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El español Rafa Nadal, nueve veces campeón, perdió este sábado por 6-2 y 7-5 ante el argentino Diego Schwartzman, número 15 del ránking mundial, y se despidió en los cuartos de final del Masters 1.000 de Roma, del que había ganado las últimas dos ediciones.

La ocasión en que más se había aproximado Diego Schwartzman a la raqueta de Rafa Nadal fue en una tarde agitada de Roland Garros. Eran los cuartos de 2018 y, con el cielo plañidero, el argentino estaba metiendo en problemas a su amigo Rafa cuando la lluvia obligó a interrumpir el juego. En la reanudación todo retornó a la normalidad y el peque se fue al vestuario con una 4-6, 6-3, 6-2 y 6-2 en la mochila. Eran nueve las citas entre ambos y Diego, como tantos otros, no había dado con la fórmula para superarle, pese a plantearle más dificultades de las que a menudo recogieron los números. A la décima, en Roma, cuartos de final, después de una excelente actuación, consiguió derrotarle este sábado: 6-2 y 7-5, en dos horas y tres minutos. Será él quien se mida el domingo con Denis Shapovalov en semifinales (19.00 h., Movistar). A las 14.00 h. Novak Djokovic y Casper Ruud buscarán la primera plaza en la final.

Viejos conocidos, amigos fuera de la cancha, también acostumbrados a hacer guantes durante los torneos, ambos saben bien a qué juega cada uno. Condicionado por su estatura, el argentino rentabiliza sus virtudes, que no son pocas. Se sostiene muy bien con el revés a dos manos, con el que tira en ambas direcciones, abre ángulos y construye exquisitas dejadas. Nadie había logrado ponerse por delante de Nadal en este torneo. Lo hizo él, que después de salvar una bola de rotura en el cuarto juego rompió en blanco en el quinto. Solventados sus compromisos frente a Pablo Carreño y Dusan Lajovic sin contratiempos, el nueve veces ganador del torneo tenía ante sí una situación bien distinta.

A Schwartzman le gusta atacar a Nadal sobre su drive, arrinconarle en su lado bueno para lanzar el revés paralelo cuando se le presenta la ocasión. La fórmula le funcionó durante el primer set. Tuvo bola de 5-2 y saque, pero el español la neutralizó con saque abierto y drop. Idéntica idea no prosperó en la segunda amenaza, esta vez con segundo servicio. Al zurdo no le funcionaba el saque (43% en el global final), estaba desconcertado, sin saber por dónde meterle mano al partido. A continuación, al servicio, el bonaerense aprovechó su tercera bola de set.

SIEMPRE A REBUFO

A sus 28 años, pese a contar tan sólo con tres títulos de segundo orden, Schwartzman es un jugador asentado en el top 20desde hace varias temporadas, un tipo canchero, un buen competidor. Hace un año, en el mismo escenario, también de noche, entonces en semifinales y con público en la grada, le hizo pasar las de Caín a Djokovic antes de inclinarse en tres parciales después de dos horas y media de batalla.

 

De nuevo intimidado con dos bolas de breakadversas en el juego inicial del segundo parcial, el manacorense no levantaba el vuelo con su servicio. Iba siempre a rebufo, levantaba la bola e intentaba modificar alturas, pero allí donde pusiese la pelota aparecía su adversario, rápido, atento, minucioso en cada una de sus acciones. Schwartzman se movía como una ardilla, todo olfato, velocidad, instinto.

Después de contar con oportunidades en todos los juegos al resto del segundo set, el argentino se situó a dos juegos del triunfo tras quebrar en el séptimo: 4-3 y servicio. Estaba más cerca que nunca de lograr el triunfo buscado desde hacía siete años, desde el primero de sus enfrentamientos, en Acapulco, donde cedió por un doble 6-2. No pudo acelerar cuando hubiera deseado, pero con 4-4, rompió una vez más, por cuarta vez en el partido. Tampoco encontró la salida: Nadal le devolvió el juego en blanco. Habría otra bala para Diego, capaz de derribar nuevamente el saque del número dos del mundo. 6-5. Serviría por segunda vez para plantarse en las semifinales. En esta ocasión, sí hizo el triunfo suyo. Y el pequelo consiguió a lo grande. En la red. Como los valientes.

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