A menudo nos enteramos de casos de ídolos en el fútbol internacional, figuras que ayudan a sus clubes a alcanzar la gloria, y damos por sentado que su éxito radica en encontrarse siempre disputando títulos y peleando habitualmente en las primeras posiciones.
Pero tal vez pecamos de clasistas porque en ese ideal de idolatría futbolera no consideramos a los estandartes de equipos que se ubican en el otro extremo de la tabla de clasificación. Y es que la diosa fortuna no elige a todos, por lo que existen instituciones con una larga existencia que sin embargo han debido limitar sus expectativas, conformándose con exhibir una buena campaña en algunas ocasiones, o evitando el descenso de categoría en muchas otras…
El CD Irapuato es uno de esos cuadros, y el costarricense Maximiliano Villalobos, uno de los “ídolos de abajo”; un concepto cuya validez no resulta fácil de concebir para el aficionado común, prueba de ello la resistencia a comprender, por ejemplo, que PARA ALBACETE Gabelo Conejo será siempre su ídolo y Keylor Navas no, tal como se pudo apreciar en las reacciones a una anterior columna de este espacio. El ídolo no necesariamente será el mejor futbolista ni el del mayor palmarés, sino el que la afición admira más y al que le reconoce su labor con el club.
En Irapuato, una hermosa ciudad mexicana productora de fresas y ubicada en el centro del estado de Guanajuato, se encuentra el elenco azulgrana que representa a todos los irapuatenses. Arribó a la primera división azteca en 1954, y al año siguiente se incorporó a sus filas ‘Max’ Villalobos, defensor tico que provenía del balompié colombiano, y que pronto se ganaría el cariño y respeto de la afición local. Fortísimo en la marca, el originario de Heredia dedicaría 13 años al conjunto fresero, tiempo en el cual rechazaría varias ofertas de otros equipos mexicanos. “El hombre que nació para defender la playera roja del Irapuato”, fue como lo definió una vez el técnico Fernando Marcos, figura icónica en el balompié y el periodismo de aquella nación.
Si bien salvar la categoría era la recurrente tarea del Irapuato, en 1956 Max y los también costarricenses José Joaquín ‘Quincho’ Quirós, Ramón ‘Mon’ Rodríguez, Carlos y Hernán ‘Panzón’ Umaña (primos estos dos últimos) conformaron una legión nuestra que llevó al club al subtítulo en el certamen de copa, siendo esa la mejor participación en su historia.
Por eso era ídolo en Irapuato. “Una vez, en partido ante el Necaxa, Max Villalobos (tercero en el orden usual) se barrió y terminó lesionándose la clavícula; eso fue cuando estaba a punto de terminar el primer tiempo. Todos creímos que el tico no regresaría para los segundos 45 minutos, y cuál fue nuestra enorme sorpresa cuando se reincorporó para jugar completo el segundo tiempo… Y no creas que lo hizo como mera figura decorativa, no, jugó y defendió a su equipo como si no estuviera lesionado. Así era Max”, recordó con mucho entusiasmo don José de Jesús Morales, periodista deportivo de Irapuato y quien como aficionado vio aquella muestra de valentía y compromiso del costarricense, por cierto, su gran ídolo de juventud. (Imagen cortesía del Sr Morales)
En otra oportunidad, Max Villalobos fue parte de una heroica que aún en nuestros tiempos sigue siendo atesorada por los viejos aficionados irapuatenses, por lo que es necesario dedicar unas líneas a contársela al estimable lector de everardoherrera.com…
Se jugaba la última fecha de la temporada 1960-1961, y el Irapuato y el Celaya, ambos guanajuatenses, luchaban por evadir la última posición, la cual condenaría a su dueño con el descenso de categoría. Los freseros contabilizaban 20 puntos, dos más que el cuadro celayense, pero sus respectivos retos eran bastante disímiles: por un lado, el Celaya recibía en su casa a un Tampico que se ubicaba a la mitad de la tabla, mientras que el equipo del florense -para entonces único tico en el plantel-, y por esas vueltas del destino, tenía que visitar el campo del León, su gran archirrival de la ciudad de Guanajuato y con el que mantenía una muy añeja animadversión. Este último era el Clásico del Bajío, y para los locales era la oportunidad soñada de vencer a su odiado Irapuato y evitar su salvación matemática. Y es que una derrota fresera combinada con la victoria celayense obligaría a dirimir una serie por el no descenso entre ambos, en un duelo en el que cualquier cosa podría suceder, tal como ya lo había experimentado y de la peor forma el Irapuato cinco meses antes cuando el Celaya lo había goleado 3-0 en su propio Estadio Revolución en Irapuato.
Evidentemente la misión era más dura para Max y compañía, pero al tico jamás se le vio ‘arrugando’ en un campo de juego, por lo que arengó a sus compañeros a salir a darlo todo en León. Así era el gran zaguero costarricense, de hecho, durante los siguientes años han salido varios de sus coequiperos recordando cómo los aconsejaba y apoyaba; uno de ellos, Gabriel López ‘el Nene’ Zapiain, quien es mencionado en un episodio de El Chavo del 8 en el que Quico le nombra algunos defensores aztecas a don Ramón.
Aquella mañana de enero de 1961, el Irapuato estuvo dos veces abajo en el marcador, para felicidad del más enconado fanatismo leonista, sin embargo a cinco minutos del final Roberto Resquín igualó a dos el partido y así se salvó la escuadra fresera. Maximiliano Villalobos felicitó a cada uno de sus compañeros, y con la satisfacción del deber cumplido regresó con ellos a Irapuato, donde la afición que tanto lo estimaba más bien lo felicitó a él, pues liderando la zaga evitó lo que pudo haber sido una catastrófica debacle que tanto el León como sus delanteros argentinos Alberto Etcheverry y Oswaldo Martinolli deseaban provocar… No lo lograron, y el ídolo tico y su Irapuato siguieron siendo de primera.
Baluarte de la zaga fresera en duelos internacionales. Los grandes años del Irapuato le permitieron al club tomar parte en varios enfrentamientos ante equipos extranjeros, incluso en giras por América Central, Asia y África. En la imagen Max Villalobos (en primer plano) acude a apoyar a su arquero en una apremiante acción del juego Irapuato-Palmeiras de Brasil en 1960. (Tomada de TrincaManía)
* El autor es historiador de fútbol costarricense y responsable de la página de Facebook Gol de Camerino; pronto estará publicando el libro Nuestros primeros legionarios. Futbolistas ticos en el mundo 1875-1990.
** Agradecimiento al periodista deportivo irapuatense don José de Jesús Morales por sus valiosos aportes al artículo.