Los especialistas, científicos y biomecánicos demostraron con sus investigaciones publicadas en revistas especializadas que la ayuda de la zapatilla que usó el año anterior Eliud Kipchoge sobrepasaba lo que se podría considerar natural y propugnaron medidas de control que debían basarse, principalmente, en limitar a 30 milímetros el grosor de las suelas, el espacio en el que se podía jugar con espumas ultraligeras y artefactos.
Los atletas populares se frotan las manos y hacen cola para hacerse con el modelo, pese a que su precio supera los 300 euros el par.
El ruido fue tan fuerte, las acusaciones de dopaje tecnológico tan fundamentadas, que la propia federación internacional de atletismo de Sebastian Coe se vio obligada a intervenir.
Lo ha hecho con un reglamento que, como aquel de la Unión Ciclista Internacional en 1997 que limitaba el uso de la EPO a unas dosis que no hicieran superar el nivel del 50% el hematocrito de los deportistas, reconoce, en cierta medida, los hechos consumados y su incapacidad para luchar contra ellos.
“Como estamos en año olímpico y muchos atletas se han preparado con las zapatillas de 40 milímetros de suela no podemos prohibirlas”, reconoció Coe al limitar no a 30mm sino justo a 40 milímetros, el grosor de las Next%, el tope máximo en su reglamento.
Ningún otro fabricante puede acercarse a ese modelo, protegido de imitaciones por varias patentes. Los atletas de otras marcas deberán seguir resistiendo a la frustración y al sermón de turno de “lo que tenéis que hacer es pasaros a mi marca...”.
Fuente: Diario El País España