La gran cita del atletismo, a disputarse en Doha (Catar), se enfrenta a las altas temperaturas del desierto.
Las estrellas mundiales tendrán pruebas de ruta a medianoche y de pista en un estadio enfriado artificialmente por 3.000 toberas que rodean a tres niveles de altura y diámetro gradas y pistas lanzando chorros turbulentos de aire helado transportado por tuberías subterráneas desde una central situada a un kilómetro donde congelan agua.
Los 40 grados del mediodía de Doha se transforman en 23, y los torrentes de aire helado son tan fuertes que asustan y despeinan a quien pasea por la pista con un sobresalto, pero desde la organización ya advierten que solo estarán así, a plena intensidad, hasta que comiencen las competiciones (todas por la tarde-noche, entre las 16.30 y las 23.00), y que ya entonces la temperatura será tan agradable que no hará falta viento, y lo apagarán.
A la espera de Noah Lyles
Mantendrán aireadas las gradas del Khalifa Stadium, que no estarán tan vacías como muchos habían previsto. Una buena parte está cubierta con lonas de colores, y las restantes (unos 20.000 asientos) se espera que las llenen (espectadores pagados por asistir) los trabajadores, albañiles, encofradores, paletas, que construyen y reconstruyen constantemente la Perla del Golfo, africanos de Somalia, Etiopía o Kenia, países de gran tradición con el atletismo.
En un ambiente tan artificialmente atlético, no es extraño que el organizador del campeonato, Sebastian Coe, diga que basta ya de llorar por Usain Bolt (el sol del sprint que hizo brillar al atletismo la última década, presente en todos los Mundiales desde 2005 hasta 2017) y que hay que abrir los ojos y disfrutar de lo que llega, que es muy bueno. Tan bueno como Noah Lyles, dice.
Y habla del esprínter de Florida de 22 años, rapero y bailarín a lo Michael Jackson que este verano ha corrido los 200m en 19,50s (la cuarta marca mejor de la historia) y que recuerda que hace años, cuando, juvenil prodigio, pasó del instituto a profesional saltándose la universidad, ya dijo que en los Juegos de Tokio batiría el récord del mundo de Bolt, los 19,19s que acaban de cumplir 10 años.
“Ah, y estoy harto de que siempre que se habla de mí aparezca al lado el nombre de Bolt…” suele decir Lyles, que deja los 100m a su compatriota Christian Coleman, otro etiquetado como futuro Bolt, que llega a Doha con la cara triste y el desprecio de muchos rivales, que no olvidan que se libró gracias a las rendijas de la ley de una sanción por no cumplir sus obligaciones contra el dopaje.
Yulimar Rojas también baila cuando gana, pero no como Michael Jackson, prefiere los ritmos latinos y su swing, y sueña con los 16 metros, la frontera del triple salto femenino de la que nadie se atreve a hablar (bastante tienen con soñar con los 15 metros la mayoría de sus rivales), pero antes debe pasar por encima del récord del mundo, los 14,50m de la ucraniana Inessa Kravets, que ya ha cumplido 24 años. La venezolana, triple campeona del mundo a los 23 años, ya se acercó a un suspiro hace un par de semanas en Andújar, Jaén, donde llegó a 15,41m. “Pero antes tengo que asegurar el Mundial”, dice. “Si fallo, me mata Iván [Pedroso, su entrenador en Guadalajara], que dice que yo soy ahora sus piernas y que él nunca falló, que ganó nueve Mundiales”.
Lyles y Rojas no formarían mala pareja como nuevas caras de un atletismo mundial cada vez menos keniano (entre el dopaje y el maratón, los de Kenia están despoblando sus pruebas tradicionales, empezando por los 3.000m obstáculos, carrera en la que ya consideran un peligro a uno de Madrid, Fernando Carro) y cada vez más joven y más europeo, y con las figuras de Berlín 18, el sueco Armand Duplantis y su pértiga y el noruego Karsten Warholm y sus vallas, un año mayores y un año mejores.
Al pertiguista (6,05m a los 18 años) le fastidia la mala forma en la que las lesiones han dejado a su hombre inspiración, el francés Renaud Lavillenie, el del récord mundial de 6,16m, pero el vallista no podrá quejarse de sus compañeros de baile, Abderramán Samba y Rai Benjamin, dos que como él han bajado de 47s. Si los tres llegan a la final esta será quizás la prueba del Mundial: por primera vez en la historia tres con esa marca pelearían por el oro. Solo han bajado de 47s cuatro en la historia: el cuarto es el norteamericano Kevin Young, el de los 46,78s en Barcelona 92, récord.
Le duele al atletismo la ausencia de Usain Bolt y le duele más la de su gran estrella femenina, la Caster Semenya dominadora mundial y olímpica de los 800m la última década, desde Berlín 2009. A la Federación Internacional no le gustaba que ganara siempre porque le parece muy masculina y dictó una norma prohibiéndola competir en sus pruebas alegando que se beneficia de que su cuerpo produce más testosterona que sus rivales. La sudafricana estaba invitada a Doha a recibir la medalla de oro del Mundial de Daegu 2011, que terminó segunda, tras la descalificación por dopaje de la ganadora, la rusa Savinova. Semenya declinó la invitación.
La compacta España
Raúl Chapado, el presidente de la Federación, dio con la palabra, “compacto”, y la utilizó para describir al equipo que lleva España a Doha: 38 atletas; 27 hombres y 11 mujeres, la menor participación española desde Helsinki 83, los primeros Mundiales, que España compitió con 28. Las mínimas tan duras y una temporada extraña, tan larga (habitualmente los Mundiales se disputan a mediados de agosto, mes y medio antes de la Doha calurosa), son las causas de la reducida participación española en una competición en la que históricamente no ha disfrutado (en las 16 ediciones disputadas solo consiguió siete oros, tres en marcha, Massana, Bragado y López; tres en maratón, dos de Antón y Fiz, y uno en longitud, Montalvo).
Compacto y peleón, podría haber añadido Chapado, y de calidad. Cinco de los 38 figuran entre los cinco mejores del mundo este año, con aspiraciones de medalla: Orlando Ortega, el vallista subcampeón olímpico, que se entrena en Chipre y llega con la tercera mejor marca en los 110m (13,05s); Ana Peleteiro, la triplista gallega que se entrena con Yulimar Rojas y ganó en marzo el Europeo en pista cubierta, y llega con la quinta mejor marca mundial (14,73m); la marchadora Júlia Takacs, bronce europeo y tercera mejor marca mundial en los 50 kilómetros marcha; el martillista de Montijo, Badajoz, Javier Cienfuegos, quien a los 29 años lanza 79,38m, y se acerca al esplendor que prometía hace 10, cuando era uno de los mejores júnior del mundo. Y también peleará, porque es su vida, Fernando Carro, el obstaculista de Canillejas, Madrid, que a mediados de julio batió el récord de España con una marca de 8m 5,69s, la cuarta mundial del año, y ya sale a la pista y mira a su alrededor y se ve temido, y sabe que está donde tiene que estar.
Fuente: Diario El País España