llamar al doctor del equipo, que estaba en el hotel. Mi masajista trajo al doctor. Llegaron muy rápido, menos mal. Gracias a él estoy con vida.

V.D.: ¿Qué hizo el médico del equipo?

E.B.: Si uno tiene una caída así de fuerte, uno no se tiene que quitar el casco. Sería tonto, pero yo tenía tanto dolor que no me importaba. Yo decía: me duele mucho atrás, quiero quitarme el casco. El doctor no me dejaba y yo estaba superemputado con él. En cierto punto quedé agarrado de la bicicleta, tampoco me dejaba mover y le decía: me empezó a doler la pierna derecha.

V.D.: ¿Usted se quería mover de ahí?

E.B.: El doctor me dijo que no se podía y le pregunté por qué. Me miró la pierna y esa vaina se veía inflamada, hinchada. El hueso casi que quería salirse de la piel y dije: me fui de fémur. Obviamente estaba roto. Me ayudaron a quitar el pie de la bicicleta y el doctor estabilizó la fractura. Me cogió de la cintura y otras dos personas, no sé si eran doctores o sabían de medicina, le ayudaron bastante. Cogieron el pie y me estiraron. Acomodaron el hueso y me dolió muchísimo. Estaba que les decía: no, no, se los suplico, por favor no. Eso ayudó a que no perdiera tanta sangre, creo que perdí en total dos litros y medio. Esas pequeñas cositas que hicieron ayudaron para que cuando llegara al hospital no estuviera tan mal.

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V.D.: ¿Cómo hizo para mantener la calma en ese momento?

E.B.: No sé. En cierto punto, cuando estaba desesperado, le gritaba al doctor: doc, deme algo para dolor, necesito algo para el dolor, y el doctor decía: no, no puedo, y yo le decía: yo entiendo que no puede, pero deme algo, no importa, lo único por lo que estaba desesperado era por el dolor. Pero de resto, por cualquier cosa que me decía, que me quedara quieto, lo hacía, pues finalmente él es el que sabe.

V.D.: ¿Y el dolor era generalizado?

E.B.: Sí, me dolía absolutamente todo. Entonces me dijeron: ya viene la ambulancia y le dan algo, y yo: ah, bueno, súper, pues me aguanto.

V.D.: ¿Cuánto alcanzó a estar tendido en el pavimento?

E.B.: Fueron más de 15 minutos, seguro.

V.D.: ¿Sabe si el conductor del bus se bajó?

E.B.: No señora, recuerdo que la gente empezó como a llegar a mirar y tal vez a intentar grabar y me acuerdo que mis compañeros de equipo decían: no, por favor no graben.

V.D.: Estaban protegiéndolo en ese momento tan duro y tan íntimo suyo.

E.B.: Exacto, eso fue lo único que me acuerdo porque estaba viviendo mi situación del dolor y todo esto, pero me acuerdo que gritaban: ¡no graben!, ¡no graben!

V.D.: ¿Pensaba que podía morir?

E.B.: No, ahí pensaba que me había dado muy duro, no sabía qué tan duro, pero había sido una caída fuerte, pensaba que me había fracturado seguramente el fémur y alguna costilla. No pensaba que fuera para más.

V.D.: Lo suben a la ambulancia rumbo a la clínica. ¿Cómo fue?

E.B.: Muy frustrante porque no me dieron nada para el dolor. Y antes ocurrió algo muy chistoso. Escuché una sirena como de ambulancia y el doctor y todos me decían: Egan, ya viene la ambulancia, escúchala, y yo bueno, listo, ya va a llegar. Pero esa ambulancia siguió derecho, no venía para donde nosotros. Ya después llegó la nuestra y cuando se bajó la señora lo primero que le dije fue: por favor, deme algo para el dolor. La señora solo dijo: inmovilicémoslo y subámoslo a la ambulancia.

V.D.: ¿Pero ya en la ambulancia sí le aplicaron algo para el dolor?

E.B.: No. Cuando ya estaba dentro de la ambulancia, le dije: señora, por favor ¿me puede dar algo para el dolor?, y la señora me dijo: no, esta es una ambulancia básica, aquí no tenemos medicamentos. Yo dije: ¡no puede ser! Ahí fue cuando me desesperé y me desquité con el médico del equipo y con el doctor, pues no podía hacer nada y yo entendía que no podía hacer nada, pero con alguien me tenía que desquitar (risas).

V.D.: Tras el accidente, ¿pudo contener las lágrimas?

E.B.: No, la verdad sí lloré. ¿Sabe en qué momento? Cuando me hicieron lo del fémur, cuando lo pusieron en su posición, fue como un momento de impotencia en el que no quería que lo hicieran. Y, claro, el doctor me cogió. Uno no se puede mover, me sentí tan frágil, le dije: por favor, se lo suplico, no, y cuando hizo el movimiento pues imagínese el dolor. No solo por el fémur, sino el dolor porque me estaba cogiendo acá arriba. Me dolían el cuello, la columna, todo, cuando me hizo ese movimiento fue cuando lloré un poquito.

V.D.: Me imagino que está muy agradecido con los médicos de la clínica de la Universidad de La Sabana para toda su vida…

E.B.: Sí, con cada uno de ellos, con los que me operaron la rodilla, el fémur, las manos, el diente. Con el doctor Uriza, que fue el neurocirujano. Gracias a ellos estoy vivo, gracias a ellos puedo caminar, puedo moverme, hasta las manos puedo ya moverlas, así que, nada, siento que también gracias a ellos tengo esta segunda oportunidad.

V.D.: Cuando llega a la clínica, ¿qué pasó? Me dicen que usted solo pedía que lo durmieran…

E.B.: Sí, me bajaron de la ambulancia, pero de verdad me dolía tanto que yo decía: por qué no me he desmayado. Quería desmayarme, quería que me durmieran, y ya empecé a ver caras conocidas, estaban algunos amigos, mi entrenador y mi novia, María Fernanda, que venía de trabajar. Los veo, y bueno, pues normal que estén acá, aparte que no sabía que era tan grave, si hubiera sabido que entraba a la cirugía y que me podía morir, pues al menos los saludo o me despido, pero en ese momento solo estaba enfocado en el dolor, entonces cuando ya me entraron me empezaron a preguntar cosas; yo era: por favor, duérmanme, quiero dormirme, es en serio, y ahí ya me durmieron. Y antes pasó algo divertido. Mi novia es veterinaria y venía con su uniforme, que se parece mucho al de los médicos. Cuando nos bajamos de la ambulancia le dieron una bala de oxígeno, yo creo que pensando que ella era una enfermera.

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V.D.: Antes de pasar al quirófano, usted se encuentra con su mamá en el pasillo. ¿Qué se dijeron?

E.B.: Ella sabía que todo era un poquito más grave, no sabía qué tan grave, pero sabía que no era solo el fémur. Iba hacia el quirófano y vi a mi mamá, a Mafe, ya estaba sin dolor, me estaban llevando y mi mamá estaba llorando, obvio. Yo le dije: no, mamita, tranquila, no va a pasar nada. Entro a cirugía y ya. No es algo del otro mundo, yo intento tranquilizarla. A Mafe, mi novia, la saludé, no sé si estaba mi hermanito.

V.D.: Fueron 12 horas de cirugía. El país esperaba noticias sobre su salud. El panorama era horrible. Que Egan se podía haber muerto o que Egan, nuestro campeón, podría no volver a caminar…

E.B.: Sí, eso fue muy grave. A mí me entran a cirugía. Sale el doctor Uriza, el neurocirujano, y habla con mi novia, mi papá, mi mamá y el doctor del equipo. Y les dice: bueno, la cirugía va a ser algo grave. Les explicó lo que yo tenía y lo que tenía roto. Les advirtió que el hecho de que yo hubiera llegado a la clínica con vida era un milagro. Les dijo: “Él está vivo de milagro, es un milagro. Pero la cirugía que viene es muy complicada, él podría quedar parapléjico”. Les dio las posibilidades, creo que era un 95 por ciento contra un 5 por ciento. El trabajo de él era ser realista y decirles lo que podía pasar

V.D.: Les mostró el peor escenario…

E.B.: Exacto. Entonces imagínese cómo quedaron mis papás, mi novia y todos cuando les dijeron eso. No supieron nada hasta después de 12 horas. Luego les informaron que la cirugía había salido bien, pero que había que esperar a que despertara y ver si movía las piernas. Les dijeron: creemos que está bien, pero hay que esperar. Entonces imagínese ese drama.

V.D.: ¿Cómo fue la despertada?

E.B.: Recuerdo que me estaban llamando: Egan, Egan… y me desperté, obviamente uno está medio dormido todavía y me acuerdo que lo primero que me dijeron fue: ¿puede mover las piernas? A mí cuando me preguntan eso, yo dije: creo que la cirugía no fue solamente el fémur, fue como una corazonada. Entonces, claro, empecé a mover las piernas y empezaron como a tocarme: ¿siente esto?, ¿siente lo otro? Y yo dije: juepucha, la cirugía no fue solamente de fémur… Porque, como le digo, cuando entré a la cirugía no tenía ni idea de que me iban a hacer todo esto, que tenía la cervical rota, la T5, la T6 y todas esas cosas de atrás que no entiendo mucho todavía…

V.D.: Cuando piensa por un solo segundo en esa posibilidad, Egan, que hubiera podido quedarse sin caminar, ¿qué se le pasa por la cabeza?

E.B.: Sinceramente ,me da un poquito de miedo.

V.D.: ¿Sí?

E.B.: Sí, el hecho de sentir que estaba esa posibilidad de no volver a caminar me da miedo y me daba miedo el saber que pude haber muerto. O sea, que pude haber entrado al quirófano y tal vez no despertarme más. O cuando me estrellé contra el bus haber quedado ahí. O sea, en un segundo se me hubiera ido…

V.D.: La vida…

E.B.: Sí, la vida por completo, sinceramente me da un poquito de miedo cuando lo pienso.

V.D.: ¿Usted es creyente?

E.B.: Sí señora.

V.D.: ¿Y piensa que aquí estuvo la mano de Dios?

E.B.: La verdad sí y mire que esto poca gente lo sabe, pero dos días antes de la caída había tenido una pequeña discusión, nada del otro mundo, con un amigo y él me dijo: “Parce, ¡ah! No peleemos más porque, marica, qué tal yo me muera mañana”, y yo le dije: parce eso no va a pasar; o sea, todo bien, hablamos luego. Y al día siguiente, mi novia también me dijo molestando: ¿qué tal si yo me muriera mañana? Y yo le contesté: eso no va a pasar, pero también molestando. Fueron dos días seguidos que me dijeron eso y al día siguiente fue cuando tuve el accidente.

V.D.: Y casi se muere usted…

E.B.: Exacto. En el hospital, mientras estaba en la uci, me acordé de eso y fue: juepucha, como que tal vez esto pueda tener un trasfondo. Créeme que cada vez que llegaba una enfermera, un doctor o mucha gente, me decían: Dios lo quiere mucho, Dios lo ama. Y cuando me decían eso, tal vez es cosa mía, pero sentía como cierto escalofrío dentro de mí y era algo chévere. Sentía que tal vez era Dios el que me lo estaba diciendo a través de esas personas. “Dios lo ama, Dios lo quiere, Dios le va a dar a usted una segunda oportunidad”. Es algo personal obviamente, pero es algo muy bonito y especial en esas dos semanas que estuve en la uci.

V.D.: ¿Cómo fue que le mandó flores a su mamá estando en la uci?

E.B.: Sí señora.

V.D.: ¿Cómo hizo?

E.B.: Hay una persona que me ha ayudado con varias cositas. Estaba con mi papá y le dije: pa, llame a Japo, escríbale, porque yo no podía coger el teléfono. Le dije: dígale a Japo que si les puede mandar unas flores a mi mamá y a mi novia, Mafe, porque justo a ellas les había tocado un turno muy duro en la uci conmigo.

V.D.: ¿Qué significa su mamá en todo esto?

E.B.: Mi drama empezó cuando me desperté en cuidados intensivos. Yo sentía dolor físico, pero ellos, mi mamá, mi papá, mi novia, mi hermanito, tenían un dolor diferente.

V.D.: Claro…

E.B.: Y yo creo que para ellos era muy duro verme en la cama con los dos tubos que salían de los pulmones. Imagínese cada que respiraba, la sangre corría, venía, corría, venía, y al lado de la cama había dos tarros gigantes con toda la sangre que iba drenando y no me podía mover. Me tenían que cambiar el pañal y mi mamá me volvió a cambiar un pañal, ella decía: “Es mi niño, es mi bebé otra vez…”.

V.D.: Usted me va a hacer llorar, berriondo…

E.B.: Mi papá es una persona muy fuerte y es chévere porque él me transmite esa fortaleza, pero yo lo conozco y por dentro estaba destrozado. Tener que darme de comer durante ese tiempo y verme de esa forma. Le tocaban unos turnos muy feos, porque se turnaban mi mamá, mi papá y mi novia. Entonces muchas veces le tocó a mi papá el turno en el que me daba mucho dolor. Entonces, claro, yo lo veía con esa impotencia. Yo pidiendo algo para el dolor, pero no me podían dar más. Cada uno de ellos vivió su propio drama. Hasta mi hermanito, yo no me imagino a esa edad de 16 años tener que ver a mi hermano, que básicamente es como otro papá, en esa situación. Me sentí un poco mal por ellos, juepucha.

V.D.: Pero muy generoso usted, porque estaba pensando en ellos cuando estaba pasando por algo tan horrible…

E.B.: Pues sí. Pero le repito. Lo mío era dolor físico, pero no puedo imaginarme en la posición de ellos al verlo a uno así y no poder hacer nada, o sea, qué impotencia…

V.D.: ¿Qué le decían cuando lo acompañaban en la uci?

E.B.: Depende, porque en los primeros días tampoco era que pudiera hablar mucho. Obviamente la recuperación fue muy rápida. De un día a otro se veía mucho progreso. La primera semana fue muy dura y lo único que quería era que me quitaran los tubos que tenía en los pulmones, porque eso me dolía bastante. Simplemente me daban de comer, me paladeaban, me preguntaban si tenía dolor o no, y ya.

V.D.: Y llegó el momento feliz cuando lo vimos en esa fotografía, al lado de los médicos que le salvaron la vida…

E.B.: Sí. Estaba esperando ese momento mucho tiempo. Fueron dos semanas. Hay personas que están en la uci por meses, yo solo dos semanas, pero sentí que fue mucho tiempo. Cuando me dan salida, y dos días antes de poder salir, fue cuando pude estar de pie. De la nada fue como: venga, quiero pararme, creo que puedo sostenerme, y claro, dos personas, a lado y lado, por si me caía. Y podía sostenerme, entonces fue algo bonito. Y cuando me hicieron esa foto con todos los doctores que me salvaron fue especial, fue algo muy chévere; de hecho, creo que la voy a imprimir y la voy a poner en algún lugar de mi casa porque es un momento especial para mí.

V.D.: En ese instante supo que tenía que volver a empezar…

E.B.: Sí, eran como sentimientos encontrados. Pensé en el momento y de hecho todavía pienso: ¿y ahora qué? Va a ser un proceso muy largo, ya pasé una etapa muy dura, pero vienen otras etapas que también son de paciencia y que van a ser bastante dolorosas hasta cierto punto y me preocupa eso. Eso también lo estaba pensando mientras salía de la clínica. Cuando por fin llegué acá, donde me estoy quedando, el poder ver algo diferente fue confortante, pero igual seguía pensando que falta mucho. Estoy feliz de estar vivo y eso no se me va a olvidar, tengo que estar agradecido porque ya el hecho de poder respirar y sentir, al menos siento dolor, ¿sabe?, y es algo chévere, pero ¿y ahora qué?

V.D.: Hábleme de ese ¿ahora qué? ¿Con qué sueña, Egan, qué se ha propuesto?

E.B.: Pues mire que estoy trabajando muy fuerte, o sea, ha pasado poco tiempo pero incluso en la uci, cuando me ponían cosas para el dolor, yo empezaba a mover las piernas porque ya no me dolía tanto, y yo decía: tengo que moverme porque o sino cuando salga de acá va a ser más difícil la recuperación. Entonces digamos que dentro de todo, incluso dentro de la uci, empecé a moverme, a mover la pierna donde me habían hecho la cirugía, con la otra empecé a trabajar con bandas.

V.D.: ¿En la uci? No puede ser…

E.B.: De hecho les decía a mis papás: “Téngame la pierna y hágame resistencia”, o “ayúdeme a estirar el brazo, ayúdeme a estirar tal cosa”... en la noche se imaginará el dolor, cuando me pasaba la anestesia.

V.D.: Claro, porque hacía un esfuerzo…

E.B.: Claro, y en la noche otra vez sentía el dolor y en el día otra vez. Como que quería empezar a moverme porque sabía que igual me iba a ayudar. Iba a ser doloroso en su momento, pero me iba a ayudar. Era chistoso porque imagínese yo con los dos tubos acá, drenando el líquido que tenía en los pulmones y haciendo ejercicio. Pero igual creo que todo eso ha ayudado a que en este momento ya pueda caminar y pueda estar yendo a la rehabilitación. Quiero volver a mi mejor versión, tengo fe, no sé por qué creo que puedo hacerlo y creo que va a ser rápido. Los doctores me regañan cuando les digo que va a ser rápido, pero no sé si rápido va a ser un año, diez años o seis meses, o tres meses.

V.D.: Lo importante es que usted está empeñado a fondo.

E.B.: Si rápido son años, no importa. Si rápido son meses, no importa.

V.D.: Pero tiene el sueño de estar en su mejor versión…

E.B.: Exacto. Si uno quiere llegar a la luna tiene que apuntarle al sol. Y lo estoy haciendo. O sea, cada vez que estoy yendo a la terapia intento hacer más y pregunto para hacer más y quiero hacer más. Llego a la casa y otra vez lo mismo, que mi mamá téngame la pierna con la bandita, quiero activar el músculo, obviamente respetando las cosas que me dicen los doctores: “No puede hacer esto, no puede hacer lo otro”, pero de resto puede hacer lo que quiera. Entonces intento exigirme un poquito…

V.D.: Cuando piensa en la bicicleta, ¿qué siente?

E.B.: Quiero volver, es lo que más amo. Soy ciclista, siento que si no estuviera en una bicicleta no sabría qué hacer. Seguramente me pondría a hacer algo más, pero en este momento me siento ciclista, me siento deportista y para mí la bicicleta es mi estilo de vida.

V.D.: ¿Usted es campeón del Tour de Francia y quien gana esa competencia es el mejor ciclista del mundo, o no?

E.B.: Sí, se podría decir.

V.D.: Entonces, usted ha sido el mejor ciclista del mundo, ya tuvo ese reconocimiento. ¿Cree que va a volver a estar a ese nivel?

E.B.: No sé si vaya a estar a ese nivel de volver a ganar un Tour de Francia porque ya es difícil.

V.D.: Pero no lo dude, Egan.

E.B.: Si es difícil estando uno bien del todo, no sé cómo será ahora. Pero quiero ser la mejor versión de Egan Bernal. Lo que puede hacer Egan Bernal en este momento, obviamente, voy a trabajar para llegar a ese nivel. Y créame que trabajar es muy duro y lo estoy haciendo y a medida que me pueda mover voy a hacer más cosas y creo que de hecho saco mi mejor versión en estos momentos cuando tengo alguna lesión, cuando tengo algún tipo de cosas, siento que puedo estar un poquito más enfocado y eso es lo que quiero, a lo que quiero apuntar.

V.D.: Algunos expertos en ciclismo dicen que usted es un superhumano…

E.B.: No sé, no creo, mire lo que me pasó.

V.D.: Pero es un sobreviviente…

E.B.: Sí. Digamos, yo lo diría más un guerrero o algo así, pero creo que lo que me pasó contra ese bus me demuestra que todos somos de carne y hueso y todos se pueden romper.

V.D.: Si no hubiera ocurrido ese accidente, ¿usted estaba listo para el Tour de Francia?

E.B.: Estaba entrenando muy bien. De hecho, sentía que estaba andando muy bien. Obviamente no a mi mejor nivel porque uno no puede estar al mejor nivel en enero si quiere estar en su mejor nivel en julio, pero me sentía sano, fuerte, más recuperado del problema que había tenido en la espalda, estaba más rápido en crono, y estaba feliz. Me sentía a gusto en la bicicleta y sentía que estaba disfrutando montar en bici. Cuando lo disfruto, siento que me va un poquito mejor, así que me sentía, no sobrado, pero sí con cierta confianza de volver al Tour.

V.D.: Algunos, cuando ocurrió el hecho, empezaron a culpar al conductor del bus. ¿Siente que hay algún culpable?

E.B.: Es difícil señalar a alguien y después de todo lo que ha pasado y lo que viví. En este momento, lo último que quiero es culpar a alguien, no quiero culpar a nadie, no quiero culparme ni culpar al señor del bus.

V.D.: ¿Fue un accidente?

E.B.: Fue un accidente. Lo único es que a veces sí hay cositas que deberían funcionar mejor en la vida, fue algo que pensé mientras estaba en la uci. Se podrían evitar más accidentes, siento que eso de los paraderos es como algo que a veces me da impotencia incluso desde antes del accidente. Cuando los buses paran en medio de la nada y ni siquiera se orillan, es como, juepucha, dan ganas de decirles: ¡oríllese!

V.D.: Mucha gente se pregunta cómo es posible que un ciclista de su talla mundial entrene de esa manera. ¿Esos entrenamientos son normales, en medio de tanto riesgo?

E.B.: Sí, porque lastimosamente nosotros no somos el fútbol y no podemos entrenar en un estadio, en un coliseo; o sea, finalmente tenemos que estar expuestos a este tipo de cosas. Mi entrenamiento normal puede ser de 270 kilómetros desde Zipaquirá hasta Tunja, ida y regreso, pueden pasar miles de cosas. Uno tiene que ser consciente. Hay riesgos que se podrían evitar, pero no podríamos dejar de hacer el entrenamiento en carretera abierta porque, si no, no podría ganar el Tour de Francia.

V.D.: Usted acaba de renovar el contrato con su equipo por cinco años. ¿Qué le dicen en el Ineos?

E.B.: He tenido todo el apoyo, me escribió el mánager del equipo, también Jim Ratcliffe, que es la persona que patrocina al Ineos, y tengo el apoyo de ellos. De hecho, cuando me caí, el equipo se quedó, o sea, mi entrenador, masajista y el médico se quedaron dos semanas, mientras salía de la uci y luego otra semana más, mientras me organizaba. Me consiguieron esta casa donde me estoy quedando, cerca de las terapias. Acompañaron a mi familia y estuvieron superpendientes. Así que siento que tengo todo el respaldo del equipo y es chévere no sentir cómo esa presión de que tengo que demostrar algo para seguir siendo apoyado por ellos y la verdad que me siento tranquilo.

V.D.: ¿Qué les dice a todas esas personas, ciclistas famosos, jugadores como Falcao y demás, que le han enviado mensajes de aliento?

E.B.: Me gustaría responderles a cada uno. La verdad, en su momento estuve alejado del teléfono, porque no podía cogerlo, y segundo, quería estar solamente con mi familia. De hecho, una de las cosas que pidió el equipo fue: no le digan nada de lo que está pasando afuera, queremos que se enfoque solamente en su recuperación y hasta que salga de la uci, cero celular. Entonces empecé a ver lo que realmente le había significado mi caída al país cuando salí y de hecho fue, de cierta forma, bonito, no sabía que hubiera sido de tanto impacto.

V.D.: ¿Usted no sabía que lo queremos tanto?

E.B.: Pues no pensé que tanta gente. Sentí el apoyo de mucha gente. Obviamente imaginaba que había gente que me estaba siguiendo, que se preocupaba por mí, pero no pensé que hubiera tenido tanta trascendencia. Y que hasta la selección Colombia, que está ahí en el corazón, que justo antes de un partido me mandaron un mensaje. Eso es muy bonito por lo que significa la selección o por lo que puede significar Falcao, que Falcao es Falcao. Que Falcao a uno le mande un video de esos es chévere.

V.D.: ¿Qué le quiere decir a Falcao?

E.B.: No, que todo bien, que muchas gracias por el video. De verdad que mis respetos a Falcao y a toda la selección, son unos duros. Y pues imagínese, no sé, yo no me siento más, como el Egan Bernal, el campeón del Tour de Francia, yo soy muy de mi familia, de mi mamá, de mi papá, un círculo muy cerrado de amigos. Cuando salgo de la uci, ver que gran parte de Colombia había seguido mi recuperación fue muy chévere.

V.D.: ¿Es cierto que le dicen Wolverine?

E.B.: Sí, un exentrenador, se llama Sergio Avellaneda, y entonces como he tenido tantas caídas durante mi carrera deportiva, entonces cada vez que me caía, por ejemplo, el médico decía son seis meses hasta que vuelva a competir y a las tres semanas ya estaba compitiendo, entonces como que siempre me he recuperado superrápido y pasó una vez, dos veces, tres veces y ya todo el mundo me dijo: no, parce, a usted toca decirle Wolverine porque se recupera muy rápido. Imagínese, después de cada caída, pues como que me recupero aún más rápido y a cada rato es como Wolverine, Wolverine.

V.D.: Pues lo que queremos es que se vuelva un Wolverine total…

E.B.: Sí, ojalá, porque quiero recuperarme lo más rápido posible. Igual en este momento estamos en una fase en la que primero quiero ser autosuficiente, quiero hacer las cosas por mí mismo, que no me ayuden así sea a levantarme de la cama, que todavía me tienen que ayudar. Primero quiero concentrarme en eso, en lo básico, y cuando tenga toda la movilidad de mi cuerpo, pues empezar ya a enfocarlo un poquito más en lo deportivo, pero la idea es volver a competir lo más rápido posible.

V.D.: ¿Qué le quiere decir a su mamá?

E.B.: A mi mamá, mi papá, mi hermanito y pues obviamente a mi novia, que gracias por acompañarme en ese momento tan difícil y por ser tan fuertes. Creo que no fue fácil para ninguno de ellos verme en esa situación. Eso de mi mamá cambiándome el pañal, hasta mi novia paladeándome, mi papá también, mi hermanito viéndome con bastante dolor, que de hecho lo tenían que sacar porque ya no era bueno para él verme así. Así que yo creo que les tocó muy duro, pero siempre se mostraron muy fuertes. Creo que esa fortaleza me la transmitieron y hasta cierto punto es un trabajo en equipo y de verdad creo que si ellos no hubieran estado conmigo en la uci, acompañándome y ayudándome a hacer los ejercicios y dándome esa buena energía, seguramente no estaría en este momento y en este punto.

V.D.: ¿Se muere de amor por ellos, verdad?

E.B.: Sí, mi familia lo es todo. Siempre, desde que era niño, lo único que quería era que mis papás se sintieran orgullosos de mí y darle un buen ejemplo a mi hermanito. No soy el mejor ejemplo a seguir, son datos y hay que darlos (risas). Pero siempre he querido que también mi hermanito se sienta orgulloso de mí, que diga: él es mi hermano y que me vea en las cosas buenas como un ejemplo. Así que yo doy la vida por ellos, por mi familia, y de verdad es lo más sagrado que tengo. El hecho de poder estar vivo y poder compartir con ellos, después de todo lo que tuve, es un plus. Después de esto que pasó estamos más unidos que nunca. Me siento orgulloso y muy feliz de tener una familia tan unida y tan bonita. Creo que todos damos la vida por el otro y es algo que me enorgullece.

V.D.: ¿Y se reconciliaron con Mafe, su novia, no?

E.B.: Sí, también, ya estábamos en esas…

V.D.: Ya estaban en conversaciones…

E.B.: Sí, menos mal, porque o si no imagínese desde la uci cómo hubiera sido. Una de las primeras cosas que me dijo cuando estaba en la uci y podía hacerme chistes fue: le dije, qué tal me hubiera muerto mañana, entonces yo: juepucha, sí, tienes razón. Nada, un mal es para un bien y la verdad es que todos somos muy unidos, nos queremos muchísimo.

V.D.: Egan, le hablo en nombre de todos los colombianos. Usted es un orgullo. Lo queremos mucho, lo único que nos ha dado son alegrías. Y que Dios lo cuide, lo siga acompañando y lo saque adelante…

E.B.: Quiero decirles gracias a Colombia y a las personas que estuvieron siguiendo mi recuperación, quiero agradecerles por estar pendientes y porque creo que a mucha gente le llegó al corazón más de lo que hubiera pensado e imaginado. La verdad, a la uci llegaban algunas enfermeras diciendo: mi mamá te está haciendo este rosario. Y cuando salí me di cuenta de que muchas mamás, muchas abuelitas, me habían hecho el rosario, habían ofrecido una misa, habían hecho muchas cosas así, gente que incluso no sabía mucho de ciclismo, así que fue algo muy chévere, muy bonito y conmovedor. De verdad quiero agradecerles porque yo creo que toda esa buena energía ha servido y seguramente va a servir. Aprovecho para decir que me siento superorgulloso de ser colombiano, creo que este tipo de cosas como el ofrecerle el rosario a un ciclista X, no lo conozco, pero es un muchacho de bien, ofrezcámosle el rosario, son cosas que digo, esto es Colombia. No creo que pase en otras partes del mundo y menos con esa fe con que lo hacen las mamás y las abuelitas acá en Colombia. Espero algún día devolverles todo esto, ojalá en bicicleta en alguna carrera.

V.D.: ¡Así será! Le voy a dar un abrazo en nombre de todos los colombianos. ¿Me da permiso?

E.B.: ¡Claro!

Fuente: Revista Semana Colombia 

 

 

 

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