Las anotaciones de los nipones fueron de Ritsu Doan al 48' y Ao Tanaka al 51'. Por su parte, por los ibéricos marcó Álvaro Morata al 11'.
ACCIONES DE JUEGO
La noche se ha revelado de lo más movida, pese a que en el inicio todo ha ido como la seda. No ha sorprendido que de entrada Japón cediese la iniciativa y se protegiese en terreno propio montando una tela de araña con cinco de fondo y cuatro medios, una defensa posicional, exenta de agresividad. Parecía un reconocimiento explícito de inferioridad más que un plan para reforzar el segundo lugar que ocupaba en la clasificación, pero esto último pronto dejó de ser así porque Alemania no ha tardado en estrenar su cuenta ante Costa Rica. Y también lo ha hecho España, muy fácilmente además: un centro bien puesto de Azpilicueta que Morata ha cabeceado sin oposición cerca del área pequeña.
La tónica persistió durante un rato largo, lo cual ha permitido a España hartarse de enlazar pases. La mayoría para ir a ninguna parte, a dónde si no había espacios para profundizar, aunque bien mirado qué necesidad tenía de coger riesgos si ya disponía de ventaja. La circulación era absolutamente cómoda, con gran protagonismo de la pareja de centrales instalada en el círculo central. Casi no ha sufrido robo alguno en zona comprometida, si se descuenta un error poco común de Busquets que culminó con remate de Ito al lateral de la red, aún con el 0-0. Por momentos, la monotonía se adueñó del encuentro mientras los de Luis Enrique participaban ufanos en un rondo eterno, con escasas aperturas a banda, donde Olmo y Nico Williams insistían en tirar desmarques que nadie atendía.
Recordando lo ocurrido en el Alemania-Japón, quedaba por comprobar en qué instante los dirigidos por Moriyasu alterarían su disposición, discutirían el descarado dominio hispano y se lanzarían hacia arriba. Ese día no fue hasta la segunda parte, tras realizar una serie de cambios ofensivos en sus filas, y fue un éxito, valió el triunfo. Este jueves ha habido un amago de reacción a eso de la media hora, no ha sido para tanto, si bien los futbolistas nipones han dejado a un lado las contemplaciones, han elevado su nivel de intensidad en las disputas y han probado asimismo una presión alta.
Al regreso del vestuario se ha demostrado que ese estirón era el anticipo de lo que estaba por llegar. Japón, furibunda, en la línea de su anterior remontada, se ha volcado y pasado por encima de un rival que no entendía nada, cuando lo que sucedía era muy simple: enfrente ha emergido el orgullo de un colectivo que maneja los tiempos de los partidos como nadie. Así se han producido los dos goles que daban la vuelta al resultado en cosa de unos pocos segundos: acoso, robo, carrera al espacio de muchos hombres y una enorme determinación en la culminación. La flojera de España ha salpicado a la totalidad de sus integrantes. Ni el frío Simón se ha salvado de la quema, pudo hacer bastante más en el tanto que significó el empate. El segundo nipón ha tenido de ser ratificado por el VAR, pues daba toda la impresión de que la pelota había rebasado la línea de fondo, pero la infalibilidad de la tecnología en esto de trazar líneas confirmó que Japón tomaba la delantera.
Luis Enrique movió piezas de inmediato, emulando a su colega que acertó de pleno con sus relevos, por ejemplo Doan, partícipe en ambos goles. Lo que ha venido a continuación ha sido un calvario para los españoles, que no solo se enredaron en un ejercicio de impotencia. Empezaron a llegar noticias funestas del otro cruce del grupo: Costa Rica se le subía a las barbas a Alemania e invertía el marcador. Durante dos minutos, España estuvo eliminada del Mundial, el margen que precisó Alemania para rescatar la lógica y condenar definitivamente a los centroamericanos. A todo esto, España recuperaba el guion del primer tiempo, volvió a amasar posesión con su rival apelotonado en torno a la frontal de su área.
Pero claro, no es lo mismo combinar ganando para pasar el rato que para generar para buscar el gol, menos aún si la continuidad en el campeonato pende de un hilo. Finalmente, el tradicional empeño germano le ha resuelto la papeleta a España, que solo ha anotado una oportunidad nítida en el segundo acto. A la conclusión, los japoneses montaron su fiesta, eran los flamantes líderes del grupo, mientras los hispanos desaparecían de escena, todavía con el sofocón encima.