Delimitar carriles para bicicletas en las calles urbanas puede generar un aumento en el número total de ciclistas en la ciudad, no solo en las calles con nuevos carriles para bicicletas, según un nuevo estudio del que hace referencia The New York Times.
El documento se suma a un creciente conjunto de literatura que indica que la inversión en infraestructura para el ciclismo puede alentar a más personas a utilizar la bicicleta como medio de transporte, lo cual ayuda a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mejorar la salud.
“Es el primer trabajo que intenta demostrar, a mayor escala, el vínculo existente entre la infraestructura de ciclovías (carriles para bicicleta y otros elementos construidos) y el número de ciclistas durante la COVID-19”, aseveró Ralph Buehler, director de temas urbanos y planeación en la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales de Virginia Tech, quien no colaboró en el estudio.
La investigación, que apareció en línea el 29 de marzo en la publicación Proceedings of the National Academy of Sciences, reveló que en ciudades en las que se creó infraestructura para las bicicletas, el ciclismo aumentó hasta un 48 por ciento más que en otras ciudades en las que no se hicieron más carriles para bicicleta.
En general, en las ciudades densamente pobladas en que el tránsito público ya era popular, se observaron mayores aumentos. En ciudades de menor densidad, más automóviles por persona y velocidades de tránsito más altas, el aumento en el número de ciclistas fue más moderado. París, que puso en marcha su programa de carriles ciclistas muy pronto y contó con el programa de nuevos carriles para bicicletas más ambicioso de las ciudades incluidas en el estudio, registró uno de los mayores aumentos en el número de ciclistas.
“Casi parece una ley natural que a mayor infraestructura haya más ciclistas”, afirmó Sebastian Kraus, principal autor del estudio.
Por desgracia, en el área de investigación de tránsito público, el efecto de sumar carriles para bicicletas es tema de debate.
“Se parece al problema del huevo y la gallina”, explicó Kraus, doctorando en Economía del Instituto de Investigación Mercator en el área de Patrimonio Global y Cambio Climático en Berlín. “Es posible que exista una causalidad invertida y que en realidad, al haber muchos ciclistas, estos exijan una mejor infraestructura, no que por la infraestructura haya más ciclismo”.
Los investigadores recopilaron datos, como la distancia de los nuevos carriles para ciclistas y datos de contadores de bicicletas, de 106 ciudades de Europa. Gracias a los contadores de bicicletas, los investigadores pudieron medir el número de ciclistas en cada ciudad, no solo en las nuevas rutas para bicicletas. Analizaron el número de ciclistas de marzo a julio y descubrieron que en las ciudades que habían añadido ciclovías, el ciclismo aumentó entre un 11 y un 48 por ciento más que en aquellas que no lo habían hecho.
Los investigadores descubrieron que el aumento se mantenía incluso al aplicar controles por el clima y cambios en la oferta y la demanda de transporte público.
Matthew Raifman, estudiante de doctorado en salud ambiental en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Boston, descubrió en otro estudio que la inversión en infraestructura para ciclistas y peatones no solo se pagaba por sí sola, sino que redituaba más, al tomar en cuenta los beneficios a la salud.
“No solo aumentan nuestra actividad física, sino que reducen los niveles de emisiones de gases de efecto invernadero y mejoran la calidad del aire, todos ellos factores que influyen en la salud”, señaló Raifman.
Kraus advirtió que los hallazgos de este estudio eran específicos para la pandemia, pues los funcionarios de salud pública alentaron el ciclismo para reducir el riesgo de transmisión del coronavirus y ciudades de todo el mundo le añadieron infraestructura para bicicletas a sus calles. Sin embargo, quizá no sea exagerado imaginar que más personas sigan usando sus bicicletas después de que termine la pandemia.
Algunas investigaciones sobre huelgas de transporte han demostrado que cuando las personas se ven obligadas a experimentar nuevas rutas y formas de transporte, pueden crear nuevas rutinas.
“La investigación en conductas de movilidad parece indicar que, si descubres otra manera de desplazarte, es posible que la adoptes en adelante”, explicó Kraus. “Así que estoy seguro de que, si mantienes la infraestructura, las personas van a seguir usando la bicicleta”.
Fuente: The New York Times