El reciente ciclo de la Selección de Costa Rica estuvo marcado por una serie de hechos que, lejos de ser futbolísticos, terminaron afectando directamente la estabilidad, continuidad y proyección del equipo nacional.
El análisis que sigue expone con claridad tres ejes centrales:
1. El proyecto de Gustavo Alfaro que fue debilitado por factores externos.
2. La llegada de Miguel Herrera y la repetición de patrones ya conocidos.
3. La responsabilidad conjunta de la prensa y de la Federación en la crisis que impactó la clasificación al próximo Mundial.
Gustavo Alfaro: un proyecto sólido desgastado desde afuera
Un entrenador de estructura, método y visión
Alfaro llegó con un enfoque racional: orden táctico, transición generacional moderada, identidad progresiva.
Buscaba un proyecto de mediano plazo, basado en bloques, presión medida y lecturas inteligentes del partido.
La prensa: un ambiente negativo desde el inicio
El vínculo con los medios se tensionó rápidamente:
• críticas reiteradas,
• narrativas pesimistas,
• presión sobre resultados inmediatos,
• poca comprensión del proceso.
El propio entorno federativo confirmó que Alfaro manifestó inconformidad por el trato mediático.
Esta fricción fue el primer golpe serio al proyecto.
El error administrativo: un síntoma institucional
El cuerpo técnico operó sin permisos laborales adecuados por meses.
No fue solo un descuido legal: fue una señal de desorden, falta de profesionalismo y ausencia de acompañamiento institucional.
Para un entrenador estructurado y ético, esto minó la confianza.
La Federación: falta de liderazgo en el momento decisivo
Ante la presión mediática y los errores internos, la Federación tenía la oportunidad de:
• blindar a su entrenador,
• asumir responsabilidades,
• y asegurar continuidad.
No lo hizo.
Su falta de carácter dejó a Alfaro expuesto en un entorno hostil, acelerando su salida mediante la cláusula contractual.
Consecuencias deportivas: discontinuidad en el peor momento
La interrupción del proyecto afectó directamente el rendimiento competitivo.
Se perdió:
- la consolidación del sistema,
la maduración de la transición generacional,
y el tiempo acumulado de entrenamiento bajo una misma idea.
Cambiar de entrenador en un ciclo corto no es neutral: es una pérdida de meses, automatismos, roles y cohesión.
Ese impacto pesó más que cualquier error táctico puntual.
Miguel Herrera: análisis racional del nuevo ciclo
El sello lavolpista
Miguel Herrera representa una escuela ofensiva, intensa y arriesgada.
Su modelo exige respaldo total, estabilidad y confianza para funcionar correctamente.
Carácter y contexto
Herrera es un técnico de fuerte temperamento, frontal y vehemente.
Costa Rica ya vivió esa experiencia en su primer paso, que dejó sensaciones encontradas.
Un entrenador así necesita un entorno estable; de lo contrario, el conflicto aparece temprano.
Repetición del patrón
La llegada de Herrera se dio en un ambiente:
• polarizado por la prensa,
• con la Federación nuevamente temerosa de defender un proyecto,
• y sin una visión de largo plazo consistente.
Costa Rica repitió el mismo error: traer un técnico fuerte a un ambiente institucional frágil.
Reflexión final: dos actores, un mismo daño
Aquí es donde el análisis requiere firmeza y claridad.
El proceso se destruyó por factores externos, no por incapacidad futbolística.
Y esos factores tienen dos responsables directos:
1. La prensa, cuyo enfoque crítico y en ocasiones hostil contaminó el ambiente desde el inicio.
No hubo equilibrio, ni comprensión del proceso, ni responsabilidad narrativa.
La presión innecesaria creó incertidumbre y desgaste emocional en el cuerpo técnico.
2. La Federación, que mostró una falta de carácter evidente.
No supo:
• defender a su entrenador,
• asumir sus fallas internas,
• ni liderar el proyecto cuando más se necesitaba firmeza.
Entre ambos —prensa y dirigencia— generaron un entorno tóxico que terminó derrumbando la estabilidad, debilitando la confianza interna y provocando la salida de un técnico que tenía un plan funcional y una visión clara.
Y luego, con Miguel Herrera, volvieron a repetir el patrón: otra vez una figura fuerte, otra vez un entorno frágil, otra vez tensiones externas que pesan más que el balón.
La consecuencia ha sido dolorosa:
Costa Rica comprometió su clasificación no por escasez de talento ni por malas ideas tácticas, sino por un entorno que minó desde afuera lo que adentro se intentaba construir.
El fútbol nacional no está fallando en la cancha.
Está fallando en los espacios donde se debe proteger, sostener y guiar el proyecto.
Hasta que la prensa y la Federación no asuman su responsabilidad colectiva y modifiquen su comportamiento, cualquier entrenador —sea Alfaro con su racionalidad o Herrera con su energía— quedará atrapado en un ciclo que repite sus propias heridas.
En síntesis: dos actores, un mismo daño, una misma catástrofe evitable.
Después de todo lo mencionado. La presión de los medios, del aficionado y la ineptitud de los federativos, todos en conjunto dieron una pequeña pero fenomenal… muestra de prepotencia: creer que tenemos derecho propio para continuar en los mundiales de fútbol. Grosso error.
Nota escrita por Guillermo Cubas exfutbolista costarricense, especialista en economía y negocios que vive desde hace años en Monterrey, México.


