Existe una gran diferencia entre” jugar de vivo y ser vivo” en el fútbol. “Jugar de vivo” es también una expresión aplicada en muchos escenarios. En la política, el trabajo o en el vacilón. Es una conducta muy alabada, por supuesto, en los beneficiados.
En una oportunidad salí a preguntar el significado de “jugar de vivo” y recibí definiciones muy interesantes. Uno me dijo: “es una persona que se cree la última botella de agua en el desierto". Otro me aseguró “los que siempre juegan que son la “Mamá de Tarzán”. Alguien más reflexivo aseguró que son las personas que se creen el último sorbo de café.
Estos calificativos me llevaron a pensar en los jugadores y entrenadores, juega de vivos, que engañan a los fanáticos, la prensa y los árbitros.
Me llama la atención los jugadores, “juega de vivos”, que son más comerciales que deportivos. Entran a la cancha y mandan un mensaje a sus compañeros: “Cuando recuperen el balón, pásemelo al pie. Corran ustedes, yo no estoy para eso”.
Por lo general los aficionados los idolatran. Los tiran hacia arriba. Suben y suben hasta que en algún momento caen como cocos.
También existen los jugadores vivos, no los que juegan de vivos. Es una estirpe muy cercana de los talentosos. Son agresivos con el balón. No son malintencionados para sacar provecho. Los que encaran al adversario en el uno a uno en zonas que lo permiten. Los que no buscan excusas para sombrearse o no asistir a los entrenamientos.
Esos que pueden seguir las instrucciones del director técnico durante 94 minutos sin distracciones, porque se prepararon bien. Los capaces de perder una fiesta, un vacilón y cuidarse antes y después de un partido.
Hay entrenadores “juega de vivos”. Se les escucha proclamar durante muchos días antes de un partido que su equipo saldrá a proponer. Nunca entendí a qué se refieren con proponer. Al final del juego en la conferencia de prensa se proclaman vencedores, aunque perdieran el juego. Juegan para no perder y si pierden, hacerlo por poco.
También existen los entrenadores vivos. Sorprenden todos los días a sus jugadores y salen de la modorra. Arriesgan. Innovan. Se actualizan y reinventan. No le temen al fracaso porque lo ven como un peldaño para no cometer el mismo error.
Sigo creyendo que al final del camino ganan y prevalecen los vivos sobre los “juega de vivos”, quienes infelizmente no les queda más camino que darle el último sorbo a la taza de café.
** El autor tiene una Maestría en Comunicación. Licenciatura en Periodismo y Educación Física. Además es entrenador de fútbol y Baloncesto.
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