Irreconocible en el primer acto, insistente en el segundo, el vigente campeón nada más ha ganado dos de sus últimos cinco encuentros en la Serie A. No le vale ni siquiera como consuelo o coartada que terminará la decimoctava jornada en el segundo puesto, por encima del Juventus, aún fuera del foco del Inter, pero más lejos de lo importante: la cima.
El Milan se repuso de sus errores. El 1-0 del Lecce fue una secuencia de fallos. De Kalulu, cuyo mal pase, flojo, originó todo el desajuste, la carrera por la banda izquierda de Di Francesco y su buen envío al área a la llegada de Blin. Y de Theo Hernández (cambiado al descanso). Su desesperado y fallido despeje con el pecho fue gol en sólo tres minutos.
Di Francesco comprometió entonces una y otra vez a la defensa del Milan; indetectable primero en otra ocasión un minuto y 50 segundos después, cuando controló con precisión y remató fatal, lejos del foco de la portería cuando intuía él y su equipo el segundo tanto, y desbordante después en una acción finalizada con un derechazo amenazante... Y desviado.
En el desastre inicial del Milan, aún hizo más daño el Lecce antes de la media hora, cuando un centro de Morten Hjulmand lo cabeceó certero, dentro del área, Federico Baschirotto, cruzado, fuera del alcance de Tatarusanu para poner más en evidencia la puesta en escena del conjunto 'rossonero', con varias bajas, pero también con demasiados deméritos.
Cierto que el Milan tampoco tuvo pegada en sus dos ocasiones en el primer tiempo. Una de Pobega y otra de Giroud, que remató más con el hombro que con la cabeza. A las dos se cruzó el portero Falcone, que también contribuyó de forma visible a la ventaja al intermedio del Lecce, más eficaz y mejor en todo, en casa sector, en cada aspecto, a su adversario.
Nada definitivo para el Milan, que resurgió en la reanudación. Más dominante que brillante. Y con el 2-1 que se inventó Rafael Leao a la hora de partido. El extremo portugués controló un rechace de Falcone, salvador ante Giroud, se abrió y conectó un derechazo que sorprendió al guardameta por su palo. Había partido. Mucho partido.
Lo demostró allá por el minuto 70, cuando Giroud cedió el 2-2 a Calabria, con una sucesión de dos cabezazos que rescató al conjunto 'rossonero', al borde del naufragio al descanso, pero relanzado de repente, en cuanto solventó la presión de su rival, se adueñó de la pelota, dio un paso adelante hacia el campo contrario e insistió hasta que reabrió el duelo.
Finalmente, empató. Pudo ganar. También perder. Tan buen resultado es el 2-2 tal y como terminó la primera parte como malo antes del inicio del partido desde cualquier perspectiva, más aún después de la victoria del Nápoles, que se escapa de todos en la clasificación. Un paso atrás del Milan y sus dos versiones opuestas.