Los Juegos Olímpicos de París 2024 estarán arrancando el próximo viernes 26 de julio, en donde muchos atletas dirán presente en la capital francesa y con ellos también cientos de comunicadores.
El comunicador nicaragüense, Edgar Tijerino, quien volverá a cubrir una justas olímpicas luego de cuatro años y deja una reflexión profunda en la que explica porque prefiere este evento a una Copa del Mundo.
Reflexión de Edgar Tijerino
Cubrir unos Juegos Olímpicos, tiene que ser lo máximo para un cronista deportivo. Puede que no provoquen el impacto concentrado de una Copa del Mundo de Fútbol, pero para mí, son más intensos, apasionantes, instructivos y espectaculares. Cierto, no hay día libre, pero ¿quién piensa en eso frente al vértigo de lo fantasioso?... La Copa, es sólo futbol, y muchas veces se quedan muy cortas respecto a las expectativas, en cambio, los Olímpicos, te ofrecen la oportunidad de ver reunidos a todos los "Monstruos" del planeta en las diferentes disciplinas, saltando de una erupción a otra, asombrándote día a día, momento a momento, casi sin darte cuenta. No, definitivamente, no hay comparación.
Para un cronista, cubrir unos Olímpicos es como estar en el cielo. Bueno, uno tiene derecho a imaginar el cielo a su manera. Para un pintor, el cielo está en el Museo de Louvre o el Palacio de Versalles, y para un actor, se encuentra en Radio City o en el Teatro de Hollywood.
Así que, para el cronista de deportes, el cielo es un sitio en el cual puede ver correr hoy a Usain Bolt frente a Tyson Gay y Asafa Powell y mañana a los mejores fondistas del mundo mientras calientan los super saltadores. Al mismo tiempo, estar pendiente de los juegos del equipo soñado en baloncesto, de presenciar finales en futbol como la revancha Argentina-Nigeria, con Messi, Agüero y Di María, asegurando una segunda medalla de oro consecutiva, y de ver humeante la pileta mientras las marcas mundiales saltan como liebres asustadas por el asombro.
No hay libreta de apuntes que aguante ni grabadora con suficientes baterías porque hay que ir a la pileta, en vista que ese tiburón hambriento, Michael Phelps, va contra sus temibles retadores, y al día siguiente comienza la Gimnasia con toda la magia sacada de la lámpara de Aladino; y ojo, se acerca el tenis ahora con Alcaraz, Sinner y Djokovic. Hay momentos en que uno se detiene para chequear las balaceras entre los pingponistas asiáticos con los mejores europeos, un auténtico Campeonato Mundial dentro de los Juegos, y por supuesto, programarse para ir al boxeo, además de tratar de ver los más excitantes duelos en volibol.
He estado en 6 juegos Olímpicos (1976, 1984, 1992, 1996, 2000 y 2016) y hay imágenes que nunca se borrarán como las de aquel fabuloso Alberto Juantorena, el accionar electrizante de Oscar de la Hoya, la grandiosidad de Michael Jordan, la presencia extra terrenal de Usain Bolt y Michael Phelps, la flexibilidad deslumbrante de Simone Biles, el torpedo Ian Thorpe, los relampagueantes Donovan Bailey y Michael Johnson, el emotivo triunfo de Cathy Freeman, la inmensidad de Ben Sheets blanqueando a Cuba, la proeza de Camerún derrotando a España en fútbol, o el cierre en 10 mil metros como el ofrecido por Gebressalasie para derrotar a Paul Tergat. Ese es un cocktail explosivo para cualquier cronista, todo lo mejor del deporte mundial frente a nuestras narices en una sucesión casi frenética de eventos mientras récords son derribados. Las Copas del Mundo producen un mayor impacto promocional y levantan polvaredas, pero no hay tanta grandiosidad junta, como la que ofrecen unos Juegos Olímpicos.
Edgar Tijerino de Nicaragua, uno de los más grandes periodistas de Centroamérica.