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Las cifras del traspaso no se han hecho oficiales, aunque según fuentes próximas a la negociación el precio se ha fijado en 25 millones de euros. El futbolista firma por dos años. 

 

En la temporada en la que la Superliga, decían, era más necesaria que nunca ante la previsible ruina global del fútbol, los clubes vuelven a inflar la burbuja como en los tiempos prepandémicos. Leo Messi debutará el domingo con el PSG. Kylian Mbappé apura las horas para ser nuevo jugador del Real Madrid. Y quién sabe cuánto más podrá retorcerse el mercado hasta su conclusión, con Erling Haaland esperando su turno.

Las opciones de que Cristiano acabara firmando por el Manchester City, histórico rival del Manchester United, nunca estuvieron claras. De hecho, y pese a que el equipo de Pep Guardiola implora por un delantero centro tras la imposibilidad de contratar a Harry Kane, encerrado en su cárcel de oro del Tottenham, las conversaciones entre el club citizen y Jorge Mendes, agente del futbolista, nunca llegaron a avanzar.

Quien aguardaba pacientemente era el Manchester United, dispuesto a repatriar a un Cristiano que supo honrar como pocos el mítico dorsal siete. El mismo que habían llevado George Best, Bryan Robson, Eric Cantona y David Beckham.

El United de Ole Gunnar Solskjaer, ex compañero precisamente de Cristiano durante su etapa red devil, completa así un verano de ensueño con los fichajes de otro ex madridista, el central Raphael Varane, y del extremo Jadon Sancho, que vuelve a Inglaterra después de cuatro temporadas en el Borussia Dortmund.

Fue en Manchester donde Cristiano conquistó por primera vez el Balón de Oro (2008). Donde alzó ocho trofeos entre los años 2003 y 2009, incluidos tres títulos de la Premier League. Y, sobre todo, donde atrapó su primera Champions. El 21 de mayo de 2008, bajo la lluvia moscovita en el estadio de Luzhniki, el portugués vivió uno de los momentos más extremos de su carrera. Marcó el primer gol de la final pero, tras acabar el partido en empate, tuvo que pelear contra las lágrimas al errar en la tanda de penaltis. Resbaló John Terry, que echó por la borda las opciones del Chelsea. Cristiano ya pudo llorar en paz. Y en lo alto de un trono.

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Después de perder un año después la final de la Liga de Campeones frente al Barcelona de Guardiola -aquel día en Roma en el que vio a Messi volar ante Ferdinand y el aterrorizado Van der Sar-, Cristiano fichó por el Real Madrid a cambio de 96 millones de euros. Cristiano y Messi, tan opuestos, tan similares, iniciaban uno de los enfrentamientos más hermosos de la historia del deporte.

Han pasado 18 años desde que el fútbol vivió uno de aquellos veranos que lo cambian todo. El 6 de agosto de 2003, el legendario Alex Ferguson quedó prendado de un joven de 18 años de maneras altivas, pero incontrolable para sus pretorianos del Manchester United. Los red devils habían acudido al estreno del José Alvalade de Lisboa para disputar un amistoso frente al Sporting de Portugal de Fernando Santos. Cristiano desquició al lateral irlandés John O'Shea. Ferguson no perdió el tiempo. Ryan Giggs le advirtió que el chico no se podía escapar, así que el entrenador escocés acabó por reunirse con aquel imberbe de peinado barrial al que insistían en comparar con Luis Figo. Y se aseguró un fichaje que llevaría al club de Old Trafford a otra dimensión. Ferguson sigue siendo un "padre" para Cristiano.

Quién sabe qué hubiera deparado la historia si aquel convulso verano de 2003 Joan Laporta y Sandro Rosell, que fueron de la mano para ganar las elecciones del Barcelona gracias al señuelo de Beckham (quien dejó Old Trafford para firmar por el Real Madrid), se hubieran decidido por Cristiano. Así se lo recomendó a Rosell su íntimo amigo y entonces seleccionador portugués, Luiz Felipe Scolari.

Ronaldinho, por el que también pujó el Manchester United, ya había firmado por el Barça. Impulsó el brasileño el "círculo virtuoso" azulgrana mientras lo sacaba de la ruina deportiva, económica y emocional. Aunque su gloria fue demasiado efímera. Pero el Barcelona aspiraba aún a más. Rosell, pese a que la caja de caudales estaba ya repleta de telarañas, hizo un último esfuerzo por Cristiano, al que conocía de su etapa en Nike. Incluso el entonces vicepresidente deportivo azulgrana acudió a cenar a casa del joven portugués. Su madre le cocinó bacalao. Intentó convencerle el dirigente para que esperara un año para jugar en el Camp Nou. Pero Cristiano asumió que su vida pasaría por Manchester, que pagó al Sporting 17,35 millones de euros. En Barcelona acabó su compañero Ricardo Quaresma, otro extremo que debía ser una estrella. No fue lo mismo.

Cristiano Ronaldo, aun en la recta final de su carrera, siempre aseguró lo mismo: competitividad, incluso obsesiva, y goles. Marcó 118 en 292 partidos con el Manchester United; 451 en 438 encuentros con el Real Madrid; y 101 en 134 duelos con esa Juventus que pagó por su fichaje 117 millones de euros en 2018 (incluido un salario de 31 millones netos), y en la que logró dos Scudetti, una Copa de Italia y dos Supercopas italianas. No fue suficiente. No pudo arrancar a los nerazzurri su malditismo con la Copa de Europa. A Cristiano se le agotaron las aspiraciones en Turín. Busca una última oportunidad allí donde aprendió a ser rey.

Fuente: Diario El Mundo España 

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