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El tenista estadounidense Frances Tiafoe solo tiene una aparición previa en cuartos de final en un torneo importante en su currículum, pero ahora se le promociona como un posible ganador del US Open.

En semifinales se medirá al español Carlos Alcaraz. 

Actualmente, a sus 24 años de edad, ocupa el puesto 26 en el mundo, lo que significa que ciertamente está golpeando por encima de su peso. Si gana, sería el primer hombre estadounidense en hacerlo desde Andy Roddick en 2003.

  

Tiafoe empezó a jugar al tenis con los ojos. Su padre trabajaba en el servicio de mantenimiento de una academia de promesas y él pasaba horas viendo entrenar a otros niños desde la valla. 

Después agarraba la primera raqueta que viera y repetía contra una pared lo que había visto. Si alguna pista quedaba libre, practicaba el saque. La mayoría de las veces, sin nadie al otro lado de la red. 

En un deporte que exige a las familias un esfuerzo económico algo mayor, su historia es insólita. Tiafoe es el hijo de dos migrantes que se conocieron en Estados Unidos huyendo de la guerra civil de Sierra Leona, y al poco tiempo tuvieron gemelos, Frances y Franklin.

La familia se instaló en Maryland y el padre encontró trabajo en la construcción de unas instalaciones de tenis. Su actitud gustó tanto que, cuando terminaron, se quedó a cargo del mantenimiento. Ahí empezó este viaje.

Constant, que así se llamaba el padre antes de rebautizarse como Frances Tiafoe Sr. en honor a su hijo, hacía horas extra para sacar algo más de dinero. Las suficientes para que acabara siendo más cómodo mudarse a una sala vacía en las instalaciones. Y como la madre, Alphina, trabajaba de enfermera en el turno de noche, los gemelos vivían allí con su padre cinco días a la semana.

"Era una sala bastante pequeña con dos camillas para masajes. Mi padre dormía en una y mi hermano y yo, como éramos pequeños, cabíamos en la otra", explicaba Tiafoe en un reportaje de 'Andscape'. Los trabajadores de la academia lo recuerdan sentado en un banco, tan pequeño que las piernas aún no le llegaban al suelo, absorbiendo las clases desde fuera para repetirlas después a solas. A los dos gemelos les gustaba el tenis, pero para Frances fue como un veneno.

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PROFESIONAL PREMATURO

Tiafoe aprendió así desde que los brazos le dieron para empuñar una raqueta, en torno a los cuatro años, hasta que a los ocho se fijó en él Misha Kouznetsov, un entrenador ruso que la academia había contratado. Frances no era alumno -jamás se lo habrían podido permitir-, pero a Kouznetsov le llamaron la atención sus ganas y sus condiciones físicas y empezó a trabajar a ratos con él antes y después de su turno. Cuando Frances llegó a profesionales, aún podía verse el rastro de esa primera educación insólita en un juego que técnicamente era menos pulido de lo habitual.

Kouznetsov acabó asumiendo la tutela deportiva del chico, que con una preparación más específica se convirtió en una de las mayores promesas juveniles de Estados Unidos, parte de esa explosión que en el espacio de ocho meses también alumbró a su amigo Taylor Fritz, número 12 del mundo; el cañonero Reilly Opelka (n. 28); o Tommy Paul (n. 34), verdugo de Alcaraz en el Masters 1.000 de Montreal. Con 16 años, Tiafoe estaba peloteando con Rafa Nadal en Roland Garros y disputando la fase previa del US Open.

El tenis, que había empezado siendo un camino para aspirar a una beca universitaria, y recibir la educación que sus padres no iban a poder pagarle, se convirtió en una salida profesional. Tiafoe empezó a destacar pronto como un tenista rápido y potente, a veces desmadrado, pero ambicioso. Con 20 años levantó su primer (y único) título en Delray Beach, dejando por el camino a su ídolo, Juan Martín del Potro. Y con 21 recién cumplidos se plantó en cuartos de final del Open de Australia ante Rafa Nadal.

NADAL COMO MEDIDA

Bradley Beal celebrates Frances Tiafoe's US Open semifinals - gerona

"Contra Nadal tenía miedo. Yo nunca me había visto ahí y él habrá jugado mil veces unos cuartos de final en un torneo de Grand Slam", confesó Tiafoe tiempo después de perder contra el mallorquín en el Open de Australia de 2019. El estadounidense reconoció que en aquel torneo hubo algún momento en que se le escapó alguna lágrima al pensar en lo que estaba consiguiendo. Parecía el asalto definitivo a la élite, pero aún tenía camino por delante.

Frances Tiafoe ha reconocido que el parón por la pandemia le vino bien para resetear su carrera. Aquel primer gran éxito fue un fogonazo, la medida de hasta dónde alcanzaba su potencial; los tropiezos que llegaron después le enseñaron el camino que aún tenía por delante. Su entrenador, el sudafricano Wayne Ferreira, ha venido a decir que Tiafoe necesitaba aprender a comportarse como un profesional. Trabajo y concentración dentro de la pista; descanso y comidas fuera de ella.

La tentación es achacar a esos cambios su sobresaliente US Open, pero lo cierto es que el Frances Tiafoe que se ha visto desde 2020, aunque con picos más altos de juego, no ha dejado atrás la irregularidad. Es también el jugador que solo ha pisado los cuartos de final un Masters 1.000 una vez en 32 participaciones, o que no ha vuelto a levantar un título ATP desde Delray Beach en 2018.

El problema para Carlos Alcaraz es que el Tiafoe que se está viendo estas dos semanas en Flushing Meadows se parece más al que desbordó a Rafa Nadal en octavos de final que al que tenía miedo del mallorquín en 2019.

Fuente: Diario El Mundo - Diario Marca 

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