El equipo del Real Madrid derrotó este domingo al Granada por 1-0 gracias a un golazo de Marco Asensio en la segunda mitad que desatascó un partido trabado.
Dicho encuentro fue correspondiente a la jornada 23 de la Liga española.
Asensio recondujo a los suyos al camino correcto, el de cosechar tres puntos cada jornada, con un latigazo imperial que desmontó el cerrojo que los nazaríes habían plantado en el Santiago Bernabéu.
En el minuto 74, en pleno asedio blanco, encontró un balón que Militao robó para él en la frontal y sorprendió a Luís Maximiano con un golpeo marca de la casa que dejó sin opciones al cancerbero.
Su acierto tuvo un efecto doble. El primero, dar sentido y premio al trabajo que los suyos habían venido realizando durante más de 70 minutos; sobre todo, en la segunda mitad. El segundo, reivindicarse como una figura importante que va más allá de la vitola de revulsivo que arrastra porque, en los últimos años, ha destacado más cuando ha entrado desde el banquillo.
Lo curiso es que no era él quien estaba erigiéndose en el mejor del Madrid. Lo era Isco. El malagueño, en un once inicial en el que pocos aficionados le habrían puesto, asumió su papel de 'falso 9' y lo espolvoreó con desparpajo en los alrededores de la frontal y sacrificio para bajar a defender o a ayudar en la salida de pelota cuando los zagueros sufrían para llevarla a cabo.
Bien cierto es también que, en el área, no estuvo especialmente brillante más allá de algunos controles de pelota que dieron continuidad a jugadas que quedaban en nada. Al fin y al cabo, no era un especialista. Ancelotti confió en que se mimetizara con la línea de atrás rival intercambiando su posición con sus compañeros -Asensio y Rodrygo- y fue fiel a esta apuesta hasta que le sustituyó en el 65'.
El problema de mantener esta idea era que el Granada consiguió neutralizarla bien; principalmente, en la primera mitad. Robert Moreno organizó una presión alta e intensa para molestar constantemente a Militao, Alaba, Courtois y compañía, pero ordenó que, cuando esto no fuera posible, sus pupilos se concentraran detrás de la bola y dejaran combinar a los 'merengues'.
En la mayoría de los tramos del duelo, primaba la primera 'cara' de esta propuesta porque estaba siendo la más efectiva. Camavinga perdió algunos balones en lugares comprometidos y hubo algún que otro susto que invitó a otros jugadores con toque de balón más depurado -entre ellos Isco- a echar una mano para conectar la zaga con la medular.
La carencia de esta manera de enfocar el partido acabó siendo su condena. Era necesario un esfuerzo físico titánico por parte de los nazaríes para mantenerla en todo el choque y, como era de esperar, el físico empezó a fallar en la segunda mitad, cuando el Madrid se hizo con el control pleno del enfrentamiento y sitió los dominios de Luís Maximiano.
Al principio, en el primer acto, las sensaciones eran bien distintas. Los andaluces, lejos de esa inferioridad de los 45 minutos finales, compitieron de tú a tú. Se centraron en esos robos en zona de tres cuartos que tanto daño estaban haciendo y en morder a la contra. Courtois tuvo que sacar las manos y sus guardianes atrás se vieron obligados a bloquear varios disparos.
La diferencia de calidad entre uno y otro plantel facilitó que, cuando los blancos eran los que llevaban la iniciativa, la llevaran con más peligro. Y justamente ese conocimiento de su nivel es mayor era lo que frustraba el doble al equipo en la primera mitad por no verse capaz de someter a los nazaríes. En la segunda, las prisas sustituyeron a la frustración porque su dominio era claro y el golazo de Asensio descorchó la victoria y la calma.
El Madrid lidera la tabla con 53 puntos. El Sevilla, que en esta jornada empató de visita contra el Osasuna, marcha segundo con 47 unidades.
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