Este domingo el tenista español Rafael Nadal agrandó su leyenda al vencer sin problemas al noruego Casper Ruud en la final de Roland Garros.
Rafa se dejó el compromiso en tres sets 6-3, 6-3 y 6-0.
De esta manera Nadal suma su título número 14 de dicho certamen.
Las acciones
No hubo partido desde que este comenzó. El mejor deportista español arrancó el duelo al servicio, ganando y rompiéndole el saque a su rival. Nadal activó el modo apisonadora y el noruego se vio rápidamente superado por la situación. Normal. Es Rafael Nadal, en Roland Garros y en una final. Mal negocio intentarlo cuando nunca nadie ha logrado semejante hazaña.
Despertó Ruud cuando el de Manacor ya acariciaba con la yema de los dedos su primer set. Pero qué más da, es Rafael Nadal. Alargó la agonía unos cuantos juegos y se acabó embolsando la primera manga con un 6-3 en apenas 48 minutos.
No obstante, el rumbo del partido viró en el segundo set. Casper Ruud dejó atrás el titubeo y las dudas que había reflejado sobre la Philippe Chatrier en los primeros puntos. El noruego llevó todo su talento a su raqueta para plasmar el juego que le ha catapultado hacia su primera gran final.
Y se puso 1-3 con rotura incluída. Es cierto. Nadal había perdido un punto de precisión y el noruego estaba certero. De nada sirvió. Es Rafael Nadal Parera en su pista. Cinco juegos seguidos para el actual número cinco del mundo y otra manga para él. Parece fácil cuando lo ves tantas veces, cuando un deportista sin precedentes te ha acostumbrado a que lo extraordinario sea habitual, pero no lo es.
Tan increíble que el tercer set fue por la vía rápida, tal y como lo hacen los grandes: sin dudas, contundente y con la calidad que caracteriza a los mejores. Juego al saque, rotura de servicio, 6-0 y el resto fue historia. Crónica de una muerte anunciada sobre la pista central francesa. No tuvo que cambiar nada en su juego. Simplemente salió y ganó, como si fuese fácil.
Y llegó, el decimocuarto Roland Garros del manacorí ya es una realidad. Casper Ruud fue un sparring más para Nadal en París. No es su culpa. Demostró talento y coraje en determinados tramos pero el noruego todavía no había experimentado lo que en la tarde de hoy sintió en sus propios tejidos.
Una sensación de impotencia, de saber que da igual dónde y cómo lleves la bola sobre la Philippe Chatrier porque Nadal va a llegar y te la va devolver donde más te duela. Es así. Hay pocas cosas que la ciencia no puede demostrar y esta es una de ellas. No creo que existan calificativos para denominar lo visto durante estos años. Señores, no habrá otro igual.